Adrián Abonizio tiene una amplia relación con el tango, y no es la primera vez que se anima a este género. En 2013 salió a la venta su trabajo Tangolpeando, una mirada de la música ciudadana donde las imágenes del arrabal se hacen presentes. Ciudad malandrina es su nuevo trabajo en el 2x4, donde grabó junto a los noveles de La Máquina Invisible, un tango al estilo Piazzola, que este quinteto típico (contrabajo, piano, guitarra eléctrica, violín y bandoneón) lleva a su máxima expresión.

La Máquina Invisible está integrada por Guido Gavazza, Manuel Martínez Serra, Pablo Galimberti, Julián Cicerchia, Gisela Stival y Mauro Rodríguez. La banda, nacida en 2013, viene de varios años de éxitos y su placa homónima La Máquina Invisible (2017) les sirvió para alzarse con el premio Rosario Edita a mejor disco de tango de 2017. Ese mismo año el grupo se consagró ganador en el Primer Concurso Internacional de Nuevos Ensambles de Tango.

En esta ocasión, el grupo versionó y arregló once canciones de Abonizio, algunas de ellas en coautoría con sus clásicos compañeros de La Trova, como es el caso de Rubén Goldín y otras en coautoría con los miembros de La Máquina Invisible. De ahí salió un material potente e inigualable donde se cruza la mejor poesía urbana de Abonizio con las armonías disonantes y precisas del este quinteto joven. Previo al show de este viernes a las 21 en Sala Lavardén (Sarmiento y Mendoza), Abonizio dialogó con Rosarioplus.com.

—Hay un cruce generacional muy interesante en esta formación

—Sí, pero quiero aclarar que en este disco no son dos generaciones las que se juntan, son tres o cuatro. El guitarrista tiene 18 años recién cumplidos y es el tutor de mi hijo que el año que viene se va a Buenos Aires a estudiar música, el mundo es una maravilla de descubrimientos que uno hace. Siempre hay que mezclarse con gente joven que tenga sus talentos y que a la vez tengan lo que uno no puede tener, que desagüen en vos lo que vos tenés y ellos no lo que provoca una buena confluencia.

— ¿Qué es el tango en tu vida y tu carrera artística?

—Para mí es como respirar, siempre pensé en tango, cuando yo tenía 18 años me decían el “Viejo” con mayúsculas y ahora me lo dicen con minúsculas –risas- porque se me daba por filosofar y después me di cuenta que eso tenía que ver con el tango, un poco sin caer el patrioterismo el tango es el ser argentino. Me identifico porque es un género que te permite opinar sobre muchas cosas, a lo mejor es mucho más rico literariamente que el rock para opinar ampliamente, incluso sin ética y moral porque el tango no tiene filtro, ha dicho cosas terribles que uno no está de acuerdo y los letristas de tango son quienes escribieron la historia.  

— ¿Coincidís con el tango nuevo que tiene una mirada actual en sus letras?   

—Para mí el aire siempre fue aire, hay aire más puro y hay aire más viciado y el tango tiene las dos cosas y si te metes en el tango tenés que estar preparado para todo. Yo soy un poco las dos cosas el barro y fino y elegante que a veces no me sale, hablo de muchas cosas y eso no significa que ataque a nadie, simplemente que me siento incompleto y el tango me completa, pero después de ese tango uno se siente incompleto y vuelvo con otro tango es una historia de nunca acabar.  

—Tus letras suelen ser pequeñas crónicas cantadas, ¿cuánto hay de verdad en ellas?

 —Mucho de lo que escribo es ciencia ficción, pero reconozco que no me gustan las letras que no te secunden un poco. Yo cuando escribo me fijo siempre en las dos o tres cuadras donde me crie, evoco ese lugar siempre, donde para mí estaba el mundo. Si yo hubiese nacido en Corrientes quizá esas dos o tres cuadras habrían sido un estero y habría contado otras cosas. Soy un existencialista y el existencialismo me salvo al pesar que muchos pensaban como yo pero no escribían, con el tango puedo decir cosas, es un remedio gratis e interesante.  

Ciudad Malandrina