Con un discurso crítico en torno a la compleja situación editorial del país y ante un auditorio atento en el regreso de la Feria Internacional del Libro tras dos años de ausencia por la pandemia, el escritor Guillermo Saccomanno criticó la cadena de la industria del libro, fustigó que se realizara en La Rural, predio asociado con apellidos cómplices de la última dictadura cívico militar y recordó que el convite es "de la industria en vez de la cultura".

Sorprendió a más de uno el autor de El amor invertido y El oficinista, cuando lanzó en plena apertura del evento: "Decir Feria implica comercio. Esta es una Feria de la industria, y no de la cultura aunque la misma se adjudique este rol. En todo caso, es representativa de una manera de entender la cultura como comercio en la que el autor, actor principal del libro como creador, cobra apenas el 10 por ciento del precio de tapa de un ejemplar".

"¿Es una paradoja o responde a una lógica del sistema que esta Feria se realice en la Rural, que se le pague un alquiler sideral a la institución que fue instigadora de los golpes militares que asesinaron escritores y destruyeron libros? Creo que esta situación simbólica refiere una violencia política encubierta", planteó el autor de libros icónicos como Cámara Gesell, ante un auditorio entre quienes estaban los escritores Silvia Schujer, Enzo Maqueira, María Inés Krimer, Gustavo Nielsen, Canela, Ana María Shua, Alicia Genovese, el ex director de la feria Oche Califa y el periodista Carlos Ulanovsky.

"La Feria siempre me generó tensión, no sólo porque uno se se topa con un injuriante pabellón Martínez de Hoz, que homenajea al esclavista y saqueador de tierras indígenas, antepasado del tristemente célebre economista de la última dictadura", indagó.

En torno a la difícil industria del libro precisó que "a la escasez de papel, producto de la pandemia y el aumento en los costos de energía en el mundo, se le suman en nuestro país los problemas habituales: la industria del papel es oligopólica, el papel se cotiza en dólares, y aun cotizando en dólares, tiene inflación y ningún tipo de regulación desde el Estado".

Tras el aplauso de escritores, escritoras, editores, editoras, periodistas, funcionarios y otros invitados, Saccomanno con un tono sagaz advirtió: "No se adelanten, a algunos no les va a gustar. Asumo el riesgo de ser malentendido y juzgado como aguafiestas".

El autor de "Cámara Gesell" dio un mensaje muy combativo que abarcó desde la oposición al oligopolio de la industria del papel hasta la mercantilización de la Feria y la "relación despareja" entre autores y editores: "El editor es propietario de un banco de sangre compuesto por un arsenal de títulos publicados siempre en condiciones desfavorables para quienes terminan donando prácticamente su obra", sentenció.

Luego contó cómo son los jugadores de la industria del papel, a la que ubicó en dos grandes empresas "una es Ledesma, propiedad de la familia Blaquier Arrieta, una de las más ricas del país, apellidos vinculados con la última dictadura en crímenes de lesa humanidad" y la otra "Celulosa Argentina, su directivo es el terrateniente y miembro de la Unión Industrial José Urtubey, conectado con la causa Panamá Papers", describió y algunas personas del público acompañaron con silbidos y abucheos los nombres que mencionaba.

Con ese tono de denuncia de los oligopolios y siempre aprovechando la incomodidad para agregar humor, lamentó que "han destinado su producción a papel para embalar o para cajas, y no tanto al papel de uso editorial", y como contraoferta, convocó con ironía a crear una papelera con participación del Estado, cartoneros y cooperativas.

El discurso de Saccomanno, que se extendió por casi media hora, acompañó el clima de inauguración de esta Feria dado que si bien en las intervenciones previas hubo cierta mística reivindicativa del reencuentro tras el regreso a la presencialidad, por el otro lo más potente es que la Fundación El Libro aprovechó la oportunidad de vidriera pública que supone este hito para dar cuenta de la crisis que el sector viene atravesando hace varios años, de manera más crítica desde la pandemia.

Desde ese lugar, el escritor elevó un poco más el tono de reclamos y demandas, y disparó contra todos, como quien se posiciona dispuesto a incomodar, incluso compartiendo sus propias contradicciones y logros, como el haber sido el primer escritor en cobrar por inaugurar la Feria. El prestigio con el que habitualmente se le pagaba a los responsables del discurso inaugural, para Saccomanno, no es excusa para desechar el "trabajo intelectual" de la intervención. "No creo que mencionar el dinero en una celebración comercial sea de mal gusto. ¿Acaso hay un afuera de la cultura de la plusvalía?", cuestionó.

Sostuvo que a esta Feria le "queda claro, le importan más los libros que más se venden, que, como es sabido, suelen ser complacientes con la visión quietista del poder. Conviene quizá que lo aclare: la literatura que me interesa, trátese de ensayo, poesía, narrativa, ilumina, perturba, incomoda y subvierte".

Al plantear la compleja situación socioeconómica del país y mencionar el 40 por ciento de pobreza en el país, Saccomanno, incidirá con una reflexión a propósito de lo que implica la lectura: "Corresponde entonces preguntarse si un chico con hambre está en condiciones de realizar esa operación, asimilar conocimiento cuando no ha asimilado alimento".

Esa violencia también se cuela en nuestra literatura, que "está signada por la violencia política", dijo refiriéndose al "indio, la mujer y el inmigrante" como víctimas que han "sido y siguen siendo muchas veces escamoteadas". "Toda nuestra literatura, incluso aquella que se define como de evasión, aunque se haga la otaria, también tiene que ver con la violencia política. Es que, me digo, si escribimos no podemos jugarla de inocentes".

Y así como no se juega de inocentes tampoco le interesa "bajar línea". Frente a una audiencia fragmentada en cuanto a aplausos y risas de acuerdo a qué interlocutor disparaba, Saccomanno aseguró que "quienes me han leído saben que, acá, ahora, persisto en sostener una contrariada coherencia".

En este "nervioso desorden enumerativo", como describió sus palabras de apertura, el autor de "El oficinista" volvió al tema de la crisis: "La crisis que afecta a la industria es tanto una realidad como la de quienes, a pesar de las dificultades colectivas y personales de toda índole, persisten en la escritura y creen que, si bien la escritura no puede transformar el mundo, puede hacerlo un poco mejor".

Y como cierre de ese engranaje donde el centro siempre estuvo en escribir, en la industria y en la relación con la realidad, ese terreno plagado de contradicciones y tensiones, Saccomanno poco antes de despedirse dejó rebotando una definición luminosa: "La vida es breve, uno escribe contra la fugacidad. Escribir es el intento muchas veces frustrado de capturar instantes de belleza, registrarlos para que sobrevivan a pesar de la finitud. Se escribe en soledad, pero no ajeno a las contradicciones de lo real, de lo social".