La idea planteada hace ya algunos años por películas como Yo, Robot, que daban una dimensión medio humana a los robots humanoides, llegando incluso a identificarles con sentimientos, está cada vez más cerca.

Al menos desde algunos puntos de vista, y más teniendo en cuenta casos como el de Lilly, una mujer francesa que ha confesado que se siente atraída sexualmente por los robots desde los 19 años, ya que no le gusta el contacto físico con la gente. Además, dice que estaría dispuesta a casarse con InMoovator, un robot que ella misma creó mediante impresión 3D hace un año.

Un caso que aún es una rareza pero cuyas implicaciones son tan relevantes que desde hace años se estudian en el Congreso Internacional de Amor y Sexo con Robots, que se realizará por tercer año en Reino Unido en el mes de octubre.

El último tuvo lugar el pasado diciembre en la Universidad Goldsmiths de Londres. Allí se debatió sobre temas como el matrimonio con máquinas, el trasfondo ético del sexo con robots, cómo afectarán estos cambios al mundo de la prostitución o los posibles futuros derechos de los androides.

El nombre del congreso está tomado directamente del libro Amor y sexo con robots (2007), del maestro de ajedrez y experto en inteligencia artificial David Levy, quien cree que los matrimonios con robots serán legales más pronto de lo que parece, "seguramente antes del año 2050".

"La pregunta '¿por qué no casarse con un robot?' será tarde o temprano tan inevitable como esa otra a la que hemos respondido con un sí recientemente: ¿por qué no casarse con alguien del mismo sexo?", dice Levy.

En los próximos diez años será  factible crear un compañero robot que sea todo lo que la gente pueda desear en un cónyuge. El experto no solo vaticina el auge de la robofilia sino que cree que será un fenómeno positivo para las personas, ya que les ayudará a alcanzar la felicidad.

El desarrollo de tecnologías como la realidad aumentada, la realidad virtual y, sobre todo, la inteligencia artificial, hacen que todo esto esté más cerca de lo que parece. "En los próximos diez años será perfectamente factible, desde el punto de vista del software, crear un compañero robot que sea todo lo que la gente pueda desear en un cónyuge, que sea paciente, amable, cariñoso, confiado, respetuoso y que no se queje", asegura.

En el otro extremo está la opinión de Kathleen Richardson, del Centro para la Informática y la Responsabilidad Social de la Universidad De Montfort en Leicester, que abandera la Campaña contra los robots sexuales.

Según Richardson, los robots sexuales contribuyen a perpetuar la visión de las mujeres como objetos. Además, cree que aceptar este tipo de relaciones como algo normal hará que se pierda la empatía entre seres humanos y fomentará un mayor aislamiento social. También advierte sobre el riesgo de la aparición del negocio de la creación de robots infantiles para pederastas, mientras que otros expertos argumentan que ya existen las leyes que ponen un límite a estas cuestiones.

Lo cierto es que el sector sex tech ya mueve 30.000 millones de dólares al año y se prevé que esta cifra se dispare en muy poco tiempo. La evolución de este negocio hacia el sexo con robots parte de las clásicas muñecas hinchables, que poco a poco van transformándose en sofisticadas y realistas mujeres artificiales.

El prostíbulo de muñecas Lumi Dolls, en Barcelona, representa uno de los primeros pasos. El siguiente es añadir a estas muñecas el componente robótico. También se ha hecho ya: Realbotix es el primer robot sexual que ha llegado al mercado. Tiene la capacidad de abrir y cerrar la boca.

Además, su creador, Matt McMullen, quiere introducirle algún tipo de inteligencia artificial que le permita mantener conversaciones. "Va a ser una experiencia nueva increíble que nadie ha tenido antes. Estamos buscando que nuestros robots mantengan una relación más allá de la física", afirma.