“¿Qué es la mafia?” El hombre le devolvía la pregunta al periodista del diario Crítica con una mezcla de sorpresa y de ignorancia. Con el mismo estupor enfrentaba las acusaciones por asesinatos, secuestros y extorsiones, con lo que lo perseguían la Justicia y la prensa. Y sin embargo, sabía mejor que nadie la respuesta, porque era Juan Galiffi, el “Al Capone argentino”, el capo de la organización mafiosa que durante dos décadas pudo hacer sus negocios sin mayores inconvenientes.

Nacido en 1892 en Ravanusa, “la ciudad del Monte Saraceno”, una pequeña localidad de Sicilia cuyos orígenes se remontan al siglo XI, Galiffi llegó a la Argentina en mayo de 1910. Según los datos de su prontuario policial, en 1911 registró domicilio en Iriondo 13, Rosario, y fue detenido en la investigación de un robo ocurrido en la localidad bonaerense de Mercedes. Dos años más tarde se mudó al pueblo de Gálvez. “Era muy pobre. Tan pobre que tenía un sillón hecho de cajones viejos”, declaró Consuelo Amato, que lo conoció en esa época.

En Gálvez vivía su hermano, Carlos Galiffi. Los problemas no tardaron en manifestarse, ya que en la noche del 29 de enero de 1919 un grupo de hombres nunca identificados asesinó a tiros a Carlos Galiffi, junto con los hermanos Francisco y Salvador Costello, cuando iban a una chacra, a quince cuadras del pueblo.

“Los individuos en cuestión eran gente de malos antecedentes”, dijo el corresponsal del diario La Capital. Los hermanos Costello acababan de salir de la cárcel de Santa Fe “después de haber cumplido una condena que se la debían a Juan Galiffi”, según un informe policial consignado en la misma crónica. Los criminales se ensañaron con Francisco Costello, cuyo cadáver apareció con mutilaciones y la cabeza hundida a golpes de Winchester.

Un hombre honrado, un caballero

Galiffi llegó a Gálvez como un humilde peluquero. Enseguida instaló una fonda que daba comida y alojamiento. Sin embargo, las actividades más lucrativas del establecimiento transcurrían lejos de la vista del público. En una carta del 7 de julio de 1921, el jefe de Policía del departamento San Jerónimo, Alejandro Aldao, informó al ministro de Gobierno provincial, Ignacio Costa, que Chicho Grande, como pronto lo llamarían, estaba vinculado con asaltos y robos ocurridos en los departamentos San Cristóbal y Castellanos y “relacionado directamente con numerosos delincuentes contra la propiedad, que se sabe operan en las provincias de Córdoba, Tucumán, Salta, etc., los que siempre se hospedan en su fonda y conducen los objetos robados directamente a Rosario, con la mediación de Galiffi”.

Aldao se quejó también de que Galiffi era intocable por las relaciones con que gozaba. Un año antes había obtenido la ciudadanía argentina con mediación del diputado provincial Héctor S. López, que precisamente sucedería a Ignacio Costa como ministro de Gobierno de Santa Fe. Como paso previo, la policía acreditó erróneamente que carecía de antecedentes delictivos. Al mismo tiempo extendía sus negocios: en 1922 se asoció con Fortunato Costa, un bodeguero de la provincia de San Juan y terminó quedándose con sus propiedades, en la localidad de Caucete, y compró una fábrica de muebles en Buenos Aires.

El informe más completo sobre las primeras actividades de Galiffi fue redactado por Raúl Peralta, un agente de la División de Investigaciones de Rosario que viajó de incógnito a Gálvez para realizar una pesquisa. En su relato identificó a sus cómplices, describió una especie de red montada bajo la pantalla de un restaurante y de una fábrica de licores y dijo que Galiffi hacía frecuentes viajes a distintas provincias.

En Gálvez, un comerciante laborioso; en San Juan, un bodeguero; en Buenos Aires, un fabricante de muebles dedicado a la compra y venta de casas y terrenos; en Rosario, un inversor cuyos hombres de confianza se llamaban Diego Raduzzo y Santiago Bue, complicados en hechos mafiosos. Galiffi siempre tuvo una máscara para ocultar su rostro. Le gustaba el teatro, era aficionado a la literatura y, sobre todo, le apasionaban los caballos de carrera. “Está ante un hombre honrado, ante un caballero, ante un honorable padre de familia”, le advirtió al periodista de Crítica.

Mafia limpia y mafia mala

En Rosario, Galiffi solía parar en Mitre 1379, donde vivía la familia de su esposa, Rosa Alfano. Su contacto inicial fue Cayetano Pendino, constructor de obras y rentista de reconocida influencia en el hampa que en la década de 1920 emergió como representante de una supuesta “mafia limpia”, como se llamó a un sector del crimen organizado que resultó amigable para la policía. El abogado de Galiffi, y prometido de su hija Ágata, un joven llamado Héctor Amato, era al mismo tiempo asesor jurídico de la policía de Rosario.

Según Carlos Cacciato, guardaespaldas de Galiffi y luego arrepentido, la “mafia limpia” designaba a las “personas que tenían ascendiente sobre los paisanos y que intervenían en las desavenencias que se producían”. Este sector se definió en oposición a la “mafia mala”, caracterizada por la violencia de sus procedimientos, cuyos principales representantes pertenecían a una nueva generación y seguirían más tarde las órdenes de Francisco Marrone, Chicho Chico. Lo que distinguía a la “mafia limpia” era su trato amistoso con miembros de la policía, y por eso aparecía en la prensa los diarios como “contramafia” y pasaba por ser una especie de organización de justicieros o de autodefensa de supuestas víctimas de extorsiones.

En familia

El casamiento de Galiffi con Rosa Alfano, joven siciliana radicada en Rosario, fue origen de uno de los mitos que rodeó a su historia. El periodista Gustavo Germán González transcribió una versión en sus Crónicas de El Hampa Porteña: “Se contaba –no sé si era una leyenda o la verdad– que cuando [Galiffi] conoció a la que después sería su esposa, decidió conquistarla a cualquier precio. Se vinculó a la familia, aun sabiendo que la muchacha estaba comprometida a casarse con su novio en una fecha próxima. La víspera del día del casamiento, Galiffi salió de paseo con el novio y éste nunca más volvió a aparecer”.

La historia tuvo amplia repercusión cuando Galiffi se convirtió en objeto de atención periodística. Fue a principios de 1930, cuando la prensa lo bautizó “el enemigo público número 1”, en alusión a la figura que se instaló en el imaginario colectivo a partir de la película Public enemy, de William Wellmann (1931). “Rosa Alfano se casó hace varios años con otro hombre, el que la misma noche de la boda desapareció misteriosamente. Durante la fiesta de la boda habría sido sacado el flamante marido con un pretexto de la casa donde se realizaba la reunión. Se le dijo que alguien deseaba hablarlo en la calle, y el hombre salió alegre y confiado, no regresando más”, dijo por ejemplo una crónica de La Capital de marzo de 1933.

El prontuario policial de Galiffi incluye un informe manuscrito y anónimo sobre la historia. Según esta versión, el rival se llamaba Salvador Spinelli, un empleado de buena posición. El 12 de julio de 1911 se casó con Rosa Alfano y desapareció “a los siete u ocho meses”, cuando su mujer estaba embarazada. “Se cree que fue asesinado y se sospechaba de Galiffi, pero nada se comprueba”, señaló el informe policial.

El 20 de diciembre de ese año, Rosa Alfano tuvo un hijo al que llamó Antonio Spinelli. Según el informe policial, el niño fue rebautizado más tarde como Salvador Galiffi e inscripto con ese nombre. Salvador Galiffi aparecería como administrador de los negocios familiares en San Juan, cuando Chicho Grande fue detenido a raíz de la conmoción por el asesinato de Abel Ayerza, pero su rastro se pierde en lo sucesivo, a diferencia de lo que ocurrió con Ágata Cruz Galiffi, nacida en Rosario en julio de 1916 y convertida en leyenda.

Lo que se dice un profesional

Durante mucho tiempo, los datos obtenidos sobre sus actividades tuvieron como único destino los cestos de papeles de la policía y la justicia. El 3 de julio de 1912 la policía de Córdoba solicitó sus antecedentes a la de Rosario y lo clasificó como mafioso. Su prontuario reunió enseguida varias entradas por robo: el 12 de septiembre de 1912 y el 13 de mayo de 1913, en Salta; el 20 de marzo de 1914, en Córdoba. También fue detenido el 29 de abril de 1914 en la División de Investigaciones de Rosario en averiguación de antecedentes.

El 18 de julio de 1922, el jefe de Investigaciones de la policía de Salta, R. Manigot, informó que Galiffi “al ser detenido el año pasado ha declarado ser profesional del delito” y que “trabajaba” en complicidad de un tal Elías Jorge Capaz. La presencia de Chicho Grande había sido frecuente en esa provincia entre 1912 y 1918, “bajo varios nombres y el seudónimo de Alonso”. El 29 de octubre de 1920, además, lo había detenido la policía de Jujuy, por el asalto a un pagador del ingenio La Mendieta. En la capital cordobesa, Galiffi fue acusado asimismo por el robo de 80 mil pesos en alhajas y bonos del tesoro provincial a la joyería de Jorge Moussion, el 23 de julio de 1922, en compañía de Alfonso Pulizzi, italiano de 41 años, registrado en 1912 como mafioso por la policía de Rosario y domiciliado en Gálvez.

El 6 de junio de 1928 lo acusaron por estafa en San Borjas, Río Grande, Brasil. A raíz de este episodio salió a la luz otra de sus empresas, la compañía maderera Kuperman y Galiffi, con sede en Santo Tomé, provincia de Corrientes. El denunciante, que no era otro que el socio de Chicho Grande, fue abordado en la calle por un desconocido, que le entregó un sobre vacío y acto seguido lo apuñaló. El crimen quedó impune, pero el capo recibió una especie de condena social: el Jockey Club le impidió presentar sus caballos en el hipódromo de Palermo.

A principios de 1932, se radicó en Montevideo y compró una casa en Francisco Vidal 617, en el barrio de Pocitos. Ese año presentó una declaración de bienes restringida a tres propiedades en la localidad de Trinidad, vecina a la capital sanjuanina, otras tres en el departamento de Caucete, con viñedos y cultivos, y la bodega en la ciudad de San Juan que elaboraba los vinos Galiffi.

En desgracia

Otro arrepentido, Simón Samburgo, aportó en 1938 detalles de las actividades ilegales de Galiffi en Buenos Aires –“protección” a comerciantes y secuestros extorsivos- y en particular de su vínculo con Francisco Marrone, con quien en principio estuvo en buenos términos pero al que finalmente mandó a asesinar, como desenlace del enfrentamiento que ambos capos mantuvieron entre 1932 y 1933.

Samburgo declaró que fue Galiffi quien ordenó el secuestro del médico Jaime Favelukes, ocurrido en Buenos Aires a principios de octubre de 1932, y por el cual los mafiosos cobraron un rescate cuyo monto permaneció en secreto. Y también quien le bajó el pulgar a Silvio Alzogaray, el corresponsal del diario Crítica en Rosario, asesinado por los sicarios Carlos Cacciato y Juan Micheli unos días después.

Alzogaray había publicado unos artículos donde sugería la responsabilidad de Galiffi en el secuestro de Favelukes, sin mencionarlo. Además de corresponsal de Crítica, era redactor del diario Ahora, que se publicaba en Rosario y donde había desarrollado una campaña de denuncia sobre apremios ilegales y persecución a obreros en el barrio de Arroyito y, en particular, sobre el asesinato del chofer José González a manos de la División de Investigaciones. “La policía de Rosario es una policía primitiva. Sigue creyendo que es el amo de la ciudad y que puede disponer de la libertad de los ciudadanos”, dijo el diario el 29 de agosto de 1932.

En el reportaje que le concedió a Crítica, Chicho Grande describió así su posición de liderazgo: “Ellos [los connacionales] saben que a Juan Galiffi, por las buenas, todo: ¿un enfermo?, ¿uno sin trabajo?, ¿un fracasado que quiere volver a su patria? Bien. Pero… ¿de guapo? No. De guapo, vamo a vere… [sic]”. Sin embargo, nunca pudo ser condenado por ningún hecho mafioso. Paradójicamente, terminó preso y deportado como consecuencia de un delito que no cometió, el secuestro y asesinato de Abel Ayerza (octubre de 1932 - febrero de 1933).

Los responsables del crimen de Ayerza, que conmocionó a la opinión pública nacional, pertenecían a una segunda línea de la banda de Chicho Chico, integrada por Santos Gerardi y Romeo Capuani, entre otros. Chicho Grande se presentó a la policía con la esperanza de zafar de las acusaciones, pero la presión social y el apuro de la policía por hacer buena letra después de años de negligencia y complicidad lo condenaron. En principio lo mantuvieron preso en base a la declaración de Francisco Gallo, que lo acusó de haber participado en el reparto del rescate pagado por el secuestro de Marcelo Martin, el hijo del presidente de la Bolsa de Comercio.

Martin fue secuestrado el 29 de enero de 1933 en Paraguay y Urquiza y apareció sano y salvo dos días después. Galiffi demostró que en esos días no estuvo en Rosario y el 11 de junio, cuando quedó en libertad, fue aclamado por unos cincuenta paisanos que lo recibieron en los corredores de los Tribunales de Rosario. Pero se había convertido en un “indeseable”, según la terminología de la época.

El 1º de diciembre de 1933 la Justicia Federal anuló su carta de ciudadanía argentina, con el argumento de que había sido otorgada en base a un informe de la policía que ocultaba sus antecedentes delictivos. Al cabo de un proceso judicial, fue deportado el 17 de abril de 1935. Un día antes, su hija  Ágata se casó con el abogado Rolando Gaspar Lucchini, quien se convirtió en administrador de los bienes de la familia. Según la leyenda, el regalo de bodas de Galiffi fue una partida de dinero apócrifo que le había encargado a un célebre falsificador, el alemán Otto Ewert, y que años más tarde Ágata trataría de hacer circular en Tucumán.

En febrero de 1939 lo detuvieron en Milán por adulteración de documentos y falsificación de dólares. Lo curioso fue que usaba un documento a nombre de Victorio Cassaro, siciliano radicado en Rosario, ahijado de Diego Raduzzo; otro de los detenidos, Pascual Casaroli, figuraba como nacido en Rosario en 1888 y con prontuario en la sección Robos y Hurtos de la policía de la ciudad.

“Juan Galiffi avanza a paso resuelto -escribió el periodista de Crítica que lo entrevistó en Buenos Aires-. La cabeza muy echada hacia atrás y sobre el hombro derecho; la mirada larga y firme, una vaga sonrisa bajo el bigotito negro de finas y oblicuas guías, y restregándose las manos, como si las viniera enjabonando. En la puerta del despacho se detiene y saluda con una correcta reverencia”. Era también su despedida. Chicho Grande murió el 30 de junio de 1943 en Milán, sin poder cumplir el sueño de regresar a la Argentina.

Mezclao con Stavisky va Don Bosco 
y “La Mignon”
Don Chicho y Napoleón
Carnera y San Martín

Enrique Santos Discépolo (1935)

Pero en lo sucesivo no dejaría de estar presente como emblema de una época. Ya en 1933 el dramaturgo Alberto Novión se inspiró en su figura para componer el drama Don Chicho. Enrique Santos Discépolo lo recordó en una estrofa de Cambalache (1935). 

En 1953 David Viñas recreó su historia en la novela Chicho Grande, que firmó con el seudónimo Pedro Pago. A fines de la década siguiente, la revista Boom comenzó en Rosario el rescate de su historia en perspectiva histórica a través de una serie de notas que, según antiguos redactores del mensuario, escribió Alfonso Coletti. En la actualidad, la banda de rock La Galiffi homenajea explícitamente en su nombre al jefe del célebre clan mafioso y Scraps se inspiró en los hechos históricos para componer Sicilia.