El referéndum celebrado en Gran Bretaña determinó el abandono de la Unión Europea. Algunas consecuencias pueden anticiparse, pero un efecto dominó imprevisible está en marcha.

Finalmente el Brexit -British exit- triunfó. Con una histórica participación que alcanzó el 72 por ciento, los británico eligieron por un margen estrecho dejar la Unión Europea (UE), el bloque de integración regional más importante del mundo y el principal actor comercial planetario con un mercado de alrededor de 500 millones de personas.

Ya en 1975 se había celebrado un referéndum acerca de la permanencia del país en la Comunidad Económica Europea, precursora de la UE, con resultado favorable. Lo cierto, es que los británicos siempre se sintieron distintos al resto de los europeos. Refugiados en sus islas, a veces se mantuvieron ajenos a los conflictos continentales, y a veces participaron activamente, o bien intentaron manipular las crisis europeas en su propio beneficio.

La situación cambió tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los europeos occidentales se percataron de que si no terminaban definitivamente con sus disputas, se encaminaban a convertirse en países inviables frente al avance de soviéticos y estadounidenses primero y frente al proceso de globalización después. En ese contexto, el Reino Unido se plegó a la UE por considerarla conveniente y porque le permitía hacer cierto equilibrio con los Estados Unidos, su aliado todopoderoso.

Para los británicos la UE siempre representó una alianza con fines comerciales, y las ventajas económicas fueron un elemento de seducción para la permanencia en el bloque. Pero siempre existieron cuestiones políticas difíciles de digerir en el medio. La UE representó un nuevo orden político en Europa desde que los dos viejos rivales continentales -Francia y Alemania- abandonaron la guerra como vehículo para resolver sus disputas para convertirse en aliados comerciales. El Reino Unido, habituado a un rol de árbitro de las disputas continentales pasó a cumplir un papel más expectante que protagónico. Y nunca les gustó sentirse una potencia de segundo orden.

¿Por qué ganó el Brexit?

La explicación de qué fue lo que llevó al 52 por ciento de los votantes a inclinarse por la salida de Gran Bretaña de la UE tiene múltiples causas. La reciente crisis del Euro y la percepción de pérdida de influencia en las decisiones comunitarias, especialmente en aquellas relacionadas con el sector financiero -principal motor de su economía- son algunas de ellas.

Pero tuvo mayor peso aún el creciente flujo migratorio procedente desde Asia y África especialmente, que impactó aumentando la oferta de trabajo y, por lo tanto, contribuyó a la disminución de los salarios, facilitada por las medidas de flexibilización del mercado laboral adoptadas por el gobierno conservador.

El Reino Unido es del grupo de los siete países más industrializados del planeta (G-7), y el que más rápida recuperación tuvo desde la crisis económica que atraviesan los países centrales desde 2008. Pero también es aquel donde más disminuyeron los salarios reales desde el inicio de la crisis. Como consecuencia, en la actualidad los salarios apenas se recuperaron y la infraestructura del país presenta un fuerte desgaste producto del aumento de población que supuso la inmigración y los recortes presupuestarios. En definitiva, los beneficios de la recuperación económica no se vieron reflejados en amplios sectores de la sociedad.

Todo lo expresado concluyó por convertir a la inmigración en un tema central del debate político británico, algo que sucede en casi toda Europa y también en los Estados Unidos. A eso se agrega la crisis de la dirigencia política tradicional que parece cundir por casi todo Occidente. Muchas personas dejan de creer en los políticos tradicionales por considerarlos ineficaces o corruptos, y se refugian en discursos nacionalistas y xenófobos de líderes outsiders o agrupaciones políticas antisistema que son muy hábiles al momento de construir chivos expiatorios a partir de los mayores miedos sociales: perder el trabajo a manos de un extranjero, temor a lo diferente, miedo al terrorismo, etc.

¿Qué puede pasar a partir de ahora?

Si bien muchas de las consecuencias son todavía difíciles de prever, hay algunas que ya pueden adelantarse.

1. Crisis política. El Partido Conservador y su líder, David Cameron, enfrentan una derrota difícil de explicar. Cameron tuvo cierto éxito respecto de las políticas económicas, mantuvo a Escocia dentro del Reino Unido y había triunfado de manera clara en la últimas elecciones nacionales. Sin embargo, no pudo convencer a los británicos de permanecer en la UE, pese a que había obtenido la promesa de todo tipo de ventajas del bloque regional si el Reino Unido permanecía en él. Era previsible que un triunfo del Brexit provocara su renuncia, que ya fue fijada para octubre. Los británicos deberán elegir entonces un nuevo gobierno.

Para la UE, la pérdida del segundo país más poderoso del bloque tiene consecuencias aún imprevisibles. Ya hay agrupaciones en varios países europeos pidiendo referendums para revocar la pertenencia al bloque.

2. Crisis económica. Los mercados ya reaccionaron negativamente a la salida del Reino Unido de la UE. La libra esterlina cayó. Seguramente el euro siga sus pasos. Comercialmente, habrá dificultades para colocar los productos británicos en la UE que ya no tendrá el compromiso de recibirlos tan fácilmente. Financieramente, Londres podría perder su lugar como la plaza más importante de Europa, teniendo en cuenta que el mercado financiero es sustancial para la economía británica. El comercio también se verá afectado para una UE cada vez más debilitada en su competencia con los Estados Unidos, China y los demás países emergentes.

3. Crisis social. Pese a la creencia de vastos sectores sociales de que prescindiendo de inmigrantes su situación mejorará, podría suceder exactamente lo contrario. Gran Bretaña coloca el 57 por ciento de sus exportaciones en el mercado de la UE ¿seguirá sucediendo esto luego del Brexit? Si no es así, podría haber una crisis productiva con la consecuente pérdida de fuentes de trabajo. Esto afectaría los ingresos del país y su Producto Bruto Interno (PBI).

Asimismo, la sociedad británica aparece dividida en dos mitades, una que prefería mantenerse dentro de la UE y la otra que optó por la salida. Esto se combina con datos regionales: los escoceses, irlandeses del norte y la mayoría de los londinenses quisieron mayoritariamente permanecer en la UE, al contrario que la mayoría de los ingleses y galeses.

Esas diferencias regionales y sociales se podrían acentuar peligrosamente si la salida de Gran Bretaña de la UE se traduce en un fracaso. En la UE se verán afectados los flujos migratorios en plena crisis de los refugiados procedentes de Asia y África, sin contar el limbo en el que quedarán los miles de trabajadores continentales que viven en Gran Bretaña.

4. Un beneficio inesperado para Argentina. Imprevistamente, Argentina podría verse beneficiada en la puja por la soberanía sobre las Islas Malvinas y en la proyección del territorio nacional sobre la Antártida. Será siempre menos dificultosa una eventual negociación bilateral con Gran Bretaña si ese país ya no cuenta con el respaldo del bloque europeo. De hecho, la soberanía de los territorios de ultramar de los países miembro de la UE, estaba respaldada por el bloque. El Brexit debilita la posición británica sobre Malvinas.

En definitiva, el Brexit desató un efecto dominó que es difícil prever si terminará en éxito o en fracaso. Recién están cayendo las primeras fichas.