En estas últimas semanas, la noticia de cambios en la escuela secundaria corrió como reguero de pólvora a partir de un informe que menciona mejoras que podrían implementarse, cuestiones que venimos planteando hace muchos años los especialistas.

Adolescentes aburridos, profesores "taxi", desgranamiento escolar, ausencia de flexibilidad en los cursados, enseñanza por disciplinas, evaluaciones estereotipadas y docentes “quemados”, son algunas de las temáticas que consideramos urgente a resolver, pero desde mucho antes de los resultados del Operativo Aprender.

Ya  es una clara certeza que  la escuela no es un espacio homogéneo, pues la presencia de variables socioeconómicas y culturales juega un papel importante en el éxito educativo. Un gran obstáculo radica en que muchos jóvenes atraviesan por situaciones de precariedad y pobreza, por lo que deben asumir ciertas responsabilidades con el fin de ayudar al bienestar de sus familias. Y, sin embargo, en la institución escolar, se sigue pregonando viejas proposiciones que marcan prácticas áulicas  un tanto rígidas.

Es de reconocimiento público la existencia de un desajuste entre las características de la oferta educativa y el desempeño real de los actores del proceso pedagógico; es decir, la escuela enseña algo que a los estudiantes no les interesa. Desde esta perspectiva, existe un malestar docente, así como un malestar de los alumnos, que no encuentran en la escuela un espacio significativo. Dicho malestar, explicitado en toda la población escolar, se manifiesta claramente en el cansancio de los profesores y en la abulia de los estudiantes, quienes justifican su estar en la escuela con objetivos a largo plazo o porque  no les queda otra opción.

En Santa Fe, según el Censo 2010, de los 3.104.537 ciudadanos que la habitan, 795.435 son jóvenes de entre 15 a 29 años; de entre los cuales 398.466 son varones y 396.969 son mujeres. De este modo, las juventudes representan un 24,9% de la población total de la provincia.

Por lo tanto, es necesario pensar qué hacer con el 25% de población, porcentaje que no está en la escuela en su totalidad, y reconocer las diferencias que la caracterizan en función de  las trayectorias individuales y socio- culturales, ampliando la mirada a nuevas juventudes. Las costumbres, el lenguaje, las formas de ser y estar en el barrio y los valores están enmarcados en una cultura regional con características singulares.

Sin embargo, en general, en la escuela, se ve a los jóvenes en el marco de  estereotipos rígidos,  con una mirada cristalizada, como si todos los estudiantes de un curso fueran iguales.

Ahora bien, si pensamos a la juventud como construcción sociocultural, que contemple la historia biográfica del sujeto, se podrá ir reconociendo las singularidades en sus propias trayectorias. El programa provincial “Vuelvo a estudiar” tomó en cuenta esta perspectiva y ofrece a los adolescentes retomar la escuela con otro recorrido superador al habitual. De esta forma, se ha recuperado lo que no se debería haber perdido.

Sin embargo, recién ahora el Estado nacional se está cuestionando a la escuela, con un formato napoleónico, por disciplinas, cuando ya es harto sabido que la realidad que rodea a los estudiantes es diversa y compleja.

Para ello, debemos trabajar fuertemente en la formación y capacitación docentes a fin de lograr los cambios que se comenzaron a pensar. Si tomamos en cuenta que, según datos estadísticos, América Latina es la región más desigual del planeta, es necesario direccionar los proyectos institucionales como un instrumento para avanzar en una transformación progresiva del modelo institucional de la educación secundaria y de la prácticas pedagógicas que implica, generando cursados formativos diversificados.

Si formamos estudiantes que cuestionen y que puedan reflexionar sobre sus procesos de aprendizaje,  capaces de tener un pensamiento crítico respecto de su contexto,  si ayudamos a que se piensen como sujetos, que puedan elegir ciertos recorridos, bajo un proyecto institucional coherente, podremos ir acercando la brecha entre la cultura escolar, es decir, lo que pretende la escuela, y la cultura juvenil, los recorridos individuales,  a fin de sostener trayectorias de aprendizajes válidas y contextuadas.

A veces sólo es necesario tener políticas públicas claras, democráticas y consensuadas para ir logrando cambios al interior de la sociedad.