La profesora de Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y doctora en Educación por la Universidad de Entre Ríos (UNER) Natalia García presentó una investigación donde busca levantar el velo sobre una práctica común en la última dictadura pero no demasiado difundida: los "espías civiles" relacionados con la educación que oficiaban de delatores.

La investigación postdoctoral (Conicet-UNR) destaca la muchas veces subestimada colaboración civil en la única dictadura militar. Editado por Prohistoria Ediciones, La educación clandestina. Espiar, colaborar y depurar se presentó en sociedad el jueves pasado en el Museo de la Memoria, ya está en las librerías.

En diálogo con Rosarioplus.com, la investigadora adelantó que “se investigan 64 casos de todo el territorio provincial y de lo más heterogéneos, varios de Rosario y Santa Fe, pero muchos también en pequeñas localidades, donde no se sospecha que hayan ocurrido estas prácticas”.

En el texto se narran historias oficiales aunque poco difundidas, porque están guardadas en cajas del Archivo Provincial de la Memoria de Santa Fe, en la colección Ministerio de Educación y Cultura: directores, supervisores, padres y vecinos que enviaban datos al ex Servicio de Informaciones. Los más entusiastas enviaban cartas de denuncia hasta al propio presidente de facto Rafael Videla.

Las historias son estremecedoras. Se trata de integrantes de la comunidad educativa de la provincia de todos los niveles (primarios, secundarios, terciarios, universidades), también de escuelas técnicas, sin distinción entre instituciones públicas y privadas.

"Por la ley de prescindibilidad docente se amenazaba a las instituciones que si no echaban a tal persona, se les quitaba el subsidio”, explicó la autora, a la hora de analizar qué impulsaba a estos civiles a delatar.

El 90 por ciento de estos casos terminaron cesanteados y sin poder desempeñarse en su profesión, remarca García. Una de las historias más complejas fue la de una “docente madre de dos subversivos”, como dieron en llamar los propios militares. La maestra, de nivel primario, se excedía en las licencias solicitadas y solía presentar parte de enferma. Al revisar las fechas de las licencias, confirmaron que sus faltas coincidían con la fecha en que falleció su marido “por circunstancias raras”, su hija había sido detenida, y su hijo fallecido “caído en combate”, como se decía a través de los medios.

Había dos modalidades de espionaje: “Estaban las investigaciones del propio ex Servicio de Informaciones, que al ir tras un docente o director preguntaban al entorno, y obtenían colaboradores que prestaban datos", remarcó García. Pero, además, "estaban los civiles más ‘entusiastas’ que mandaban cartas al ministro de Educación Orlando Pérez Cobo o directamente a Videla o Massera, dejando así a personas fichadas”.

La investigadora contó que eligió el nombre La educación clandestina a la hora de dar forma a la historia reciente de Santa Fe, ya que cada hoja del archivo en el que se basó cuenta con un sello que dice “estrictamente confidencial”. Relacionó esta categoría al hecho de que, durante el terrorismo de Estado, existió un desdoblamiento entre lo oficial y público, y lo secreto subterráneo.

Dentro de las escuelas también se espiaba. “Reconozca a su enemigo: subversión en el ámbito educativo”, es el título de un documento que el Ministerio de Educación de Santa Fe enviaban a todas las instituciones escolarizadas para debatir en plenarias y aplicar en prácticas cotidianas.

La docente universitaria reconoció el gran costo emocional que implicó su investigación: “En lo intelectual fue un desafío comprender cómo operaba el sistema de espionaje civil, pero en lo humano me costó mucho, fue muy fuerte el impacto visual que tenían las cartas de los civiles y los partes oficiales con la escritura al margen con la palabra ‘Ejecutar’”.

Se trata, aseguró, de una temática con una carga muy grande por ser historias civiles y dentro del sistema educativo, y viene a romper con esa idea de que “a los militares no les interesaba la educación, cuando ésta era central en sus objetivos”.

Esta temática remite, según su propio análisis, al presente directo, ya que “el libro viene a decir: ojo con los chismes de pasillo porque no sabes a dónde llegan. Es un tema para que los ciudadanos entiendan su responsabilidad en la comunidad”.