El siglo XXI se ha caracterizado por su inestabilidad, especialmente en lo que se refiere a la política y a la supervivencia de los liderazgos políticos. Los vertiginosos tiempos comunicacionales y la persecución de respuestas prácticamente inmediatas a los conflictos, han acelerado los tiempos de la política, dejando expuestos a los dirigentes al duro y cambiante escrutinio público.

En ese contexto, la figura de la canciller alemana, Angela Merkel, se destaca por su supervivencia, fundada en los pilares de una próspera política económica, un claro poder de gestión que dejó de lado el debate ideológico, y un olfato extraordinario para advertir los cambios sociales para poder conducirlos en vez de confrontarlos. Estos factores explican en buena medida el triunfo de Merkel y el que será su cuarto mandato consecutivo tras las negociaciones de rigor que deberá realizar para formar una coalición parlamentaria que la sustente, presumiblemente con los partidos liberal y ecologista.

Sin embargo, la victoria oficialista registró una merma de votos propios (obtuvo un 33 por ciento,  8,5 puntos menos que hace cuatro años) que coincidió con el ascenso de la izquierda y -lo que despertó mayor preocupación- la irrupción de la ultraderecha en el Parlamento tras 72 años de ausencia, desde la caída del Nazismo.

¿Es Alternativa para Alemania un partido neonazi?

No, es un partido de ultraderecha pero no es un partido neonazi. Si bien es cierto que sectores afines al neonazismo han engrosado sus filas, Alternativa para Alemania (AfD) es una agrupación bastante nueva -tiene sólo cinco años- con una propuesta originaria de oposición a la zona euro, en la que entendía que Alemania concluía subsidiando a los países más pobres de la Unión Europea (UE). Sin embargo, su ideología rápidamente se convirtió en “anti”: está en contra de la UE, en contra del Islam, rechaza a los inmigrantes y a los refugiados y se opone al aborto. Muchos de estos postulados le dan apariencia de neaonazi a AfD. Sin embargo, el partido no se comporta necesariamente como antisistima y, en principio, carece de pretensiones totalitarias, algo que caracterizaba a la agrupación liderada por Adolf Hitler.

AfD se asemeja más bien al resto de las ultraderechas europeas como la de Holanda y la de Francia, las cuales despiertan preocupación -en buena hora que lo hacen- con el agravante de que el peso simbólico de Alemania es mucho mayor por tratarse del país que albergó a la más cruenta forma de fascismo registrada hasta la fecha.

Quizás el elemento más preocupante que aporta AfD a la actualidad alemana es su islamofobia, la cual concluye por hacerle el caldo gordo al terrorismo fundamentalista que acusa a Occidente de pretender destruir al Islam. Ambos extremos se favorecen a su modo y nutren el mensaje del denominado “choque de civilizaciones”.

El programa de AfD y la advertencia para Alemania

En las elecciones del domingo pasado AfD logró ingresar en el Parlamento alemán (Bundestag) con un 12,6 por ciento de los votos, convirtiéndose en la tercera fuerza electoral del país. El porcentaje de sufragios obtenidos es especialmente relevante si tiene en cuenta que el Nazismo obtuvo en su primera elección en 1924 sólo el 6,6 por ciento. AfD ingresa al Parlamento con un aval aun mayor y esos votos se traducirán en 94 bancas parlamentarias que amenazan con convertirse en una pesadilla para el gobierno de Merkel. Los dos principales candidatos del partido, Alexander Gauland y Alice Weidel, expresaron tras su buena performance electoral que quieren “cazar a Merkel” para “rescatar a nuestro pueblo y a nuestro país. ¡Cambiaremos a este país!”. Weidel anunció que la primera iniciativa legislativa será pedir una comisión parlamentaria para investigar a Ángela Merkel pues entiende que  “violó las leyes al permitir la llegada de cientos de miles de refugiados”.

Independientemente de la provocación, el programa electoral de AfD, se concentra en torno a cuatro puntos principales, a saber: la exclusión del Islam, la migración, el fortalecimiento de la familia alemana y la salida del país de la UE.

El antiislamismo es abordado como un problema de seguridad nacional. AfD promueve la idea de que la mayor amenaza para la seguridad alemana proviene del terrorismo islamista internacional, al cual apunta a combatir con todos los medios legales posibles. Pero supone peligrosamente que el gran número de refugiados musulmanes representa un peligro creciente porque podrían albergar a potenciales terroristas. Y hasta sugiere medidas directamente ilegales, como por ejemplo que la Policía pueda disparar contra migrantes que intenten ingresar clandestinamente al país.

La cuestión migratoria no se detiene ahí. AfD reclama el cierre de las fronteras para proteger al país de la llegada de migrantes no calificados y la creación de una fuerza especial que proteja los límites fronterizos. El partido exige la eliminación del derecho de asilo y se opone a que los hijos de inmigrantes nacidos en Alemania tengan derecho a adquirir la nacionalidad.

En cuanto a la familia, AfD manifiesta que la reducción de la población alemana originaria debe combatirse con una política de población que apuesta por la prohibición del aborto para promover la natalidad y asegurar con ello la continuidad del pueblo alemán, al tiempo que combate el ingreso de migrantes.

Respecto a la pertenencia al bloque comunitario, AfD señala en su programa la intención de que Alemania abandone la UE y recupere el marco como moneda nacional, objetivo que motivó el nacimiento del partido. AfD también se opone a los acuerdos de comercio exterior, está en contra de una hipotética adhesión de Turquía a la UE y pide que se cancelen las negociaciones para su ingreso en el bloque comunitario. El partido reclama además poner fin a las sanciones contra Rusia y se muestra a favor de trabajar de forma más estrecha con el gobierno de Vladimir Putin.

En definitiva, el reciente éxito electoral de AfD y su irrupción en el Parlamento constituye una advertencia para Alemania y para Occidente en su conjunto. En tanto el resto de los partidos políticos demuestren solvencia y capacidad de respuesta para afrontar los problemas de los alemanes, la amenaza será de baja intensidad. Pero si eso no sucediera, AfD podría ser junto a las demás ultraderechas europeas, la punta de lanza de una radicalización ideológica con resultado incierto en un mundo cada vez más complejo, intolerante y volátil.