Cuando se inscribió a la carrera de Relaciones Internacionales de la UNR, Pilar Bueno nunca imaginó que varios años después iba a estar sentada en Naciones Unidas defendiendo la postura argentina sobre el cambio climático en el Acuerdo de París. Aquel pacto alcanzado en diciembre de 2015 quedó ahora muy resquebrajado tras la decisión de Estados Unidos de retirar su apoyo y sus compromisos financieros.

Esta académica rosarina se integró a la Cancillería en 2013 por su experiencia científica en la problemática del cambio climático. Todas sus investigaciones  -tesis doctoral y trabajo en Conicet- abordan este fenómeno desde lo que hace -y no hace- el país en materia de política exterior.   

Bueno se define como una “convencida de la ciencia climática” y remarca la necesidad de una “fuerte acción internacional” para, al menos,  limitar los efectos adversos del cambio climático, un proceso que ya lleva décadas y que pone en jaque la sustentabilidad del planeta.  

Explicó que los países en desarrollo necesitan “financiamiento  y tecnología”  para cumplir con las propias acciones y con los compromiso asumidos en materia de mitigación de gases, principalmente el CO2. El giro aislacionista de Donald Trump atenta con la posibilidad que un país como Argentina cuente con recursos externos para implementar una política activa en la problemática.

“Como en cualquier política, hay una sinergia entre el gobierno nacional con los gobiernos provinciales y locales. Todas estas administraciones se van a ver afectadas en cuanto a la reducción del financiamiento climático. El efecto directo. Algunas de las acciones que nos comprometimos a hacer no las vamos a poder llevar a cabo ante la falta de recursos”, subrayó la investigadora.

-¿Cómo fue estar sentada representando a Argentina en la problemática del cambio climático?

-La experiencia fue muy fuerte. Yo soy una convencida de la ciencia climática y de la necesidad de una acción internacional, además de las políticas nacionales, para poder, al menos, limitar los efectos adversos del cambio climático. Al complicado tablero internacional se le sumó en aquel momento la coyuntura doméstica, porque en diciembre del 2015 estábamos en un momento  de cambio de gobierno. Salimos del país con ciertas directrices y el acuerdo se cerró el 12 de diciembre ya con el nuevo gobierno en el poder

-¿Cambió la posición argentina con el nuevo gobierno?

-No hay un cambio de 180 grados. Había un temor, es cierto. Hay continuidades y algunas diferencias, ese sería el mejor resumen. Nuestra principal línea roja, por ejemplo, sigue siendo la mitigación de gases en la agricultura. Pero hoy hay un discurso más fuerte en lo que respecto al financiamiento climático y en apoyar los distintos fondos verdes.

-¿Temían que la amenaza de Trump se convirtiera en realidad o la comunidad internacional pensó que era una mera advertencia discursiva?

-Esta posibilidad se abrió fuerte cuando Trump se consolidó como un actor fuerte en el escenario preelectoral norteamericano. En la convención se operó para tratar de revertir este discurso. Nos ilusionamos con el debate interno dentro de la administración de Estados Unidos con actores de peso pidiendo que el país se mantenga dentro del acuerdo y advirtiendo que en caso contrario se iba a perder un liderazgo ganado frente a otros actores como la Unión Europea y China. Pero finalmente triunfó la visión de Trump, con un discurso muy fuerte que marcan un quiebre. 

-¿Cuál es el principal quiebre?

El económico es uno. Los países desarrollados se comprometieron a poner 10 billones de dólares dentro de lo que se conoce como fondo verde. Estados Unidos se comprometió a poner tres billones, de los cuales uno se concretó durante la gestión de Obama. Ahora nos enfrentamos a un bache de financiamiento muy fuerte. Esos dos billones que faltan no van a ingresar.

-¿Cuál otro?

El aspecto discursivo no es menor. Al decir Trump que este dinero va a servir ahora para el bienestar de los norteamericanos, significa un retroceso en el esfuerzo de responsabilidad que llevó dos décadas para poder afianzarlo. Es un quiebre muy fuerte.  De igual forma, el proceso de retiro se va a concretar recién en cuatro años, por lo que muchos analistas especulan que en 2020 con otra administración esto se puede revertir. Pero ese tiempo perdido en materia de financiamiento y de mitigación no se recupera.

¿Cómo afecta a un país como Argentina?

-Los países en desarrollo necesitamos el financiamiento, los recursos y la tecnología para cumplir con nuestras propias acciones y con nuestro compromiso de mitigación. Se está dando una muy mal mala señal para el empresariado. Es retrotraer el debate a la dicotomía entre desarrollo económico y pico de emisión. Hay quienes sostienen que no se puede alcanzar un desarrollo sin la emisión de gases. Esto se suponía que era un discurso enterrado.

-¿Cómo nos impacta a los ciudadanos de a pie?

-Es una pregunta central. Es necesario pensar cómo el retiro de EEUU de este acuerdo se refleja en las acciones de todos los días de quienes estamos cubiertos por este paragua. Argentina presentó un documento en 2015 que ratificó el año pasado con el nuevo gobierno. Dice cuántas emisiones vamos a reducir, los sectores económicos dónde se van a reducir y también las acciones de adaptación. Ahora bien, todas estas administraciones, nacional, provincial y municipal, se van a ver afectadas en cuanto al recorte del financiamiento climático. El efecto es directo. Algunas de las acciones que nos comprometimos a hacer no las vamos a poder llevar a cabo ante la falta de recursos.

-¿Cuál es la responsabilidad que le compete a cada ciudadano?

-Tiene que quedar claro que esto se logra también con el esfuerzo de los 40 millones de habitantes. Un ejemplo, si la reducción de emisiones se aplica solamente al transporte público y no tiene ningún derrame sobre el transporte individual, los efectos de mitigación no serán tan determinantes

-¿Cómo trabaja la Municipalidad de Rosario en materia de política ambiental y climática?

-Estoy más involucrada con la provincia que con el municipio. A nivel provincial se acaba de formar la comisión de expertos de cambio climático. Hay reuniones para lograr un apoyo técnico. Respecto a la política municipal soy más bien una observadora. Nuestros desafíos locales son tan importantes que hay que reforzar los mecanismos existentes. Y para eso se necestian una redistribución de presupuestos. Los desafíos pasan por los impactos del cambio climático, que agudiza fenómenos que ya conocemos como las inundaciones. Llueven más milímetros en menos tiempos, el suelo no retiene, no tenemos los sistemas cloacales para esa intensidad. Esto está pasando.

-¿Es sensible el dirigente político argentino a esta problemática?

-El dirigente político argentino no ha sido muy ambientalmente comprometido por decirlo de alguna manera. Hay instalado en la sociedad un discurso que responde a la década del 60 y 70 de que las cuestiones ambientales son para los ricos, que no es un tema prioritario, etc. Esto se está revirtiendo de a poco. En la campaña del 2015 de ambos lados hablaron del cambio climático. Es un cambio positivo siempre y cuando el poder político pueda transmitirles a los ciudadanos los alcances y los efectos del cambio climático en sus vidas