El año pasado, la Cooperativa Communitas rompió el molde en materia de contención de jóvenes con problemas de consumo de drogas al inaugurar una “Casa Terapéutica Productiva”, un proyecto pionero en el país. La institución se abocó de lleno a la generación de proyectos formativos y ocupacionales -todos remunerados- para posibilitar una inclusión social y laboral.

Los creadores del programa obtuvieron el respaldo del gobierno nacional. Becas del Sedronar para jóvenes sin asistencia social y financiamiento del Ministerio de Trabajo para fortalecer los talleres productivos: textil, cocina, corte y confección, redacción, luz y sonido. Tan innovadora fue la iniciativa que el propio ministro de Trabajo, Carlos Tomada, participó en su día del corte de cintas.

El proyecto funcionó sin contratiempos durante todo el 2015. El cambio de gestión nacional encendió algunas alarmas. La retracción del Estado en materia social golpeó a la cooperativa durante el 2016. La altísima inflación se “comió” las partidas del Sedronar y el Ministerio de Trabajo no envió más fondos para reeditar los talleres. Algunos se lograron sostener gracias a la buena predisposición de los profesionales que aceptaron colaborar ad honorem.

Pero a diferencia de los programas asistenciales del Estado, en su mayoría desarticulados por la falta de fondos, Communitas capitalizó los saberes adquiridos en los talleres ocupacionales y se lanzó con éxito al mercado laboral. A puro pulmón, las autoridades crearon convenios tanto con el sector público como privado. Hoy en día, los 50 jóvenes que asisten al Centro de Día tiene una remuneración mensual por sus tareas productivas.

El trabajo textil y gastronómico se consolidó a través de los mercados populares. La revista “Que Sapa” se ganó un lugar en la calle: todos los meses se venden los tres mil ejemplares que se ponen en circulación. El sonido y la iluminación son hoy en día los rubros "estrellas" por la cantidad de eventos de fin de año. Los chicos trabajan a destajo todos los fines de semanas, desde espectáculos en el Monumento a la Bandera organizado por la Municipalidad hasta el recital de Baglietto y Vitale en el coqueto teatro El Círculo.  

“La posibilidad de desempeñarse en un oficio le cambió la vida a muchos chicos. Muchos de ellos llegaron a la cooperativa con muchos derechos vulnerados y hoy están juntando peso a peso para, por ejemplo, comprarse un terreno para construir una casa propia”, le cuenta a Rosarioplus.com Matías Senderey, responsable del proyecto junto a Camila Bettanin.

A su juicio, hay tres variables que se modificaron respecto al 2015: la retracción del Estado, el hambre que cala cada vez más hondo en los barrios de la periferia y el hostigamiento policial que sufren los jóvenes.

“Nosotros subsistimos por fuerza propia. El Estado nacional se desentendió de la problemática. El retroceso es evidente”, detalla sobre el primero de los puntos. Y completa el panorama: “Vemos un hambre y una necesidad de comida que antes no veíamos, como también un aumento de casos de abusos por parte de las fuerzas de seguridad”.   

La experiencia demuestra que la posibilidad de desarrollarse en un oficio quiebra la estigmatización que se arrastra por el consumo problemático. “Buscamos transmitir que el valor y la cultura del trabajo son muy importantes en esta problemática. Los resultados que estamos obteniendo avalan esta tesis”, concluye Senderey.