Nerea y Valentín son dos nombres propios entre miles de rostros anónimos que (sobre)viven en los márgenes de Rosario, allí donde no hay ley ni Estado, allí donde el anonimato solo se rompe con los balazos, los crímenes y las tragedias. Nerea y Valentín son la síntesis del absoluto abandono que sufren los jóvenes que nacieron sin nada. Cuerpos desechables y esclavizados. Vidas efímeras que se apagan rápido y en silencio. Desaparecidos que muy pocos buscan. Nerea y Valentín son la mayor espina de una ciudad fragmentada como pocas.

Nerea y Valentín jamás se conocieron, pero sus casos tienen mucho en común. Nacieron en contextos de pura exclusión y vulnerabilidad, encontraron algún sentido de pertenencia en el submundo de las drogas, se convirtieron en el engranaje más débil del negocio y cuando no vieron la salida se animaron a pedir ayuda. Nerea asumió su adicción y su calvario en el centro de salud municipal de su barrio. Valentín se sacó el traje de soldadito y denunció a sus explotadores ante un fiscal.

Para la Justicia, Nerea y Valentín figuran en un listado de personas desaparecidas. Hay claros indicios que ambos fueron asesinados, pero sus cuerpos aún no fueron encontrados. A Nerea se la vio por última vez a fines de enero. El 3 de abril, se encontraron huesos humanos calcinados a la vera de la autopista Rosario-Buenos Aires. Las prendas de ropa halladas en el lugar eran suyas. Sin embargo, el cadáver aún no fue identificado.

Desde Fiscalía le confirmaron a Rosarioplus.com que todavía están a la espera de los resultados de ADN y que una vez que lleguen los informes hay que hacer un “cotejo genético” con familiares de la joven. La identificación llevará su tiempo, aclararon en las oficinas de calle Montevideo. 

De Valentín no se sabe nada desde noviembre del año pasado. Se despidió de los suyos con un "ahora vuelvo" y nunca más se supo de él. Las pruebas recolectadas en la causa marcan que fue torturado y asesinado. Pero cuando fiscalía ordenó allanar el terreno donde supuestamente había sido enterrado, el cadáver ya no estaba. Solo se encontró una zapatilla con sangre.

Este domingo, el diario Rosario 12 dio detalles del caso: a mediados del año pasado, Valentín denunció con lujos de detalles a Los Cuatreros, banda que lo “acobijó” cuando era un niño. Dio nombres y detalló sus movimientos. A partir de ese testimonio, la Justicia provincial arrestó a sus principales integrantes y desarticuló por completo la organización. Pero se olvidaron de cuidar a Valentín, a quien no le perdonaron tamaña osadía.  

No hay soldaditas, hay esclavas

Nerea Barbosa tenía 22 años y dos pequeños hijos. Fiscalía la buscó con la siguiente descripción cuando desapareció. “Mide 1.60 metros, es delgada y de tez trigueña. Tiene el cabello negro, largo hasta los hombros y un tatuaje en el brazo derecho que dice “madre”. Fue vista por última vez el 10 de febrero en su domicilio de Roque Sanz Peña en la zona sur de la ciudad”.

Nerea y toda su familia se atendían en un Centro de Salud Municipal, una de las pocas instituciones del Estado que funcionan en los barrios de la periferia. La trabajdora social Marina Iraolagoitia trató a Nerea en más de una oportunidad.

“Nos contaba sus padecimiento con las drogas, quería recuperarse, estar bien. Intentamos todo lo posible para lograr un tratamiento, para ayudarla, algo muy complejo en su contexto de vida. Sentíamos que hiciéramos lo que hiciéramos era siempre insuficiente”, cuenta aflijida Marina. 

La de Narea no es una historia aislada. En Rosario hay muchas Nereas que ponen sus cuerpos en el negocio de la droga a merced de que hagan con él lo que sea. Son muchas las chicas que deambulan presas de los narcos. Para Marina, no existen "soldaditas", existen "esclavas de sus propios monstruos, de la sustancias y de quienes mandan en este oscuro negocio".

“Hay una relación distinta de las chicas con estos circuitos de consumo. Los soldaditos aportar su fuerza, su mano de obra. Las chicas para acceder a la droga tiene otra relación con la gente involucrada en estos ambientes”, explica.

Hasta que un día, como el caso de Nerea, no vuelvan más a sus casas. La reconstrucción de fiscalía es que fue secuestrada para vender drogas en la vivienda de un narco del barrio. La Justicia detuvo e imputó al propietario por el delito de privación ilegítima de la libertad agravada. De identificarse el cuerpo que fue hallado en la autopista, se sumaría el delito de homicidio. El cadáver tenía signos de haber sido quemado y un orificio de bala en el cráneo.

“Nadie protegió a Valentín”

Valentín Reales (16 años) creció en Cabín 9, en el límite con Pérez. Su madre se desentendió de él y de sus hermanos cuando empezaron a caminar. Hasta los 8 años vivió en un hogar de huérfanos, luego se instaló en la calle, sin techo propio. Rápidamente se transformó en un soldadito de Los Cuatreros, la banda narco de la zona.

A los 14, Valentín conoció una chica. La relación la cambió la cabeza. La madre de la joven lo invitó a vivir a su casa. Le dio cama y comida. Le hicieron ver que había otra vida posible, que tenía que abrirse del mundo de las drogas. Pero el muchacho fue un poco más allá: cansado de las golpizas y las agresiones luego de revelarse, se acercó a Fiscalía y contó todos sobre Los Cuatreros. Nombres, movimientos, proveedores y locaciones, entre otros datos.

A las pocas semanas, la Justicia realizó varios operativos y desarticuló la banda. Luego de eso, la familia que lo ayudó sufrió varias balaceras en su domicilio. A Valentín lo encontraron en un pool ubicado frente a la Subcomisaría 18, denunciada en reiteradas ocaciones por recibir coimas de los narcos del barrio. Se lo llevaron y nunca más nada se supo de su rastro. 

En Cabín 9 se sospecha que lo trasladaron a una casa de la banda, que ahí mismo lo torturaron, lo mataron y enterraron. Meses después, cuando los asesinos se enteraron de un allanamiento, sacaron el cuerpo para no dejar ningún rastro

El ex defensor general Gabriel Ganón patrocina a la mujer que ayudó a Valentín. Sus presentaciones ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos prosperaron con resultados favorables. Se ordenó la custodia efectiva de esta familia para evitar nuevos ataques y se le pidió al Estado santafesino que considere el caso como desaparición forzada de personas, por lo que la investigación debería pasar de inmediato al fuero federal.

La causa está ahora en manos del fiscal Guillermo Apanowicz, el mismo que lleva el caso de Nerea. “La verdad que la Fiscalía no hizo mucho. Lo que se hizo se hizo tarde. Había una casa donde supuestamente estuvo privado de la libertad Valentín y a esa propiedad la prendieron fuego hace 15 días. No se levantaron pruebas de ese lugar. El allanamiento en el terreno se tendría que haber hecho mucho antes. Cuando se hizo el cuerpo ya había sido movido de lugar”, señala Ganón.

Para el abogado, no hay dudas que Valentín fue asesinado. “Ahora falta encontrar el cuerpo y a sus autores”, agrega. Y se pregunta por qué nadie lo protegió tras su denuncia.

"Hay un clara aquiescencia que desencadenó en su desaparición. Contó detalles de cómo distribuían las drogas, cómo la llevaban. Dio nombres, detalló los puestos de venta. Después de eso nadie lo protegió, lo lanzaron a los lobos”, se queja Ganón.

Como si fuera poco, un testigo directo del calvario que vivió Valentín casi muere asfixiado en el Instituto para la Recuperación del Adolescente (Irar)  tras inhalar monóxido de carbono al incendiarse el colchón de la celda en la cual permanecía. Pablo V. tuvo que ser internado en terapia intensiva por la gravedad de las lesiones.

“Ese chico también fue soldadito de Los Cuatreros. Y cuando estaba en el Irar había empezado a hablar y a contar algunas cosas de Valentín. No sabemos si se prendió fuego o lo prendieron fuego. Pero después no habló más”, concluye Ganón.