El secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson,  se reunió con el presidente ruso, Vladimir Putin, y su par Serguei Lavrov, en la primera visita oficial a Moscú del jefe de la diplomacia de Estados Unidos desde la asunción de Donald Trump en la Casa Blanca, en un encuentro marcado por la tensión bilateral y las diferencias de las dos potencias, principalmente frente a la guerra en Siria. Lo coincidente pasó por apoyar que se investigue el ataque químico de la pasada semana en la provincia siria de Idleb.

Tras los esfuerzos de Tillerson y Lavrov por manejar la crisis bilateral con moderación, desde Estados Unidos Trump fue contundente y afirmó que las relaciones están en "un nivel mínimo" y que su gobierno no está "en nada de acuerdo con Rusia", un férreo aliado del gobierno sirio de Bashar al Assad, a quien calificó de "carnicero".

Desde el inicio el clima político en Moscú fue tenso e incómodo. Putin no confirmó hasta último momento si recibiría al enviado de Trump y tras la reunión a puertas cerradas, los secretarios de Estados de ambos países compartieron una conferencia en la prensa en la que no disimularon sus diferencias y, ante todo, la desconfianza que domina la relación bilateral.

"Hay un bajo nivel de confianza entre nuestros dos países. Las dos potencias nucleares más importantes no pueden tener este tipo de relaciones", se lamentó el norteamericano. A su vez, afirmó frente a las cámaras y al lado de Lavrov que Rusia había "interferido en las elecciones presidenciales" del año pasado en Estados Unidos.

A su lado, el ruso no se achicó ante los reclamos y las quejas de su par norteamericano. Al inicio de la jornada, el canciller ruso había tratado de marcar el tono de las negociaciones con un pedido claro: "No nos pongan en la falsa disyuntiva de estar con ustedes o contra ustedes".