Michel Miguel Elias Temer Llulia es el nuevo presidente de Brasil. De carácter frío, calculador y con una dilatada experiencia política, saltó de la conspiración en las sombras a la Presidencia de Brasil sin pasar por las urnas. A los 75 años, el abogado constitucionalista, católico y descendiente de una familia de origen libanés, asume un país dividido políticamente y en recesión, pero inflado de nacionalismo tras unos Juegos Olímpicos que pusieron a Brasil en la mira del mundo.

Mientras los brasileños seguían atentos al ruido de los Juegos, el proceso destituyente contra Dilma Rousseff avanzaba y Temer, presidente interino desde mayo, se afianzaba en el cargo y lograba que las denuncias por corrupción que le salpicaban pasaran desapercibidas.

Apenas apagadas las luces de artificio, Temer abandona el apellido de "interino" y asume la Presidencia de forma plena tras acompañar a Rousseff como vicepresidente desde 2011, liderar durante quince años el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el más importante del país, y ocupar tres veces la presidencia de la Cámara de Diputados.

Una larga carrera política que le permitió cultivar un importante caudal de influencia entre bastidores, pese a que nunca fue candidato a la Presidencia y probablemente no lo habría conseguido con el respaldo de las urnas si lo hubiera intentado.

Cuando asumió la Presidencia interina en sustitución de Rousseff, en mayo, apenas arrastraba el 3 por ciento de intención de voto, según las encuestas. Hoy roza el 10 por ciento. "Temer no sería elegido ni para presidir la comunidad de vecinos de su edificio", comenta un alto funcionario de la Cancillería que pide el anonimato.

Paradójicamente desde el 12 de mayo se calzó la banda presidencial y se arrogó el papel de "salvador" del país con la promesa de superar la profunda crisis económica y política, luego de que Rousseff haya sido separada de la Presidencia, en un principio, temporalmente.

Pero en los planes de Temer no cabía una sustitución provisional: "Gobierno como si fuera para siempre", dijo a periodistas extranjeros.

Ahora Temer afronta el desafío de mantener las alianzas que le sostienen, reconducir la economía y recuperar la confianza de la sociedad brasileña en su desprestigiada clase política.