Una empresa holandesa desarrolló un sistema que permite a los países en vías de desarrollo mejorar la distribución de agua potable entre poblaciones con difícil acceso. 

Cuando la gente de Grundfos empezó a evaluar la situación, descubrió que el acceso no era un problema. En la mayoría de las comunidades la gente se acercaba a los centros y pagaba por bidones de agua potable. El problema era el seguimiento de ese dinero. Lo verdaderamente difícil era recuperar esos recursos para volcarlos en infraestructura. 

Para resolver esto, decidieron crear un dispenser de agua que funciona igual que un cajero automático. La gente tiene una tarjeta, y puede comprar puntos en negocios locales o vía telefónica. Con esa tarjeta (más un bidón a mano) ingresan al “cajero automático”, con una interface tan sencilla como la de los que expenden dinero, y marcan cuantos puntos quieren cambiar por agua. Un “ok”, y desde una manguera sale agua para juntar en el bidón. 

Todavía está en una etapa de evaluación en cuatro países: Kenia, Uganda, Tailandia y Nigeria. El precio está subsidiado por los gobiernos y el costo final rondaría los 20 centavos de dólar por un bidón de 20 litros de agua.