El Banco Central volvió a aumentar la tasa de interés que pagan las LEBACs, ante las expectativas de inflación y de suba del tipo de cambio. Los críticos a la política antinflacionaria del gobierno argumentan que las medidas propician especulación financiera y deprimen la economía real.

La política monetaria del gobierno nacional para controlar la inflación se centra en el manejo de la  tasa de interés, aumentándola en los momentos en que el tipo de cambio tiende hacia arriba y las expectativas inflacionarias se aceleran.

Luego de las elecciones, las expectativas de inflación medida por el BCRA a través del relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), presentó un aumento del 22% al 23% anual para 2017. Incluso, algunos analistas estiman que el 2017 cerrará con un 25% de inflación, muy superior a la meta fijada a principio de año por el BCRA de 17%. Ante esta situación el BCRA decidió subir la tasa de interés por segunda vez en el último mes, tras haber sido congelada durante todo el año (de 26,25% en octubre a 28,75% el martes pasado).

Las críticas a la política monetaria del gobierno se pueden resumir en dos argumentos. Por un lado, el efecto sobre la economía real es negativo. La suba de la tasa de interés de referencia impacta en los créditos al consumo y a la inversión productiva, encareciéndolos, y por tanto, con efectos negativos en la actividad económica. Además, ante una economía que no acaba de dinamizarse, las empresas e inversores prefieren colocar sus excedentes en el mercado financiero por sobre la inversión productiva, retrasando aún más el repunte económico.

Pero el problema más importante es la sostenibilidad de este modelo. Las elevadas tasas de interés en conjunto con un tipo de cambio controlado, favorecen lo que comúnmente se conoce como Bicicleta Financiera, que consiste en el ingreso de capitales al país para ser colocados en inversiones de corto plazo con elevadas tasas de interés y, posteriormente, ser fugados al exterior. Pero para que esta dinámica sea sostenible, los “inversores” deben tener la confianza de que al vencimiento de las letras van a poder canjearlos por dólares y que esos dólares no se hayan encarecido sobremanera producto de la devaluación.

Ante el continuo déficit de la balanza comercial (importaciones mayores a las exportaciones), la única manera de que ingresen dólares es el endeudamiento externo y el ingreso de capitales para aceitar la propia especulación financiera. Si el flujo de capitales se corta, o si los inversores pierden la confianza, se aceleraría la fuga de dólares del país, y los objetivos del gobierno de contener el tipo de cambio y la inflación se volverían insostenibles.