Un halo de preocupación comenzó a instalarse en los últimos días en la Casa Rosada. Para algunos se trata simplemente de recuperar una cierta racionalidad política en el análisis, para otros en cambio, implica desmontar un creciente clima triunfalista que es desaconsejable para cualquier fuerza política frente a un proceso electoral. No se gana hasta que se gana.

Cambiemos empezó a barajar los escenarios de triunfo y de derrota también, sobre todo al calor del crecimiento de Cristina Fernández de Kirchner en provincia de Buenos Aires que figura primera en las encuestas de todas las consultoras que han trabajado en ese territorio.

El gobierno tiene un problema grave que conoce de sobra: No hay ni un solo indicador económico que lo beneficie. Es más, no hay casi nada para promocionar como acción de gobierno en más de un año y medio, más allá de la sensación de cambio en algunos temas y una manera diferente de hacer y comunicar política. Es poco para mostrar.

Siempre ha confiado en que la exhibición de los problemas judiciales de un nutrido grupo de dirigentes del gobierno anterior, le alcanzaría para contrarrestar los nulos resultados en materia económica. Y no se
equivocaban, salvo en un aspecto: Esa estrategia tiene fecha de vencimiento y después de ver acciones como las de Lopecito revoleando bolsos por encima de los muros de un convento, es difícil encontrar más material de ese tenor que conmueva a la sociedad.

El olvido es algo que opera para adelante, para atrás y para todos. Olvidar el apellido Macri en alguna campaña del ahora presidente para no asociarlo a los asuntos tenebrosos de su padre y de él mismo en su larga historia de relación con el Estado argentino; fue toda una estrategia, por ejemplo. Por eso Néstor Kirchner ironizaba: “Mauricio, que es Macri…” y seguía hablando.

La encuesta que el diario La Nación publicó hace dos semanas, fue lo que encendió la alarma en el gobierno que tiene además sus propias mediciones: La corrupción empieza a perder terreno en la consideración de la gente a medida que recupera primeros puestos el miedo a perder el empleo. Una relación lógica si se quiere, porque no puede haber problema más importante para nadie que tener ingresos asegurados y poder solventar a la familia.

El kirchnerismo lo ha puesto en términos simples al indicar que hay “una tensión entre el televisor y la heladera. El televisor miente pero la heladera no”, en referencia a la protección mediática de la que goza el gobierno nacional. La realidad nunca es tan maniquea, pero el ejemplo sirve.

El voto es una cuestión compleja, se decide no sólo con la panza, pero en un escenario de polarización como el que impulsa el gobierno la cuestión puede salir para el lado de cualquier polo. Un viejo dirigente nacional del peronismo decía esta semana que así como Cristina lo hizo presidente a Macri de tanto ponerlo enfrente; Macri “resucitó” a la ex presidenta de tanto subirla al ring para justificar las carencias de su gestión.