Es obvio a esta altura que el socialismo sabe jugar en las grandes ligas del poder. Lo demostró en su relación con el kirchnerismo antes y lo ratifica ahora con Mauricio Macri en la presidencia. La accidentada reunión del pasado jueves entre la intendenta Mónica Fein y el ministro del Interior Rogelio Frigerio, señaló el inicio de la campaña política 2017 en Santa Fe.

La intendenta fue a pedir fondos para financiar obras y el funcionario nacional terminó condicionando ese financiamiento a un ajuste en el personal municipal, sobre todo al que está vinculado al área de salud pública, el bastión más fuerte que tiene la administración del Frente Progresista en todos estos años.

El PRO manifiesta sentirse engañado por la versión que dio la intendenta al terminar la reunión, y el socialismo disparó la alarma de que el macrismo piensa sólo en el ajuste del Estado. Una advertencia política que puede funcionar muy bien también de cara al 2019 donde, en caso de un triunfo amarillo en la intendencia, el elector debería preguntarse si se sostendría la sólida decisión política de mantener un cuarto del presupuesto municipal para la atención de la salud pública.

A menos que Fein mienta decididamente, los términos del encuentro con Frigerio habrán estado a mitad de camino de lo que trascendió. A Frigerio no le habrá gustado el reclamo creciente del socialismo de fondos para obras más el dinero de la deuda por el fallo de la Corte Suprema por la caja de jubilaciones; y chicaneó a la intendenta con el manejo de su gestión que acumula un déficit importante en todos estos años. Esa mención ofendió a Fein que –según dicen- terminó la reunión discutiendo de pié con el ministro. En medio de esa andanada de dardos, Frigerio mencionó la situación de Santa Cruz y allí la intendenta decidió que era demasiado.

Conociendo a los actores, la relación entre ambos niveles del Estado y el contexto político, seguro que nadie miente. Pero es probable que las dos partes hayan exagerado. Con todo, la ganancia parece recogerla el socialismo que encaró una campaña difícil denostando al pasado y criticando al incierto futuro que propone el Gobierno nacional.

Los expertos en comunicación política sostienen que “tirarle” a dos adversarios al mismo tiempo no es recomendable. Desgasta demasiado, insume ingentes recursos y desvía mucho el eje de una campaña. Pero el socialismo cree que no tiene otro camino: Debe criticar al gobierno actual por sus políticas neoliberales, pero a la vez evitar que lo puedan asociar al pregonado descrédito kirchnerista. Una situación que advirtió ya desde el ballotaje de 2015 cuando se declaró prescindente de esa pelea.

En la provincia, la polarización no está dada con el kirchnerismo como pasa en Buenos Aires. Aquí el Frente Progresista aspira a polarizar con Cambiemos y a obtener los réditos que deriven de esa tensión.