La resolución 2334, que declara ilegales las colonias en territorios palestinos ocupados por violar el derecho internacional, recibió todos los votos a favor en el Consejo de Seguridad de la ONU, excepto el de los Estados Unidos, que renunció a ejercer el derecho de veto y se abstuvo, despejando el camino para su aprobación.

Lo curioso de la situación no fue que la ONU reprendiera al Estado de Israel por el procedimiento de asentamientos y colonización en los territorios palestinos. Lo curioso fue que el gobierno de los Estados Unidos no utilizara su poder de veto para bloquear la resolución como históricamente lo hizo. En la jerga criolla, la situación podría resumirse en la expresión “Estados Unidos le soltó la mano a Israel”, o bien -personalizando más el asunto- “Obama le soltó la mano a Netanyahu”. De acuerdo a los trascendidos del gobierno israelí, la administración Obama directamente habría incurrido en una traición lisa y llana al haber participado tras bambalinas en la redacción de la resolución de la ONU.

Los asentamientos de la discordia

Desde la culminación de la Guerra de los Seis Días en 1967, Israel inició una política de asentamientos de su población en los territorios conquistados, que son de hecho colonias construidas con el aval del Estado.

Se establecieron asentamientos en tierras que antes de la guerra pertenecían a Egipto, Jordania y Siria. En virtud de distintos acuerdos, Israel retiró en 1981 y en 2005 varias colonias de algunos de esos territorios. Sin embargo, la política de asentamientos siempre se mantuvo y las colonias han incrementado su número y su población, suponiendo muchas veces el desplazamiento de los habitantes originales, con el agravante de demoliciones y expropiaciones sin indemnización de las tierras.

Los asentamientos se encuentran ubicados actualmente en tres áreas, a saber, Cisjordania, Jerusalén Oriental y los Altos del Golán.

Cisjordania es un territorio bajo control parcial de la Autoridad Nacional Palestina pero bajo administración militar israelí. No obstante, hay que tener en cuenta que el 60 por ciento de Cisjordania se encuentra de hecho bajo control israelí total, y que los palestinos no gozan de una libre e irrestricta circulación. Unos 430 mil colonos israelíes viven actualmente en Cisjordania.

Jerusalén Este fue formalmente anexionada en 1980 a la capital israelí mediante la llamada Ley de Jerusalén y gobernada desde entonces según la legislación civil israelí. La comunidad internacional y la ONU consideran Jerusalén Este como ocupada militarmente por Israel y no reconocen la anexión. Alrededor de 200 mil colonos habitan actualmente el sector oriental de Jerusalén.

Los Altos del Golán, pertenecientes a Siria antes de la guerra de 1967, están integrados en el sistema administrativo israelí desde 1981, aunque formalmente no fueron anexionados y se encuentran pendientes de un futuro tratado de paz con Siria.

En este contexto se llevó adelante la semana pasada la votación de la ONU que condenó "toda práctica de colonización" y contó con la abstención estadounidense, lo que supone un cambio sustancial en las relaciones diplomáticas entre ambos países. El gobierno de Barack Obama considera la política de construcción de colonias en suelo palestino como un obstáculo insalvable en el camino hacia la paz entre israelíes y palestinos. Y este tema en particular constituye una de las mayores diferencias entre Obama y Netanyahu, quienes mantienen una tensa relación personal.

Israel versus el resto del mundo

La Resolución de la ONU y, en especial la abstención estadounidense, dejaron en soledad a Israel y su política de asentamientos. Sin embargo, el gobierno del primer ministro Netanyahu decidió  redoblar la apuesta en todos los frentes y realizó desde anuncios de represalias diplomáticas hasta la concesión de nuevos permisos de construcción para ciudadanos israelíes en territorios palestinos.

Las represalias diplomáticas se tradujeron en la reducción de las relaciones diplomáticas con 12 de los 14 países que votaron en su contra en el Consejo de Seguridad. Los vínculos con las embajadas del Reino Unido, Francia, Rusia, Japón, Angola, Uruguay, Senegal, China, Ucrania, Egipto, España y Nueva Zelanda fueron suspendidos temporalmente. Además, al menos diez embajadores fueron convocados en los últimos días a la cancillería para un reto personal sobre la votación.

Netanyahu decidió que no se reunirá con los cancilleres de esos países y de ahora en más sus embajadores no serán recibidos en la cancillería israelí. También se restringirán los viajes de ministros a esos países temporariamente, aunque los respectivos embajadores israelíes seguirán trabajando con los gobiernos locales. Asimismo, Israel llamó a consultas a sus embajadores en Nueva Zelanda y Senegal, y canceló programas de ayuda al país africano. El gobierno israelí también hizo explícito su enojo por el vuelco diplomático de los Estados Unidos. Sin embargo dejó a ese país fuera de las represalias, a la espera del cambio de gobierno el próximo 20 de enero, fecha en la que asumirá la presidencia Donald Trump.

El presidente electo trabajó arduamente la semana pasada para tratar de evitar la resolución del Consejo de Seguridad, aunque sin éxito. En realidad, Netanyahu espera ansioso la asunción de Trump porque entiende que se producirá un reordenamiento de las voluntades en la comunidad internacional detrás de las decisiones del nuevo mandatario estadounidense. Tanto Netanyahu como Trump han manifestado públicamente su desprecio por la ONU, organismo al que calificaron como un "club" de gente que se reúne para hablar y "pasarla bien".

Los desafíos del gobierno israelí

Más allá de la convicción del gobierno israelí de que la política de asentamientos es correcta, la administración encabezada por Banjamin Netanyahu enfrenta algunos desafíos concretos vinculados a este tema.

El próximo 15 de enero se realizará la conferencia internacional sobre Medio Oriente organizada por Francia, en ausencia de palestinos e israelíes. Netanyahu teme que el encuentro sea utilizado para adoptar nuevas medidas contra el país, que podrían ser sometidas al Consejo de Seguridad de la ONU antes de la toma de funciones de Trump, el 20 de enero.

La alianza estratégica entre Rusia, Irán y Turquía gestada en el combate contra el Estado Islámico (ISIS) y que apunta a darle una solución a la crisis en Siria, representa una amenaza para los intereses israelíes en la región. Especialmente porque Hezbollah, organización armada con presencia en Palestina y financiada por Irán, podría verse potenciada por los recientes éxitos militares en Siria.

En el frente interno, Netanyahu comparte el gobierno con aliados extremistas a los cuales debe mantener calmos para que no rompan su coalición de gobierno. Por estos motivos se ve impulsado a permitir sin cuestionamientos los asentamientos israelíes en Jerusalén Este y Cisjordania.

Ante este escenario, las esperanzas de Netanyahu y su gobierno están puestas más que nunca en Donald Trump. Su apuesta es que, con Trump en el gobierno de los Estados Unidos, ya no sufrirá presiones para detener la expansión de los asentamientos. Más aún: el presidente electo prometió trasladar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén, una decisión que representaría un aval desmesurado para Israel, pudiendo suscitar la ira de los palestinos y de todo el mundo islámico. Trump también podría introducir cambios trascendentales en el acuerdo nuclear con Irán, enemigo declarado de Israel, pero que podría convertirse en un salto al vacío para toda la región, porque si el pacto se modifica o se rompe, Irán podría volver a apostar a producir armamento nuclear, con las graves consecuencias que eso implicaría en la región más conflictiva y volátil del planeta.