Más allá de la noticia, de los muertos y de los heridos, de las explicaciones gubernamentales o de la estrategia de los terroristas, es importante comprender la maraña de intereses políticos contrapuestos que llevó a Turquía al actual estado de situación.

Ya pudo comprobarse que el atentado terrorista perpetrado en el aeropuerto Atatürk de Estambul, es obra del Estado Islámico (ISIS) justamente cuando se cumplen dos años de la proclamación del califato. El modus operandi recordó al atentado de Bruselas de hace apenas dos meses. También se mantiene fresca la memoria de los atentados en Francia a fines de 2015. Todos ellos muestran a una organización cada vez más debilitada en el frente de batalla.

ISIS está siendo doblegado en el territorio y los últimos atentados parecen ser una reacción furibunda ante esa realidad. ISIS necesita demostrar que independientemente de sus últimas derrotas en Siria y en Irak, permanece con vida y con capacidad operativa. Porque la apuesta del Estado Islámico era construir un espacio territorial con una organización política en el corazón de Medio Oriente. La ocupación territorial le permitió sacar provecho de los pozos petroleros iraquíes. Simultáneamente, montó una maquinaria propagandística digna de Hollywood para exhibir con aparatosidad las ejecuciones sanguinarias de sus adversarios con el doble propósito de infundir temor y conseguir adeptos. La crueldad y el morbo no tienen límite. Todo ello va camino al fracaso de la mano de la coordinación de esfuerzos internacionales para derrotar a ISIS en el terreno. Especialmente desde que ingresaron Rusia, Turquía y Francia a la guerra en su contra.

¿Cuales son los fantasmas turcos?

Llevando el análisis al punto más sencillo posible, puede concluirse lo que sigue.

1. Desde el comienzo de la guerra civil en Siria en 2011, el gobierno turco apoyó a los grupos rebeldes -ISIS surgió de allí- por su enemistad con el régimen del presidente sirio Bashar al Asad. Fue la misma estrategia empleada al comienzo por los Estados Unidos y que demostró que solamente sirvió para crear algo peor que lo que se combatía.

2. Fuentes rusas revelaron la connivencia entre el gobierno turco e ISIS. El Estado Islámico o bien vendía petróleo a bajo costo a Turquía, o bien permitía el paso por su territorio para venderlo a otros países en el mercado negro. Asimismo, numerosos miembros de la organización terrorista pasaron por la frontera sirio-turca con destino a Europa o procedente de allí con destino a Siria. Desde el gobierno ruso se afirma inclusive que desde Turquía se habría facilitado el tráfico de armas para ISIS y que se le habría facilitado financiamiento.

3. El gobierno turco se resistió a involucrarse de lleno en la guerra contra el Estado Islámico hasta donde pudo. El atentado contra la publicación francesa Charlie Hebdo fue un punto de quiebre, porque el gobierno estadounidense y la Unión Europea (UE) presionaron al gobierno de Recep Tayyip Erdogan para que entrara en guerra con ISIS. Desde entonces, Turquía se enfrenta a la organización extremista.

4. El ingreso de Rusia en el conflicto -cuyo gobierno es aliado estratégico del sirio Bashar al Asad- supuso un revés para el interés turco de que el régimen sirio cayera. El enfrentamiento entre Turquía y Rusia escaló hasta que las fuerzas armadas turcas derribaron un avión ruso que iba a bombardear posiciones de ISIS, acusándolo de haber violado el espacio aéreo turco. El vínculo entre ambos países se crispó hasta llegar a la amenaza de guerra entre ambos.

5. El gobierno turco utilizó su ingreso a la guerra contra ISIS como pantalla para atacar dentro y fuera del país a los kurdos, una nación con más de 25 millones de personas que desde hace más de mil años busca su independencia. Ese pueblo está desparramado entre Irán, Irak, Siria y Turquía, donde habita el 45 por ciento de su población. Los turcos temen un desmembramiento de su territorio para la eventual fundación de un Estado kurdo. Vale decir que los kurdos fueron los primeros y más aguerridos combatientes contra ISIS, es decir, quienes “pusieron el cuerpo” contra la amenaza de los extremistas.

6. El frente interno que el gobierno turco tiene abierto con los kurdos ha llevado a que las autoridades turcas quieran equiparar a las organizaciones beligerantes kurdas con los grupos terroristas. Lo cierto es que aparatos como el Partido de los Trabajadores del Kurdistán han perpetrado atentados en Turquía, pero siempre contra fuerzas de seguridad o de defensa -representantes del Estado turco- y no contra la población civil. Si bien esto no constituye un justificativo de la metodología empleada, supone una diferencia fundamental con las organizaciones fundamentalistas y terroristas. Los kurdos luchan por su independencia contra las autoridades turcas, no contra el pueblo turco. Tampoco pretenden imponer un criterio religioso.

7. Los dos últimos puntos llevaron a las autoridades turcas a manejarse con políticas ambiguas tendientes a confundir a la opinión pública englobando dentro de la lucha contra el terrorismo a los kurdos. 

8. Desde hace décadas, Turquía anhela ingresar a la Unión Europea. Lo cierto es que desde el bloque regional siempre se trató a Turquía como si fuera el hijo deforme que vive encadenado en el ático. Los reclamos europeos respecto a los incumplimientos en materia de derechos humanos y respeto a la libertad en Turquía no carecen de razón. Pero los europeos no son inocentes. Turquía es un país especial por múltiples razones. Una de ellas es que es un país bicontinental. Su territorio es un nexo entre Asia y Europa, dato que se tornó más relevante aún desde que emergió la crisis de los refugiados, especialmente de aquellos procedentes de Siria e Irak, los países más castigados por ISIS. Esas personas que abandonan todo para intentar salvar sus vidas esperan llegar a Europa como destino último. Las autoridades de la UE, consternadas por el arribo incesante de refugiados, acusan a Turquía de facilitarles el paso en lugar de retenerlos, contenerlos o impedirles avanzar. Las autoridades europeas comenzaron a seducir al gobierno turco con permitir su ingreso al bloque a cambio de que Turquía le impida el paso a los refugiados.

9. Con europeos y estadounidenses enojados con el gobierno de Erdogan debido a las ambigüedades y connivencias pasadas con ISIS y por los desmanejos políticos presentes, las relaciones entre aliados -recuérdese que son todos miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)- los turcos están revisando su política para con sus adversarios. En tal sentido, actualmente Turquía ensaya un acercamiento con Rusia e Israel.

10. Es precisamente en este contexto que se produce el atentado en Estambul. Los rusos sostienen que se trata de un intento de ISIS por boicotear el acercamiento de Turquía con Israel y Rusia. La demora en atribuirse el atentado por parte del Estado Islámico responde al interés de generar confusión, esperando que las autoridades turcas se lo endilgaran a los kurdos, de manera tal de complicar aún más el frente interno y la brecha entre turcos y kurdos. Quienes se verán invariablemente perjudicados serán los refugiados, sospechados por europeos y turcos de ser un vehículo propicio para extremistas y terroristas infiltrados.

¿Qué queda después del atentado?

Los 42 muertos y más de 200 heridos en el aeropuerto de Estambul golpean una vez más al mundo en general y a Turquía en particular. El turismo que ya venía en descenso y constituye una fuente relevante de ingresos en el país, caerá más dramáticamente a partir de ahora.

El gobierno de Recep Tayyip Erdogan construyó el escenario en el cual se encuentra situado ahora, y que le reporta desconfianza por parte de sus aliados y la necesidad de acercarse a sus adversarios.

Queda demostrado además que no se puede ser ambiguo, contemplativo ni condescendiente con el terrorismo fundamentalista. Turquía facilitó la aparición y el crecimiento de ISIS para combatir a sus enemigos en Siria, pero el remedio demostró ser mucho peor que la enfermedad. Ahora debe desandar ese camino, pero bajo la mirada desconfiada de propios y extraños.

Simultáneamente, la disputa intestina con los kurdos que parece no tener fin, concluye por no dejar vivir en paz ni a turcos ni a kurdos. El temor del desmembramiento territorial de los turcos es comprensible, pero el ansia de libertad de los kurdos también lo es. En este tema en particular, le cabe a la comunidad internacional un rol clave al momento de evitar otro conflicto como el que ya existe entre israelíes y palestinos, especialmente teniendo en cuenta que el pueblo kurdo se comportó sin ambigüedades ante ISIS: lo combatió desde el primer momento.

Turquía deberá enfrentar sus fantasmas y decidir si es un puente entre Asia y Europa o se convierte en un simple muro de contención en un mundo en el que, lamentablemente, hay cada vez más muros y menos puentes.