Rusia y Occidente se responsabilizan mutuamente respecto de la crisis en Ucrania. La cuerda se tensa y la escalada podría derivar en un enfrentamiento de proporciones imprevisibles.

El presidente ruso afirmó que dispone de distintas alternativas para responder ante lo que entiende como una amenaza para Rusia por parte de la Organización del tratado del Atlántico Norte (OTAN). Putin afirmó que “si colocan sistemas de misiles en algún lugar de Ucrania, estos podrían llegar a Moscú en 4-5 minutos. ¿Dónde deberíamos movernos entonces? Simplemente nos han llevado a una situación a la que tenemos que decirles: ¡Alto! Este es el límite". Pese a ello, el mandatario expresó también que Rusia busca lograr una “solución diplomática y negociada”.

Lo cierto es que, actualmente, el gobierno ucraniano estima que hay unos 122 mil militares rusos posicionados a unos 200 kilómetros de la frontera, a los que habría que añadir otros 140 mil a una distancia de 400 kilómetros. Por su parte, el gobierno ruso alega que tiene derecho a movilizarse ante el acercamiento entre la OTAN y Ucrania.

En cualquier caso, un enfrentamiento armado resultaría catastrófico a nivel global, porque de un lado se encuentra la alianza militar más poderosa del mundo y, del otro, un país poderoso como Rusia.

Los fundamentos del poder ruso

La desintegración de la Unión Soviética a comienzos de la década de 1990 dejó a Rusia en una situación vulnerable. Desde entonces, se intentó crear una identidad nacional rusa en un país multiétnico, multinacional y marcado por su pasado imperial. Asimismo, se intentó redefinir la relación con Occidente. Sin embargo, en la post Guerra Fría, los Estados Unidos y sus aliados europeos dejaron de tratar a Rusia como una "gran potencia". Las manifestaciones más importantes de esa “degradación” fueron la expansión de la OTAN y de la Unión Europea (UE) hacia el Este del Viejo Continente, región que se encontraba dentro de la esfera de influencia rusa.

Desde que llegó al poder en 2000, Putin no ocultó su determinación de restaurar el estatus de Rusia como potencia global después de años de lo que fue considerado como un trato desconsiderado por parte de los Estados Unidos y sus aliados. Y en menos de 20 años, Putin logró devolver a Rusia su rol estratégico de potencia mundial.

Actualmente, el poder global de Rusia se funda en datos concretos:

* Es el país más grande del planeta con más de 17 millones de kilómetros cuadrados de territorio, 

* Es el segundo productor mundial de petróleo -tras los estados Unidos- con 10,27 millones de barriles diarios, 

* Tiene el segundo arsenal nuclear más grande -sólo superado por el de los Estados Unidos- con 6.375 ojivas, 

* Su inversión en defensa es la cuarta más grande del mundo, con incrementos sostenidos en los últimos años (en 2020 alcanzó cerca de los 67 mil millones de dólares), 

* Es uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y dispone del poder de veto.

Putin sostiene que Rusia se vio obligada a mejorar su arsenal nuclear después de que el gobierno de los Estados Unidos se retirara del tratado de misiles antibalísticos (ABM) en 2002. Afirma que en 2004 advirtió a Occidente que iba a desarrollar nuevo armamento nuclear, pero en aquel momento se desoyó a Rusia por mera subestimación. "Nadie realmente quería hablar con nosotros entonces. Nadie nos escuchó entonces. Así que escúchennos ahora", declaró Putin en un discurso reciente. Desde aquel entonces, Rusia no dejó de modernizar su arsenal nuclear.

El Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, Suecia, sostiene que actualmente Rusia cuenta con unas 50 ojivas nucleares más en despliegue operativo que el año anterior. Además, aumentó su arsenal nuclear general en alrededor de 180 ojivas, principalmente debido al despliegue de más misiles balísticos intercontinentales terrestres con ojivas múltiples y misiles balísticos aptos para ser lanzados desde el mar.

Así, ahora el mundo no sólo escucha a Rusia, también le teme.

Ucrania, el límite

El nuevo despliegue de tropas rusas en la frontera con Ucrania que tanto preocupa a la UE, a los  Estados Unidos y a la OTAN, se funda en un principio histórico de la seguridad nacional rusa. Ese principio consiste en proteger lo que las autoridades rusas consideran su “interés nacional” y está muy marcado por la experiencia histórica de haber sufrido varias invasiones.

Concretamente, lo que el gobierno de Putin quiere es mantener espacios entre Rusia y su enemigo potencial. Y la OTAN es percibida como la mayor amenaza a su seguridad nacional y no quiere tenerla ante sus propias fronteras. A eso se le agrega la proximidad de la UE como un peligroso adversario político, económico y cultural.

Fue en 2014 cuando Putin “plantó bandera” en Ucrania. Después de que unas protestas pro occidentales culminaran con la caída del presidente Viktor Yanukovych, alineado con los intereses rusos, Putin envió la intervención militar que condujo a la anexión de la península de Crimea primero y al respaldo a los rebeldes prorrusos en la región de Donbas, en el este de Ucrania, que es la que se mantiene aún como “zona caliente”.

Influencia

En su afán por restaurar el poder global de Rusia, Putin se ha encargado también de fortalecer vínculos en regiones que ya habían sido estratégicas para la Unión Soviética, entre ellas, Latinoamérica. Todas las representaciones diplomáticas y en organismos internacionales que antes ejercía la Unión Soviética, ahora las ejerce Rusia.

La presencia rusa en Latinoamérica forma parte de una estrategia internacional cuyo objetivo es esmerilar el liderazgo estadounidense en la región y, simultáneamente, disputar espacios a la gran potencia emergente global: China.

Putin también mostró sus dotes de estratega al introducir a Rusia en el tablero político de Medio Oriente con mucho menos poder económico, militar o político que los Estados Unidos. Convirtió a  Rusia en un actor estratégico indispensable en la región, el único que dialoga de hecho con todos.

Pero todo actor político tiene sus puntos débiles. Los éxitos diplomáticos, militares y estratégicos de Putin no han logrado disimular una economía excesivamente dependiente de los ingresos por exportaciones de energía, ni la corrupción, ni las deficiencias en materia de infraestructura y previsión social, ni el acallado descontento político y social.

Otra debilidad, aunque menos notoria a simple vista, es que pareciera que Rusia obtiene lealtades y alianzas sobre la base de la provisión de armamento a quien se lo pida. Esa influencia resulta bastante volátil y es bien distinta de la estrategia que emplea China, que realiza inversiones en infraestructura y áreas sensibles de la economía, produce endeudamiento y, de esa manera, genera dependencia.

Son esas debilidades las que hacen suponer que, pese a que Putin haya alcanzado su objetivo de hacer de Rusia un actor respetado o temido en el mundo actual, no esté igualmente claro que pueda lograr que esa posición sea sostenible en el tiempo y que Rusia pueda mantenerse en el podio de las “grandes potencias”.