Mauricio Macri lo volvió a hacer. Llamó a una emprendedora rosarina que se dedica a la confección de zapatos artesanales y le prometió un crédito para ampliar su proyecto. El presidente grabó esta conversación –como siempre lo hace- y seguramente será parte de algún spot de campaña, como cuando detuvo su marcha para saludar al hombre que vendía tortas asadas a la vera de la ruta en cercanías de Pérez. Un señor que con toda humildad le había enviado al nuevo jefe de estado un billete de 100 pesos para “ayudarlo” a empezar su gobierno.

Hasta aquí todo normal, nada fuera de la política. Todos los partidos y candidatos hacen lo mismo. Cambiemos sólo ha venido a profundizar estas prácticas ahora amplificadas por las redes sociales que son más extendidas a veces que los grandes medios y, sobre todo, son mucho más económicas. ¿Cómo no aprovecharlas?

El problema es el registro del presidente y del gobierno para hacer estas cosas. Quizás el calzado no era el mejor producto a elegir en una provincia que tiene fábricas del rubro en las que hace pocos días sus empleados debieron decidir una rebaja considerable de sus sueldos para que no despidan a treinta trabajadores. ¿A quién le va a vender esos zapatos la emprendedora rosarina cuando han ingresado al país más de un millón y medio de pares más de lo que ingresaban? Cada empleado calificado (lleva unos seis años formar a un trabajador del rubro) insume aproximadamente una hora y cuarenta minutos para hacer un par de zapatos desde cero. Si se multiplica por un millón y medio de pares se podrá saber cuántas horas de trabajo argentino se esfumaron por el aire.

El gobierno confía ciegamente en su estrategia electoral de antagonizar con el pasado kirchnerista. No le fue mal en ese eje que todavía parece dar frutos. E intenta morigerar sus yerros en economía y generación de empleo. Por eso después de los brotes verdes y los “bosquecitos” que nunca aparecieron en materia económica; la emprende ahora con nuevas metáforas sobre la inflación: la gobernadora María Eugenia Vidal arriesgó algo de su buena imagen para difundir que la de este año será “la inflación más baja en los últimos años. Aunque aún no sea la que queremos”. El guión lo repitió el Jefe de Gabinete Marcos Peña en su informe al Congreso.

A esos esfuerzos semánticos para tratar de esconder una inflación indomable que muchos ya calculan cerca del 30 por ciento en el acumulado del año; se le sumó ahora la teatralización de una supuesta generación de empleo. Eso fue esta semana la feria montada en la Rural de Buenos Aires donde cientos de empresas supuestamente ofrecían 10 mil empleos para jóvenes. Casi 200 mil personas se acercaron al lugar y las largas colas que mostró la TV se trasformaron en un búmeran para el gobierno que terminó dando una imagen concreta de la desesperación por conseguir aunque más no sea un precario puesto de trabajo.

La decepción fue mayúscula cuando los jóvenes se retiraron del predio sin siquiera poder entregar su currículum. Con todo, lo peor vino después cuando Macri cerró el evento con un discurso no sólo pobre desde el punto de vista político y hasta argumentativo, sino preocupante respecto a la concepción y preocupación real por el empleo que tiene este gobierno.