El presidente Mauricio Macri completó una semana negativa para su figura y también para su gobierno. Sus expresiones execrables respecto de la última dictadura militar, el terrorismo de Estado y la cantidad de desaparecidos que hubo en la Argentina; quizás no lo malquisten con un amplio espectro de la sociedad pero sí lo ponen en un plano de outsider político en grado anacrónico. Más claro: Más allá de las ideologías y posicionamientos políticos, a esta altura de la democracia era muy difícil prever que ibamos a tener un presidente que se refiriese a la última dictadura militar y al terrorismo de Estado como “guerra sucia”. Es una terminología tan cargada de significado, tan cercana a los genocidas que hasta para Macri suena a una verdadera exageración. Ni el diario La Nación, en su preocupante editorial en la que pedía compasión para los ancianos represores encarcelados, se animó a revivir el término “guerra sucia” que sólo puede ser interpretado como un aval al terrorismo de Estado como método de combate a los grupos revolucionarios de los ’70.

En el tema Macri ha expresado su pensamiento profundo y ratificado su condición de clase. Este es un gobierno de clase y empieza a consumir hasta sus últimos recursos para morigerar o disimular esa condición frente al resto de los argentinos. Pero también el presidente dejó en claro que carece de algún tipo de formación cívica e intelectual como para comprender en qué grado de síntesis histórica ha procesado el país el período más negro y sangriento de su pasado.

Esta semana también y como consecuencia de estas declaraciones polémicas a la prensa internacional, el presidente no la pasó bien en Mar del Plata donde un grupo de militantes apedreó su auto y la emprendió con el cántico “Macri basura, vos sos la dictadura”. Además de reprimir duramente a ese grupo con la policía antimotines, la Casa Rosada volvió a utilizar el mismo mecanismo al que recurrió en otras ocasiones: disfrazó la protesta social y el descontento con el gobierno de ataque contra la seguridad presidencial y –ó casualidad, como ocurrió el 25 de mayo- justo se dio a conocer una nueva amenaza en la que un supuesto grupo exigía un millón de dólares para no hacer detonar una bomba que se hallaba en la casa de gobierno en Buenos Aires.

En otro plano, los diputados de la oposición demostraron que ya se le animan más al Ejecutivo y lograron quórum para una sesión especial en la que de máxima se exigía el fin de los tarifazos y, de mínima, la comparecencia ante la Cámara de Juan José Aranguren. Cambiemos logró frenar ambas pretensiones pero tuvo que ceder para que el polémico ministro de Energía concurra este martes a un plenario de las comisiones de Diputados a explicar de dónde salió la estrafalaria cifra de aumentos para los servicios de luz y gas en todo el país.