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Esta es una conversación real aunque los personajes son ficticios, ocurrida en agosto de 2016. Lo fue en sede de una empresa nacional con posición dominante en su mercado. El CEO toma la palabra dando la bienvenida a los representantes gremiales, quienes le pidieron una entrevista, preocupados por la baja del nivel de actividad, por la discontinuidad de determinados procesos de producción y ante la posibilidad de que se produzcan suspensiones o despidos.

El CEO manifestó su conformidad con el cambio de clima de negocios ocurrido desde la asunción del nuevo gobierno nacional, lo cual les permitió alentar expectativas favorables para el futuro. Agregó que en estas nuevas condiciones se podían planear procesos de inversión que antes habían estado limitados por la inseguridad jurídica, la alta presión impositiva y aduanera y la artificial cotización del dólar. Convocó a los representantes sindicales a trabajar juntos con el argumento de que "todos tenemos el mismo objetivo".

El representante gremial le dijo que en la planta ubicada en algún lugar había bajado la producción del insumo principal y se la estaba sustituyendo por compras a terceros, reduciendo en consecuencia la actividad sólo al envasado. Además, le dijo que la calidad de tal insumo era mala y que ello los obligaba a procesarlo antes de ser utilizado porque su cualidad física no era homogénea respecto de la que oportunamente producía la planta, incurriendo en costos de reprocesamiento muy altos.

El CEO, ya dejando el conjunto de frases hechas que se escuchan por parte de los funcionarios de gobierno y líderes empresarios entusiasmados con el nuevo escenario político, les dijo que la planta estaba envasando el máximo que podía absorber el mercado y que en esta coyuntura, la marca principal -que era la líder- había cedido su lugar al de la competencia debido a un conjunto de factores que no precisó. Bajando más aún a lo terrenal, dijo que por el momento no se volvería a producir el insumo principal en la planta y que en consecuencia, de no modificarse positivamente la demanda del producto, no tendría lugar un proceso de inversiones.

El representante gremial lo escuchaba atentamente. Le fue haciendo algunas preguntas para entender la relación entre su expectativa y la realidad porque se trataba de dos dimensiones paralelas que no llegaban a tocarse. En un momento tomó la palabra y le dijo algo que sonó más o menos así: "Usted me dice –por un lado- que gracias al clima de negocios ahora pueden pensar en invertir, y por otro me contesta que si no crece la demanda, las inversiones no tendrán lugar. Yo entiendo que entonces la decisión de invertir depende de la demanda, de que crezca el mercado, de que el público y dentro de este, nosotros como trabajadores, que utilizamos este producto todos los días, tengamos capacidad de compra para sostener la demanda. No le entiendo entonces qué tiene que ver la confianza y el clima de negocios. Entiendo entonces que la decisión de invertir dependerá de la posibilidad de producir más y mejor, y esto porque habría demanda para absorber los nuevos volúmenes".

El CEO lo miró fijamente, algo enojado, otro poco cuestionado en su sabiduría empresarial, contrariado por la inexistencia de un puente entre su discurso y su práctica.

La praxis acreditable del comportamiento del sistema capitalista da cuenta permanente de lo tratado en este diálogo. La inversión no depende ni de la existencia de ahorro, ni de un buen clima de negocios. La inversión sólo se motoriza si el empresario ve la posibilidad de incrementar su presencia en el mercado o si, como consecuencia del retraso tecnológico relativo, decide hacerlo para no perder cuotas de mercado frente a sus competidores. En consecuencia, la inversión es función principalmente de la demanda. Ocurre también que dadas las características de funcionamiento de las economías a esta altura del siglo XXI, las empresas y en especial las muy grandes, suelen utilizar buena parte de sus excedente líquidos en negocios especulativos, diría que parasitarios, no productivos sino de naturaleza financiera, que no obstante les permiten ganar fuertes sumas de dinero. Los balances de las compañías grandes son muy buchones en esto: la ganancia tiene un doble origen: la proveniente de lo que producen y/o comercializan y la emergente de la renta financiera obtenida en los mercados homólogos.