El salario mínimo en Argentina puede comprar hoy un tercio de lo que podía en noviembre de 2023, apenas ocho meses atrás. El poder de compra es el más bajo de los últimos 30 años, incluso inferior a la capacidad de consumo que tenía en lo peor de la crisis 2001/2002.

Ese es el rasgo sobresaliente de un estudio que hizo la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) a través del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina. Le pone números a la brutal caída de la capacidad de consumo desde el nivel del salario mínimo vital y móvil (SMVM), hoy fijado en $234.215, y congelado desde el mes de mayo. 

Perdió desde noviembre de 2023, un 32,1% de poder de compra. 

La central obrera destaca del estudio que desde que asumió el gobierno de Javier Milei, el Consejo Nacional del Empleo, Productividad y el Salario Mínimo se reunió dos veces, en febrero y en mayo. 

En ambas instancias, la Secretaría de Trabajo determinó sendos aumentos nominales que le sumaron al SMVM 60,5% de incremento respecto de noviembre. Pero –compara el informe– la inflación acumulada desde entonces superó 136%.

De esa manera es que concluye en que la pérdida del poder adquisitivo ha sido prácticamente de un tercio en ocho meses.

La estadística recopila otras pérdidas que sufrió el ingreso básico en años previos, mayores al 10%. Se trata del arrastre en los años 2018, 2019 y 2020, ya en pandemia. Por lo tanto, en julio de 2024 el salario mínimo real se ubica 43,0% por debajo del nivel que tenía en noviembre de 2019, al final del gobierno de Cambiemos, y 56,4% por debajo del de noviembre de 2015, todavía con Cristina Fernández de Kirchner en la presidencia.

Más aún, el valor es inferior incluso al vigente durante la mayor parte de la década de 1990. En ese entonces, como ahora, el nivel era tan bajo que este instrumento había perdido su rol como piso salarial, tal como se buscaba desde un gobierno que bregaba por la desregulación y flexibilización del mercado de trabajo.

El retroceso histórico –apunta el trabajo de la CTA– se evidencia también en la comparación del salario mínimo con las líneas de pobreza y de indigencia. Este salario sólo sería suficiente en julio para comprar el 56,8% de la canasta básica de alimentos que define la línea de indigencia para una familia tipo y un 25,6% de la canasta de pobreza, relaciones comparables a las vigentes en la crisis final de la convertibilidad en 2001/2002.

Si no hubiese tenido lugar la pérdida de poder de compra del salario mínimo sucedida desde fines de 2015 a la fecha, en el actual mes de julio este salario hubiera sido prácticamente de $540.000 y hubiese representado más del 143% sobre la canasta básica alimentaria aludida.