Gallinas caminadoras: crianza en armonía desde una mirada agroecológica
En nuestro país, de los 139 millones de pollos destinados a la industria del alimento, sólo el 10 por ciento se cría de manera pastoril, es decir, a cielo abierto, sin hormonas ni picos mutilados. La industria avícola ha destinado parte de su creatividad a tapar cómo y de qué manera se generaban tanta cantidad de pollos que hasta hoy siguen llegando a las góndolas de los supermercados.
Pero con el correr del tiempo y la militancia de diversas organizaciones, que ponen en evidencia las maniobras de la industria alimentaria, comenzó a correrse este gran velo. Ahora ya no es un secreto que en los galpones de miles de granjas “de campo” vive encerrada una multitud de pollos hormonados que nunca en su corta vida ven el sol, que ni siquiera saben aletear y que se les corta el pico para que no se agredan entre sí, dado el nivel de estrés y hacinamiento en el que son criados.
Como alternativa, en nuestro país existen productores de pollos pastoriles que proponen un modelo alternativo que fomenta el bienestar de las aves, además de la regeneración de suelos. Uno de ellos es Tomás Olivares, ingeniero agrónomo y productor de huevos de gallinas libres, quien dijo en Punto y aparte, al aire de Si 98.9 que los pollos como todo ser vivo sufren demasiado estrés al estar encerrados.
Para el productor es posible combinar el bienestar de los animales con la producción, por eso es que denomina a sus gallinas como felices. En este momento su emprendimiento cuenta con 800 gallinas ponedoras distribuidas en un pequeño campo, pero con un orden establecido. Es decir, hay cierta cantidad de nidos y los animales también pasan parte del tiempo en el gallinero, donde están las cunas en las que duermen.
En cuanto al rinde de producción de huevos explicó que suele ser menor, pero se compensa con el precio final del producto que es un poco más alto y también con la calidad. Además agregó que esto cambia de acuerdo a las estaciones del año y al confort que tengan las gallinas dentro del gallinero, como también lo que consumen de la tierra y los cereales con los que se alimentan. En comparación con las gallinas enjauladas de la industria, estas producen un 30 por ciento menos de huevos, dijo.
Como contracara, este modelo promueve el bienestar animal, la regeneración de suelos e impulsa cambios en la legislación para que sus pollos pastoriles también sean protagonistas del mercado y no apenas una cifra marginal en los datos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria.
Según datos del Senasa, en Argentina hoy viven 139 millones de aves destinadas a la industria de los alimentos. De esas, el 71.3 por ciento son pollos de engorde, el 27 a gallinas de postura, un 1.6 a reproductores de varias líneas genéticas, y lo que resta es la producción no industrial
Dentro de ese ínfimo porcentaje están los pollos pastoriles que, contrario a sus pobres congéneres de las granjas industriales, duermen todos los días, comen los bichos que encuentran en el suelo y no conviven con sus propias heces, un detalle no menor teniendo en cuenta que la acumulación de excrementos puede provocar enfermedades. Cómo se producen los alimentos es todavía una deuda que en algún momento deberá ser saldada.