Política cambiaria: retrocede al comienzo y pierde dos turnos
Con la liberalización cambiaria, el gobierno de Cambiemos produjo una megadevaluación que, en el breve lapso de una semana, llevó la tasa de devaluación interanual del 14 por ciento (10/12/15) al 61 por ciento (17/12/15).
Supuestamente, la medida buscaba dar libertad al mercado cambiario para que pudiera establecer un tipo de cambio “competitivo” para nuestra economía. El diagnóstico liberal era que el dólar estaba “muy barato” y que eso quitaba competitividad a la producción doméstica.
A poco mas de un año de esa medida, podemos preguntarnos si esos supuestos objetivos fueron logrados. ¿Es realmente libre el mercado de divisas en nuestro país?
Entre Diciembre de 2015 y Febrero de 2017, el Estado Nacional y las Provincias tomaron deuda externa por 59.000 millones de dólares. La mayor parte de la misma destinada a financiar una política de intervencionismo estatal en el mercado de cambios.
El Estado interviene en el mercado de cambios del lado de la oferta, de modo de abastecer una demanda dinamizada por la fuga de capitales, comprometiendo el futuro del país con el endeudamiento.
El erróneamente denominado “cepo cambiario” era también una política de intervención estatal, pero por el lado de la demanda, que apartaba de la misma a los grandes fugadores de divisas y permitía el desendeudamiento externo. Digamos que el Estado sigue interviniendo en el mercado, pero ahora como "ofertonto" de divisas.
¿Tenemos hoy un tipo de cambio mas “competitivo”? El tipo de cambio promedio de noviembre de 2015 fue de 9,63 pesos por dólar. En marzo de 2017 el tipo de cambio promedio fue de 15,52 pesos por dólar. Es decir que el dólar se vende un 61 por ciento mas caro. En ese mismo período, los precios aumentaron un 56,7 por ciento. Esto significa que, en términos reales, el tipo de cambio sólo avanzó un 2,9 por ciento.
Si bien existe discusión acerca de que un tipo de cambio “mas competitivo” pueda traducirse en una mayor competitividad del aparato productivo local, no existe nadie que se anime a afirmar que un porcentaje tan bajo pueda producir efecto alguno sobre la competitividad.
Vivimos los efectos negativos una megadevaluación (inflación, tarifazos) sin que la misma logre avance alguno en materia de competitividad. Digamos que nos comimos la pelusa pero no vimos el durazno.