Ante la multiplicidad de problemas que aquejan al país, el anuncio de su ingreso al grupo BRICS
es, ante todo, una bocanada de aire fresco. Es la concreción de una expectativa surgida hace ya
varios años, con grandes desafíos pero con grandes posibilidades de desarrollo. ¿Sabrá Argentina aprovechar la oportunidad?

Qué es el grupo BRICS y por qué se amplía

El grupo de países identificado con el acrónimo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica),
constituye la asociación económica y comercial que reúne a las cinco economías emergentes más importantes del planeta. Juntas, reúnen un cuarto del Producto Interno Bruto (PIB) global.

Independientemente de que el concepto fuera acuñado con anterioridad, comenzó a existir como una entidad real en 2008. Sudáfrica se incorporó en 2011. El modelo de desarrollo económico del BRICS no se basa solamente en el incremento de los flujos comerciales, sino que apunta principalmente a desarrollar inversiones estratégicas hacia el futuro.

Pese a la referencia al poder económico y comercial que reúnen estos países emergentes, el bloque también tiene una impronta política, que, como puede preverse, será cada vez mayor.
Actualmente, el sistema político internacional parece decantar aceleradamente hacia un bipolarismo liderado por los Estados Unidos de un lado y China del otro. A eso se le agrega la posición expectante de la Unión Europea (UE), atemorizada por la invasión rusa sobre Ucrania. Si la UE confluirá definitivamente con los intereses estadounidenses o se decidirá a reclamar un espacio propio entre los principales actores políticos y económicos planetarios, sólo el tiempo podrá decirlo.

En ese marco, el grupo BRICS se parece cada vez menos a una asociación entre países que persigue su desarrollo socioeconómico exclusivamente, y se asemeja cada vez más a un bloque capaz de sustraerse a los flujos de poder establecidos. Estos últimos se caracterizan por un norte rico y un sur pobre, por un predominio de los intereses estadounidenses y europeos, y por el dominio de esos actores sobre los organismos internacionales. El BRICS aspira a fijar nuevos rumbos, normas, y modos alternativos de relacionarse con otros actores internacionales, acorde a un mundo que ya poco tiene que ver con el que había al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando se estableció el organigrama de poder global vigente.

Si hasta ahora el BRICS constituía una referencia para otros países emergentes y un contrapeso frente a la postura dominante occidental, habitualmente identificada en el G-7 (los siete países más industrializados), en adelante será la materialización de una propuesta alternativa, un atractivo bloque de poder más heterogéneo e inclusivo, con la ambición de disputar espacios de conducción del orden político y económico mundial.

Dicho de otro modo, al ampliar de forma sustancial su base de pertenencia mediante el número de países que lo integran -y si logra hacerlo de manera estable-, el grupo BRICS podrá generar un poder y una influencia política, económica y cultural de impacto global. Puede pensarse inclusive, que en pocos años podría convertirse en el principal bloque que derrame poder sobre todo el mundo.

Es en ese marco que cobra significado el acuerdo al que arribaron los cinco socios originarios durante la última jornada de la XV cumbre de jefes de Estado y de gobierno del grupo el 23 de agosto, y que abrió las puertas al ingreso en el bloque de Argentina, Arabia Saudí, Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos e Irán.

Los cinco miembros del BRICS acordaron acerca de los principios rectores, estándares, criterios y procedimientos del proceso de expansión del grupo, que se hará efectiva a partir del 1° de enero de 2024. En cifras, esa ampliación supondrá que el bloque pasará a concentrar el 46 por ciento de la población mundial y el 36 por ciento del PIB global.

Desafíos

El camino a recorrer es largo. Como primer desafío puede señalarse el institucional. Tras casi 15 años desde su creación, el grupo no constituye todavía una organización multilateral formal, con estatutos y normas de membresía escritas. Quizás el mayor progreso alcanzado en materia institucional hasta el momento sea la creación del Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS (NBD BRICS). El banco fue creado con el énfasis puesto sobre el desarrollo más que sobre el “crecimiento económico”, y pensado como alternativa al Banco Mundial (BM) y al Fondo Monetario Internacional (FMI), organismos que regulan la economía mundial, acorde al predominio de los Estados Unidos y la UE.

Ese desafío institucional se tradujo también en la dificultad que el bloque encontró hasta ahora para ampliarse y, por lo tanto, para aumentar su incidencia económica y financiera. Desde su creación, el grupo BRICS careció de un enfoque común para expandir su influencia en materia de cooperación con otros países, bloques o acuerdos monetarios y comerciales conjuntos, que pudieran poner en tela de juicio el dominio del dólar como divisa de reserva y comercio mundial. Ese desafío es el próximo a enfrentar y el futuro de Argentina estará estrechamente vinculado a posibles cambios en este sentido.

También hay desafíos eminentemente políticos. Rusia fue el país que originariamente impulsó la creación del grupo, pero es China el que mayor influencia ejerce sobre él. Eso produce ciertas tensiones regionales con la India en el seno del bloque, dado que sus intereses difieren en el objetivo y en los modos de ampliación. Por eso las demoras para albergar a nuevos miembros fueron grandes.

China apoya especialmente la ampliación del grupo, con un interés marcado en que el BRICS se transforme en una plataforma más sólida desde la cual implementar la “Nueva Ruta de la Seda”, el gran proyecto del gobierno de Xi Jinping para convertir a su país en la potencia económica
hegemónica.

Lo cierto es que -más allá de que el candidato presidencial Javier Milei diga que no se relacionará con comunistas- el liderazgo chino del BRICS parece apuntar más a una asociación de países unidos por intereses económicos y geoeconómicos comunes que a una asociación guiada por una impronta ideológica. Y esta primera ampliación así lo demuestra, al unir en su seno a rivales políticos e ideológicos regionales como Arabia Saudí e Irán.

Un análisis reciente del Financial Times, señaló que China exportó más a principios de este año al mundo en desarrollo que lo que exportó a los Estados Unidos, la UE y Japón juntos. Es por eso que la ampliación del BRICS o la reunión de gran cantidad de países bajo la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda son clave para el gobierno de Xi Jinping. La estrategia del Gigante Asiático pasa por agrupar al mayor número de países bajo su liderazgo para permitirse mantener una amplia red socios comerciales a los que exportar su superávit productivo y de inversión, además de aspirar a discutir el liderazgo en los organismos multilaterales, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Es por estos motivos que será cada vez más significativa la pugna por el poder dentro de la conducción del BRICS. La capacidad de Rusia, Brasil, India y Sudáfrica para poner límites y contrarrestar el mayor poder de China, es lo que marcará el pulso del equilibrio en el seno del grupo fundador. En otras palabras, los cuatro socios deberán fijar criterios para incorporar a sus propios candidatos y no limitarse a aceptar las propuestas chinas sin más.

Esta primera ampliación le asegura al bloque su presencia en Oriente Medio, integrando a las dos grandes -y enfrentadas- potencias regionales: Arabia Saudí e Irán. Pero también le permite integrar como socio a la segunda mayor potencia económica en términos de PIB del continente africano, Egipto. En este sentido, el grupo refuerza su presencia en regiones clave. En Latinoamérica, ese rol lo cumple Argentina.

Otros temas, como la unión comercial o monetaria están aún lejos en el horizonte de lo que será el BRICS ampliado. Inclusive un tema mayúsculo, como el de la democracia, quedará por mucho
tiempo en el tintero.

Argentina y la incertidumbre

Mientras el país se encuentra enfrascado en la sumatoria de todas las incertidumbres -política y económica- el mayor de sus socios comerciales, Brasil, se ocupó de del porvenir de su socio. El presidente Luis Inazio Lula da Silva, principal impulsor de la incorporación argentina al grupo, expresó “es muy importante que Argentina esté en los BRICS”, consciente de que, más allá de quién sea el próximo presidente, Brasil precisa una Argentina floreciente.

Pero debe preverse que la situación puede cambiar de cuajo en octubre si Javier Milei gana las elecciones presidenciales. El candidato expresó recientemente su reticencia a comerciar con lo que calificó como “un país asesino” en referencia a China y manifestó su deseo de alinearse con los Estados Unidos y la UE.

Por lo tanto, podrían ser una vez más las propias contradicciones argentinas, signadas en este caso por la prepotencia -al menos en su fase discursiva- las que generaran la extraña situación de que el BRICS perdiera un socio de su primera ampliación, antes incluso de que ésta se concretara.

Hace tiempo que la política exterior de Argentina presenta serias dificultades, como sucede en tantas otras áreas. ¿No sería acaso ésta una buena oportunidad para fijar una estrategia política pragmática y perdurable que le permitiera negociar al país equilibradamente con los Estados Unidos, con la UE y con China en el marco del respaldo que le ofrece el BRICS?