De Milei a Calamaro, síndrome y antídoto de una época
Javier Milei sigue hiperactivo y empieza a marcar el sello de una época. Pese a una crisis de la economía real que no doma, con recesión, caída de salarios y jubilaciones a la baja, mantiene centralidad política. Se agarra de los números macro que son los más estables y con poco impone su estilo.
Todo es en modo frenético: a los gritos, a la fuerza, con cambios intempestivos, con orejeras y hacia adelante, por más que tenga costos. No hay reflexión en su impronta, no hay ningún arte en su jardín. Sólo piensa en arreglar la macro cueste lo que cueste; quedó claro.
Hay una clave que define todo este síndrome y la regaló en Neura con Alejandro Fantino, en un living donde se siente cómodo. "Sé lo que hay que hacer, sé cómo hacerlo y tengo la convicción”, bramó.
Milei volvió dos era geológicas: no es ni siquiera el candidato de campaña 2023, es el panelista de TV desatado sin red. Durante la carrera a presidente, el mismo ordenamiento y formato de la campaña lo obligó de algún modo al roce político, pero en el poder se liberó y sencillamente hace lo que quiere. Sí mantiene algo de la época electoral: fogonea la batalla contra todo aquello, principalmente periodistas, que sugiera una visión crítica de él.
Por eso trasciende la actitud de no meterse en los temas que no le interesan -curioso para un presidente- ya sea temáticas de gobierno o rosca, y se saca de encima los problemas, algo muy distinto a delegar. “Milei me dijo que armara la comisión de Juicio Político como me pareciera”, dijo el presidente de Diputados, Martín Menem, tras el escándalo interno en La libertad Avanza que terminó descabezando al bloque.
“El Estado es nuestro enemigo (…). Es algo que pienso hace más de 10 años. El Estado es una organización criminal violenta que se financia con una fuente coactiva de ingreso llamada impuestos. Sí, es el enemigo”, escupió.
El querido Fanta intentó ponerlo en contradicción explicándole que el policía que lo cuida en la calle es Estado. Milei ensayó una diferencia del ideal de sociedad anarcocapitalista de lo máximo posible que se puede aspirar en la práctica: un Estado mínimo, chiquito, el famoso minarquismo donde hay algunas facultades muy básicas que cubre el Estado.
Por lo tanto se puede asumir que está usando al Estado para destruirlo desde adentro, no para gestionarlo, algo que claramente se expuso con la crisis del dengue. Más allá de que un pedazo de su electorado, los libertarios puros, lo votó para que destruya al Estado y la casta, la mayoría que lo votó espera una buena gestión para simplemente vivir mejor.
En ese vértigo discursivo también recibe disparos, pero ¿qué tipo de balas le entran realmente? El ejemplo claro fue el error no forzado de haber usado el bot de Jumbo, que compara precios online del supermercado, como referencia para mostrar la caída de la inflación. El bot que usó en vivo, de nuevo, en Neura, resultó ser falso. Lo mismo hizo el ministro de Economía, Toto Caputo.
Estaban esperando que pisen el palito y lo pisaron en su propia jungla, las redes. El caso Jumbot es la muestra de que al gobierno lo daña más lo simple e inorgánico que la crítica periodística, sesuda, política, de instituciones y la académica.
Al contrario, los argumentos basados en la corrección política, los acuerdos básicos preexistentes, intelectuales, y mucho más los progresistas, los usa de combustible para contraatacar. Nadie los puede correr con lo moralmente e institucionalmente correcto básicamente porque no les importa. Apenas sugirió una molestia aquel Milei candidato cuando le dijeron nazi.
Algunos textos nuevos sostienen que el antídoto para vencer dialécticamente es ridiculizar al ridículo. Una herramienta infantil que demuestra el nivel que se está manejando. ¿Cómo se interpretará la retórica de esta época en unos años?
Algo similar sucede con Andrés Calamaro. El artista desde su cuenta de X provoca constantemente con un discurso antiprogre y hasta lo ha hecho algunas veces a favor de Milei. Cuando lo critican por un supuesta contradicción de que un rockero no debería bancar un proyecto como el libertario -algo discutible-, Calamaro ríe y bebe lágrimas.
Por ejemplo, sube videos de su afición a los toreros, en plena acción, le resbalan las críticas sobre el maltrato animal y hasta la usa para criticar. Ahora, cuando le dicen decadente, que le pasó la hora y lo ridiculizan, reacciona. Quizás la cuestión de quienes quieran oponerse sea provocar la reacción y no reaccionar a la provocación.