Entre el orden y el desquicio
El tratamiento de la ley ómnibus se picó como se preveía con un desorden dentro del Congreso y sobre todo en la calle con represión. El cambio y su mala aplicación.
Algo se enturbió. La discusión de la ley ómnibus en el Congreso es como ver en cámara lenta algo que ya pasó: la Argentina al borde del desquicio. Un calor demoledor que sube desde el asfalto, un enfrentamiento político por momentos de baja estofa frente a cuestiones determinantes, y un gobierno que rocía de nafta aquel cemento y enciende las llamas de la confrontación.
Más allá de su aprobación general, o los artículos que haya logrado o perdido Javier Milei, lo cierto es que esta discusión fue el primer mojón de un gobierno al que no le será sencillo desandar el camino que se propone de “refundar la Argentina”. La Argentina ya está fundada y tiene cimientos que, queda en evidencia, no podrá removerlos fácilmente.
No le será sencillo porque quiere saltearse algo elemental como la institucionalidad. Quedó en claro en la confección del DNU 70/2023 y en la ley Bases, y se confirmó en el recinto con un amateurismo total de procedimiento y de confección: el dictamen no apareció en las primeras 24 horas.
De ese amateurismo es difícil salir sobre todo si enfrente está la política, la casta, aquella que, cualquiera sea el signo político, se enmarca en las reglas del debate y la rosca para sacar adelante las situaciones. Acá se pretende poner las pretensiones por encima de todo, bajo el argumento de haber ganado la elección. Le dijeron que no es así la cosa y todo se complejizó.
Los gobernadores primero pusieron un freno, la gente después. La resistencia apareció y tuvo un rol importante logrando instalar en los oídos de la oposición y también en los del oficialismo, por más que estén sordos esos oídos, que hay toda una masa dispuesta a reaccionar ante los atropellos y locuras.
Claro que esa resistencia en algunos casos es exagerada en la forma de encarnarla e interpretarla, y no lee dos circunstancias políticas -ineludibles aunque no conclusivos- a tener en cuenta: que el mandato es de Javier Milei -si tiene legitimidad del 56% del ballotage o del 30% de las generales es otra discusión- y que el proceso indica que se impone un tiempo de cambio.
Ahora bien, todo cambio tiene un margen de aplicación. El oficialismo lo extrema llevándolo al ridículo en varios temas legislativos, pero también la forma de proceder ante otras circunstancias. Quedó expuesto en la represión frente al Congreso. La policía no tuvo ganas de hacer distinciones entre pacíficos y descerebrados violentos, y le pegó hasta a los periodistas.
En la provincia también hubo un cambio de gobierno y con él una forma distinta de interpretar las situaciones. Maximiliano Pullaro ganó luego de avisar que buscaría “orden” con el delito y también en la sociedad aunque se cuidó de no utilizar esa palabra para no cometer el mismo error que Omar Perotti.
Hay una parte indispensable del orden: ordenar significa armonizar. No parece haber sucedido eso el jueves por la noche cuando la policía detuvo a un grupo de artistas y trabajadores de la cultura por realizar una pintada sobre todo un ingreso de la Plaza 25 de Mayo. No se puede desconocer que se trató de un daño al espacio público y por lo tanto una contravención, pero los modos terminaron siendo violentos tras la resistencia a la autoridad.
La movida era contra la Ley Bases, pero el contenido no parece ser lo importante en este caso. Incluso no fue en el marco del Protocolo Antipiquetes de Patricia Bullrich, aclaró el gobierno. ¿Cuál es el cambio entonces? Es más simple: se procedió contra una contravención, algo que en otro momento se dejaba pasar. La policía detectó el daño en flagrancia tras un llamado de un vecino y actuó. Ahora bien, en este proceso de mayor accionar policial el desafío es que la policía no se cebe y termine en rienda suelta.
El arranque del gobierno nacional fue caótico con un discusión política empantanada y una crisis económica tirando chispas. La definición de la ley ómnibus, reducida a ley combi, determinará el gobierno de Javier Milei. ¿Podrá con lo que obtenga refundar el país como quiere? ¿En cuánto tiempo?, o, si no: ¿Tendrá fuerza para hacerlo a la fuerza, valga la redundancia?
La situación está tan inestable que volvió a aparecer la sombra de Mauricio Macri, a quien se le atribuyen intenciones de reconducir el gobierno si a Milei la gestión se le despista en marzo, como el expresidente cree. Olió sangre y se arrimó. Otro desquicio.