Hamas, un laberinto de túneles y criptomonedas
Si algo caracteriza al grupo extremista que atacó a Israel es su complejidad, algo que pone en evidencia por qué es tan difícil de combatir.
Mientras cientos de miles de palestinas y palestinos viven como pueden en la Franja de Gaza con menos de 15 dólares por día, Hamas administra millones de dólares y se mueve a 30 metros de profundidad. Estos son dos de los motivos que dificultan el combate al grupo que atacó Israel el pasado 7 de octubre.
La trama bajo tierra
Distintas fuentes, que incluyen algunas de las personas secuestradas y recientemente liberadas, registros del ejército israelí, periodistas, y declaraciones del propio grupo extremista, confirman la existencia de una maraña de túneles que podrían alcanzar una extensión de 500 kilómetros, y que son clave para la planificación y el despliegue de las operaciones de Hamas.
Se trata de túneles relativamente grandes con diseño minuciosamente planificado, que permiten el tránsito con motocicleta, disponen de mecanismos de seguridad tales como puertas reforzadas de acero y cuentan con acceso a internet. No se trata de instalaciones pensadas ni dispuestas para los civiles que viven y mueren en la superficie, sino que son operados por y para militantes de Hamas.
Uno de los elementos esenciales es el camuflaje que permitió tanto la construcción como el acceso a estos túneles que permiten a los integrantes del grupo extremista moverse sin ser vistos debajo de casas, mezquitas y escuelas dentro de la Franja de Gaza.
Se especula con que la trama bajo tierra también dispondría de trampas explosivas y bombas caseras, de manera tal de poder detener cualquier incursión israelí. Es en esos túneles donde se encontrarían las cerca de 200 personas secuestradas el pasado 7 de octubre. Es también uno de los factores que detiene el tan anunciado ataque terrestre de las fuerzas israelíes. Pero hay más.
La trama de la financiación
Si bien es cierto que países como Qatar, Irán o Turquía han sido en los últimos años los principales patrocinadores estatales de Hamas mediante el envío de cientos de millones de dólares a la organización, también aparece una trama financiera compleja y oculta semejante a la de los túneles.
Lo cierto es que las estimaciones de distintas fuentes señalan que actualmente Hamas dispondría de fondos por entre 300 y 500 millones de dólares. Y Hamas, como otras organizaciones terroristas, se caracteriza por la flexibilidad y el oportunismo para obtener fondos. Más allá de la financiación convencional, los extremistas que controlan la Franja de Gaza obtienen recursos para solventar sus operaciones a partir de un entramado que involucra, entre otros medios, dinero en efectivo y criptomonedas. Una de las formas que tienen de recaudar dinero es a través de “impuestos” que le cobran a empresas, comercios y personas.
Hamas también recibe donaciones de individuos y de organizaciones de todo el mundo. El régimen teocrático de Irán proporciona -según el Departamento de Estado de los Estados Unidos- hasta 100 millones de dólares anuales a los distintos grupos extremistas palestinos, incluido Hamas. Ese dinero es movido a través de empresas “fantasma”, transferencias de dinero e incluso a través de metales preciosos como el oro.
El caso de Qatar es significativo. Un flujo constante de fondos es transferido electrónicamente a Israel. Funcionarios israelíes y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) llevan el dinero en efectivo a través de la frontera con la Franja de Gaza para entregarlo a autoridades palestinas.
Ese dinero está oficialmente destinado a la población, que vive mayoritariamente sin acceso a los servicios públicos básicos y con grandes dificultades para proveerse de bienes. Cada familia o individuo debe firmar junto a su nombre un registro en el que consta que ha recibido el dinero en efectivo. Pero nadie está excento de que Hamas le cobre después un impuesto o un “peaje”.
El error de las autoridades israelíes fue creer que ese flujo de dinero actuaba como un modo de
apasiguamiento de la población y, por ende, de los grupos extremistas que se arrogan la representación del pueblo palestino.
Sin embargo, el aspecto más interesante de la trama financiera a través de la cual se nutre Hamas, es el de las criptomonedas. Hasta el violento ataque a Israel el 7 de octubre, el grupo había utilizado cada vez más criptomonedas, tarjetas de crédito o acuerdos comerciales artificiales para evitar las restricciones internacionales.
Un informe reciente de Wall Street Journal señaló que las criptomonedas constituyen una “parte integral” de la financiación de Hamas. Según esa fuente, durante el año previo a los ataques, tres grupos extremistas que operan en torno a Israel -Hamas, la Yihad Islámica y Hezbolá- recibieron fondos a través de criptomonedas. Se calcula que las billeteras de criptomonedas de Hamas llegaron a recibir 41 millones de dólares desde mediados de 2021.
El informe del diario estadounidense señala que los militantes de Hamas están vinculados a una variedad de criptomonedas. Entre ellas se incluye Dogecoin, la criptomoneda frecuentemente
promovida por Elon Musk. También utilizan las denominadas “monedas estables” como Tether y
USDC. Una moneda estable o “stablecoin” es también una criptomoneda, pero lo que la diferencia del resto es que su misión es replicar el precio del dólar.
Los controles y la batalla tecnológica que ofrece Israel dificulan ahora que ese flujo de fondos se
mantenga estable. A la fecha, no está claro con exactitud cuánto dinero ha recibido Hamas en
criptomonedas, pero todo conduce a conjeturar que, al menos hasta el 7 de octubre, logró acumular una cifra significativa.
¿Criptoterrorismo?
Quienes defienden el uso de las criptomonedas son reacios a admitirlo, pero este medio ofrece formas de canalizar recursos hacia organizaciones terroristas y conlleva una propensión a “hacer la vista gorda” con las actividades criminales.
Los defensores de las criptomonedas señalan que se trata de un instrumento deficiente para la financiación del terrorismo debido a que son fáciles de rastrear. También especulan con que, de no existir las criptomonedas, la mayor parte o la totalidad de esos fondos habrían llegado a Hamas de una forma u otra, ya fuera metales preciosos, dinero en efectivo, cuentas bancarias ficticias o alguna alternativa novedosa.
Pero un dato que ofrece la ONU resulta -como mínimo- preocupante. El organismo estima que las criptomonedas representan el 20 por ciento de la financiación de todo el terrorismo mundial. Una nueva y actual prueba de que las herramientas no son malas, pero las intenciones humanas que hay detrás de su uso pueden serlo y mucho.