La semana ya había empezado mal para el presidente Javier Milei, con aquellos micrófonos que se cortaban en el programa en vivo en el canal América, donde él comenzó a ver conspiraciones. Siguió con la venganza contra Domingo Cavallo que desde su blog empezó a poner en duda la capacidad del gobierno para responder a lo que se viene sin devaluar. Por eso echó a su hija Sonia del puesto que le había dado en ese decorado costoso que es la OEA. Y finalmente, el designado secretario de Ambiente Fernando Brom reconoció públicamente, antes de asumir, que el gobierno y su antecesora en el cargo habían hecho todo mal -mejor dicho, no habían hecho nada más que culpar a los mapuches- por los graves incendios que se devoraron miles de hectáreas en la Patagonia.

Y llegó el viernes con la estafa cripto que lo involucra personalmente porque fue Milei en sus cuentas oficiales el que recomendó invertir en $Libra, la volátil moneda virtual que dejó el tendal después de recaudar unos 100 millones de dólares de más de 40 billeteras virtuales. Por primera vez desde que asumió, el presidente y su gabinete quedaron acorralados. Sin respuestas contundentes ante la andanada de críticas con dimensión de escándalo internacional. Si no es un estafador, es un lunático que aceptó prestar su nombre e investidura para una aventura inconcebible. Las dos cuestiones son intolerables.

Va a ser difícil probar el delito presidencial, pero cada vez más datos lo vinculan a reuniones -con hora, día  y nombres comprobados- que desembocaron en esta estafa planificada que encima se llamó “Viva La libertad proyect”. Todas las maniobras distractivas disparadas desde el viernes fueron inútiles hasta ahora.

Pero ya antes de la célebre estafa. el gobierno tenía motivos para estar preocupado. La encuesta del CEOP publicada el fin de semana, muestra una caída en las expectativas económicas. El estudio expresa que el 51,4% no soporta más el ajuste en la economía. En tanto, el 53% afirma que el rumbo económico es incorrecto.

Se percibe un descenso en las expectativas económicas y, sobre todo, cada vez más personas dicen que no llegan a fin de mes. Esa situación lleva a que una mayoría afirme que el rumbo económico es equivocado y que no soportan más el ajuste. La gran pregunta es si la caída de febrero es el inicio de una caída más profunda o si tiene chances de remontar lo que va perdiendo.

El 2,2% de la inflación de enero ya no convence a nadie. Hasta la paralizada CGT se animó a cuestionar la medición y señalar que el problema no son los porcentajes sino que los precios son inalcanzables.

Lo que está empezando a quebrarse en el gobierno de Milei es esa noción que había de que podía llegar a las elecciones de medio término sin transpirar. Se abre una ventana de ocho meses en la que algún cambio tendrá que hacer si quiere recomponer relaciones con un electorado que se llena cada vez menos con el alimento cocido al calor del odio a la política y el contraste con el peronismo. Algo deberá pasar: Un acuerdo con el Fondo que tranquilice a los mercados, una salida no  traumática del cepo o, la carta fuerte y arriesgada: Una devaluación.

Las empresas productivas empiezan a perder la paciencia y ya se animan a decirlo a medida que ven cómo la gestión libertaria trastabilla. Los trabajadores que lo votaron ya tomaron nota que fueron la prenda principal del ajuste junto con los jubilados. Las cosas no pasan tan rápido, pero pasan de manera ineludible.