Del “no vamos a debilitar la figura presidencial” al “esto en Santa Fe no pasa”; transcurrieron sólo dos semanas. En ese tiempo y rango varió la postura de los principales referentes del frente Unidos que gobierna Santa Fe y Rosario: Una cosa es cómo debe ser investigado el presidente Javier Milei por la estafa cripto que lo involucra y otra muy distinta es avalar la salvaje represión a la marcha de los jubilados que bordeó peligrosamente el estigma de Kosteki y Santillán, con el disparo directo de mortero a la cabeza del fotógrafo Pablo Grillo.

Cuando se hicieron las declaraciones, en esa tribuna política que es ExpoaAgro, los referentes provinciales no conocían el trabajo de los consultores Shila Vilker y Raúl Timerman tras los incidentes afuera del Congreso. Un 48,7% dijo que fue “una marcha violenta liderada por barrabravas” (casi todos votantes de Milei y de Bullrich) y el 48,4% expresó que hubo “una represión injustificada por parte de la policía ante un reclamo legítimo”, casi todos votantes de Sergio Massa. Hasta ahí la grieta de siempre. Pero rápidamente un sector captó que algo se había roto.

No son pocos los que tienen en cuenta que la sociedad argentina ha demostrado varias veces que puede pasar del reclamo de mayor orden y firmeza con los manifestantes, a sensibilizarse y cambiar de opinión cuando percibe excesos en el uso de la fuerza y, mucho más, si hay riesgos de que se produzca una muerte.

Quedó claro que una cosa es sostener el discurso de la mano dura y que “los buenos son los de azul” en relación al crimen organizado y la violencia narco. Y otra muy distinta es insistir con el mismo dogma sobre la protesta social.

Más allá del acting oficial de siempre, el de Milei redoblando la apuesta en ExpoAgro rodeado de Patricia Bullrich y José Luis Espert que quiere “meter” bala a diestra y siniestra aunque nunca crece en las encuestas; el gobierno está lastimado. Acumula demasiados errores no forzados en muy poco tiempo.

La propia Bullrich fue cuestionada internamente por el dispositivo de seguridad que, desde el principio, apuntó al ataque y la provocación antes que a la contención del avance de los manifestantes. Personalmente, la ministra había caldeado el ambiente en la previa: “No se atrevan porque me van a conocer”, bramó por los medios. También se comió el amague de las “barras bravas”. Según los periodistas expertos en el tema no había nadie de peso de la primera línea de esas agrupaciones de hinchas que hacen un negocio de la violencia. “Nosotros nos dedicamos a otra cosa”, le dijo en off un líder de las tribunas a conocidos periodistas deportivos.

Pero las cosas no son iguales después del miércoles. Hasta la CGT abandonó la etapa conciliadora y se organiza para otra huelga general.

El gobierno puede ser de derecha, pero no tan tonto como para no saber que cuando están dadas las condiciones, no hay ejército que pueda frenar la toma del palacio.