Un señor agita un afiche desde la caja de una chata blanca. “Nadie se realiza en una comunidad que no se realiza”, dice el cartel en letras rojas. La frase tiene firma: Juan Domingo Perón. El hombre usa una visera blanca y si se lo mira con atención, abajo de esa gorra está el histórico militante peronista Oscar "Corto" Cánepa. Otra chica, más anónima para esta redactora, luce otro cartel: “No al DNU. No a la ley ómnibus”. Está impreso en papel A4, letra mayúscula, negra, y se lo pegó con cinta de papel en la espalda. Clara y concisa. 

Un grupo de mujeres se agolpa alrededor de un cartel impreso en buena calidad. Se la ve a Cristina Fernández de Kirchner y al lado, en letra cursiva, dice “No fue magia”. Una de esas señoras levanta otro cartel, hecho a mano, con témperas: “La patria no se vende”.  Un pibe levanta uno escrito en cartón que pide por los inquilinos, otro por la ley del libro, otra contra los despidos, un señor por la salud, una piba por el medio ambiente. 

La heterogeneidad fue tal vez el mayor distintivo de la masiva movilización que se hizo en Rosario este miércoles. Los sindicatos, las organizaciones sociales, los partidos políticos, los movimientos sociales y culturales se encargaron de que el paro general no pase desapercibido en la ciudad, mucho menos en el centro. Y si bien las consignas fueron en lo general contra el DNU y la ley ómnibus de Javier Milei, y sobre todo contra el retroceso en materia de derechos laborales, fue la posibilidad para no dejar pasar nada, prácticamente ninguno de los puntos que la ley toca, modifica y destruye. Cada quien pudo tomar aquello que más le indigna o atraviesa, lo hizo cartel, lo transformó en consigna y fue parte de una frase que lo abarcó todo y atravesó el país: la patria no se vende.  

Si bien el acto central fue en el Monumento a la Bandera, la jornada arrancó con concentraciones dispersas en distintos puntos de la ciudad. Llegaron al acto desde Pellegrini y Corrientes, desde la plaza Montenegro, la San Martín y la 25 de Mayo. El comienzo de las marchas coincidió con el momento en que algunas persianas comenzaron a bajar y las compus a apagarse. La gente dejó sus lugares de trabajo al mediodía y se fue a su casa, a la Florida, y también a la calle, al paro. El centro de Rosario, al menos, y los alrededores de los puntos más álgidos del día a día, se transformaron de golpe en un día feriado, incluso con los colectivos y taxis aún en funcionamiento. 

Desbordado

Se estima en total que unas 80 mil personas llegaron a un Monumento a la Bandera vallado por las obras que se están realizando. El lugar elegido para el acto desbordó para todos lados y las banderas se acomodaron de manera tal de rodear lo más posible el Monumento. Lo más codiciado fueron los pocos rincones con sombra.

El acto fue rápido y al pie. Bajo un sol fulminante, se leyeron las adhesiones, un documento, y a eso de las 14.15 se empezó a desconcentrar. Desde el escenario, el pronunciamiento hizo hincapié en repudiar “el avasallamiento a los derechos civiles, sociales y laborales que presentan el DNU y el proyecto de la ley ómnibus; las formas autoritarias y antidemocráticas que establecieron para decidir sobre el futuro del país, y que perjudica a todas y todos los Argentinos”. 

"Expresamos un enérgico rechazo y repudio al DNU y proyecto de ley ómnibus, por ser flagrantemente inconstitucional, en cuando a su procedencia de origen como por la clara regresión que registra en materia laboral para las y los trabajadores y sus organizaciones, además de trastocar radical y estructuralmente la economía del país, su sistema productivo, su organización social y estatal, la prestación de los servicios públicos, la organizaciones de la sociedad civil,
el comercio interno e internacional, las relaciones laborales y las relaciones de consumo, entre otras", se leyó.  

En Argentina se marcha

Los días previos al 24 de enero la militancia en general se encargó de viralizar las medidas de seguridad para no correr riesgos en una marcha amenazada por las fuerzas de seguridad del Estado. Llevar el DNI, el celular cargado, zapatillas, gajos de limón contra gases lacrimógenos, teléfonos de abogados, entre tantas otras recomendaciones. Saberlo no estuvo de más, pero Rosario no fue, ni por cerca, Buenos Aires. La jornada transcurrió con mucho mate, bicicleta y cochecitos, en ojotas y con pocas medidas de seguridad. No hubo tensiones, no se asomó en ningún momento el fantasma de la represión. 

Fue un momento de encuentro y conversación, menos pose y selfie, más charla política. Quedó claro, por el aire que se respiraba, que de a poco se empiezan a sentir las consecuencias de las políticas implementadas a menos de dos meses de haber asumido Javier Milei. 

El paro general se vivió en Rosario bajo un clima de unidad. Pocas veces pasa. Tal vez los 24 de marzo pueden parecérsele. Queda claro que pese a todas las diferencias, se llegó al límite, al no, la línea que nadie quiere cruzar: el proyecto político libertario para el país. Quedó claro además que esta fue una marcha convocada por los sindicatos. Y es que las movilizaciones sindicales tienen un color, un olor, un ruido, una estrategia y orden tan particulares. Cada detalle remite a una idea: nunca hay que subestimar al movimiento obrero argentino. 

Hubo mucho gordo con piluso y mono colgado de los camiones de recolección de basura, también mucha travesti abanicándose y mucho nene prendido a la pritty. Mucho reencuentro de docentes con sus alumnas, compañeros de trabajo, amigos y amigas, gente que se pone contenta de cruzarse con otras personas, las queridas, ahí. 

Hubo gente que trabaja: camioneros, de la carne, jaboneros, pasteleros, científicos, docentes, vendedores ambulantes, telefónicos, recolectores, empleados de la EPE, garagistas, bancarios, periodistas, del peaje. Después del 24 de enero, una sensación podrá reemplazar a la otra: en todos lados están los que votaron a Milei, en todos lados también los que marcharon, pararon o adhirieron. Los que marchan saben como es: que si hay extorsión o amenaza, son los menos. En Argentina se marcha.