Un espiral de violencia y desidia: qué dicen los fundamentos de la sentencia
Los jueces Mariano Aliau, Aldo Bilbao Benítez y José Luis Suárez escucharon más de 140 horas de juicio. El debate comenzó el 12 de abril de este año y durante 28 días desfilaron frente a ellos las pruebas, los testimonios, las imágenes y videos, las evidencias científicas que intentaron reconstruir la noche en que Carlos Bocacha Orellano murió y dilucidar las causas de su fallecimiento. Finalmente, de las cuatro personas que estaban imputadas, decidieron condenar a tres: consideraron que fueron responsables de un homicidio preterintencional, es decir, que no lo buscaron pero que cada uno de sus actos esa noche fueron lo suficientemente imprudentes como para matar a un pibe que había ido al boliche con sus amigos.
Los condenados fueron los policías Karina Gómez, a nueve años de prisión, y Javier Julio Nicolossi, a doce años. También recibió seis años de prisión el patovica Emiliano López. Conocida la sentencia, el tribunal de primera instancia difundió a la prensa parte de los fundamentos para su sentencia. Allí aseguraron que la muerte de Bocacha “no fue un accidente, tampoco fallece por estar alcoholizado, ni es asesinado brutalmente a golpes para luego ser descartado en las aguas del Río Paraná”. Lo que hay en el medio, dicen, son las variantes, las decisiones que llevan a que finalmente el joven rosarino termine muerto en el río.
Los jueces establecieron que el 24 de febrero de 2020 Carlos Orellano estuvo en el boliche Ming y a eso de las 04 fue retirado del VIP hasta la puerta por personal femenino de seguridad. Lo que pasó después se recreó a través de los testimonios, filmaciones y prueba científica. Todavía no se sabe por qué, según los jueces, pero entre Bocacha y los imputados (López, Nicolossi y Gómez) “comienza un espiral de violencia ascendente contra la persona de Orellano, lo cual se advierte en una trifulca inicial, gritos, golpes y tomas de neutralización contra Orellano”.
Según el relato del tribunal, Bocacha logra escapar en un primer momento pero los patovicas y policías vuelven a capturarlo y golpearlo. El último escape del joven fue para cruzar la baranda y tirarse al río. “Una valoración de preferencia por encima de la opción de quedarse en tierra afrontando al grupo agresor compuesto por, al menos, López, Nicolossi y Gómez”, según palabras de los jueces.
Carlitos Orellano no murió inmediatamente, pero finalmente se ahogó. El tribunal, en sus fundamentos, dice que el desenlace fatal no estuvo previsto ni siquiera como hipotética consecuencia. “Los mismos actúan con desidia no sólo ante la urgencia para solicitar rescate a las autoridades correspondientes sino para luego afrontar sus consecuencias de forma directa tratando de ocultar lo sucedido”, sostuvieron los jueces.
El cuerpo de Carlos Orellano, aseguran los letrados luego de las 28 jornadas de juicio, habló a través de las pericias científicas. Así, dicen, se determinó que no sufrió golpes letales y, sin embargo, los tres condenados “lo dejaron a su suerte”. “No actúan, tardan más de 30 minutos en comunicar la caída al agua de una persona al 911, no llaman al 106, ocultan, pergeñan y falsifican ideológicamente documentos públicos”, fundamentaron. Los jueces consideraron, finalmente, que Nicolossi, Gómez y López apostaron todo a un “nadie nos vió, acá no pasó más que un accidente”.
Los fundamentos de cada una de las penas y decisiones que tomó el tribunal se conocerán, finalmente, en 20 días, cuando se entregue la sentencia completa a cada una de las partes y la prensa.