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Las mujeres de Rosario hicimos historia. Este miércoles pisamos las calles .Fuimos más de 20 mil las que nos encontramos para llenar el Monumento a la Bandera y hacer oír nuestra voz para que la tierra tiemble. Y tembló. En nuestro día paramos y, vaya paradoja, también movimos el mundo. Hermanadas en manada con miles de mujeres de 57 países nos rebelamos impulsadas por una consigna: el #ParoInternacionalDeMujeres. Y encontradas en un mismo deseo: el de hacer historia. 

Las madres caminaban con las hijas del brazo, empujaban cochecitos y de a ratos llevaban en hombros a sus crías. En ese rumor de la tierra unas denunciaban la injusticia económica que las desampara en el cuidado de los hijos. Otras pedían por el derecho a abortar y a decidir sobre sus propios cuerpos. Las más jóvenes relataban que en un año perdieron su primer empleo y advertían que la precarización laboral recrudece la violencia de género. Las docentes –que van por su tercer día de huelga– pidieron que una asignatura aún pendiente, la de la educación sexual integral, se aplique al fin en todas las escuelas.

Todas envueltas en una marea de abrazos, emoción, muchas risas y también algunos llantos. Las que se cruzaban con las que comparten trabajo, las que se reencontraban con viejas amigas, las que se fundían en un cuerpo a cuerpo con las compañeras de militancia. Y aún aquellas que se conocen a través de sus hijos y comparten algo tan mínimo como el grupo de wasap de mamis de la escuela pero esta tarde entre la lista de útiles y el inicio de clases de mañana se congeniaron, cómplices, para marchar en el #8M.

“Pienso que hoy podemos decirnos feliz día. Porque estar acá a mí me hace un poco más feliz, sobre todo porque me hace sentir menos sola y más acompañada.  Esta es la celebración de la lucha. Que es resistente pero no por eso menos alegre”, suelta Luciana mientras camina con sus compañeras de oficina.

Hasta que me quieras viva, te paro. Lo que llaman amor son tareas de cuidado no remuneradas. Movemos el mundo, podemos detenerlo. Me falta cartel para tanto reclamo. Las pintadas caseras se leían en pedazos de cartón, en hojas A4 impresas con computadora y también en la piel de muchas mujeres que llevaban tatuada alguna de las consignas en su propio cuerpo. Las frases se mezclaron con el #VivasNosQueremos #NiUnaMenos y #NosMueveElDeseo –que invitaban a parar y movilizarse este #8M– y se pasearon desde la plaza San Martín al Monumento a la Bandera. Recorrido que se pobló de mujeres rubias, morochas, altas, bajas, flacas y con curvas, de todas las edades, del centro de la ciudad pero también de los barrios. Porque trabajadoras formales e informales, desocupadas, profesionales, artistas, beneficiarias de un subsidio, entre muchas otras, estaban invitadas a ser parte de esta historia que se cocina a fuego lento y no tanto entre muchas, entre todas.

A Rosa se la ve recostada y temblorosa en la puerta de un edificio de San Lorenzo al 1000. Tiene 84 años y cuenta que no marcha porque ya no le dan los pies. Su voz se quiebra cuando escucha corear: “Mujer, escucha y únete a la lucha”.

“No me hagas emocionar, si hablo lloro”, dice y enseguida los ojos se le vuelven acuosos. “Salir a la calle aunque sea a saludarlas es una forma de participar. Es tanta la humillación que pasamos, años de no ser respetadas. Si volviera a nacer sería todo tan diferente en mi vida”, confiesa en voz baja y no quiere explicar qué tan distinta podría ser su vida luego de ver a esta corriente de mujeres que se mueve como un río revuelto por la puerta de su casa.

Si bien había varones que acompañaron la movilización –y hasta en algunos casos intentaron tomar un poco más de protagonismo– las mujeres fueron el centro y no dejaron que nadie les marcara la cancha. “No queremos que nadie nos conduzca”, dijo una de las periodistas integrantes del #NiUnaMenos Rosario desde el escenario arengando a una multitud que se derramaba por las escalinatas y no paraba de llegar aún iniciado el acto.

En el Monumento, ya caída la tarde comenzaron a escucharse las distintas adhesiones, luego la lectura de un comunicado contundente y amplio que fue amasado por las que participaron de la asamblea multisectorial al frente de la organización del #8M. Y el cierre fue con un festival de murgas y bandas locales.

Algo de este feminismo que se vuelve inclusivo y de intersección, y que hace que entremos todas, todos, todes se hizo carne en las calles. Ya lo decía un cartel de los empleados suspendidos de General Motors: “Entramos todos o no entra nadie”. Los suspendidos que son 350 –de los cuales sólo tres son mujeres–ocuparon con su columna buena parte de la marcha.

Melany participó por primera vez de un 8 de marzo. Es tímida y se la veía emocionada. Vino con su beba de cuatro meses en brazos y acompañando a Víctor uno de los cesanteados de la planta automotriz.  “Nunca vi algo así, es muy fuerte”, dijo señalando la calle repleta de mujeres”.  Mientras que Víctor aprovechó  un silencio de su compañera y tomó la palabra: “En esta siento que nos acompañamos todos. Nosotros a ustedes y ustedes a nosotros. Basta de decir que detrás de una mujer hay un hombre. Detrás de un hombre muchas veces hay mujeres que sostienen más que uno, cómo todas estas”.

En ese sostén, que por cierto no es remunerado, del que habla Víctor y también de su realidad personal con los despidos masivos del último año es que hizo eje el comunicado que el movimiento de mujeres vivó en el Monumento. Como también que: en el contexto de crisis actual, los ajustes y tarifazos que sabemos perjudican más y más a las mujeres, en la brecha salarial entre varones y mujeres que existe, en la urgencia de las paritarias sin techo para lograr un salario igual a la canasta familiar. En el trabajo no remunerado (el 76% realizado por mujeres) dentro del hogar que no tiene visibilidad ni reconocimiento. En el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.

En que cada 18 horas una mujer es asesinada por el sólo hecho de ser mujer y en que a 8 años de la sanción de la ley para prevenir sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, se sigue sin el presupuesto necesario para ponerla en marcha. En que la violencia obstétrica a la hora de parir está a la orden del día. En que la violencia institucional, la persecución y la protesta de la lucha social también se ensaña con las mujeres. Y por eso se pidió por la libertad de Milagros Sala y se repudió la detención de seis militantes feministas en la vigilia del #8M.

“No queremos ser iguales a los varones, queremos tener igualdad de derechos”, advierte María Luisa escoltada por su pañuelo verde de la Campaña por el Aborto Legal y Seguro como si acaso aún hiciera falta explicar eso. Y agregó con un poco de enojo que acumula de sus largos años de activismo: “El tema es que muchos se acuerden de nosotras sólo en este día, mientras que los 364 del año nos ningunean”.

Entre esa manada de mujeres, Ingrid –colombiana y estudiante de Medicina– opinó que esto que sucede en Argentina debería replicarse en muchos países más, sobre todo en el suyo, donde las mujeres aún siguen siendo las más desprotegidas por el Estado y el eslabón más débil de la guerra narco. Ella contó que al llegar al país y mostrar su pasaporte enseguida la hicieron a un costado de la fila de pasajeros y le dieron vuelta su maleta de pies a cabeza. “Revolvieron todo al ver mi nacionalidad. Es que siempre nos asocian con el negocio del narcotráfico cuando una identidad no es sinónimo de un delito. Estoy orgullosa de mi país y ahí tenemos mucha diversidad que a veces se ignora. Desde el café, a las flores más exóticas, pasando por una cantidad inmensa de especies de mariposas que no se encuentran en otras partes del mundo. Pero parece que sólo nos conocieran por la droga”.

“Nosotras las mujeres del mundo hacemos temblar la tierra. Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”, cerró el documento leído a varias voces en un Monumento que respondió al grito de #VivasNosQueremos y #NiUnaMenos.

Mónica estaba a un costado del escenario. Había llegado hasta ahí con una ilusión: que pongamos fecha. Lo que en otro tiempo podría haber sido la premura de una chica esperando a que su comprometido le pusiera el anillo de bodas, hoy es otra ansia: la fecha de un paro general. “Quizás las primeras seamos nosotras, porque por lo visto ellos, los varones, no se animan”, dijo soltando una sonrisa.  Y si es por eso el paro a Macri las mujeres ya se lo hicimos. Desde el mediodía en que decidimos parar con las tareas rentadas y las que no lo son. Mucho camino hemos recorrido. Mucho queda por recorrer. No sabemos lo que vendrá. Pero sabemos que queremos más. Queremos la mitad del mundo que nos corresponde. Ya no nos conformamos con menos. El deseo nos mueve. Y el deseo no conoce de fronteras ni medidas.