Las quemas en el Delta del Paraná arrasan con todo lo vivo a su paso dejando un tendal de cenizas, humo y carbón. Pero, ¿cuáles son las consecuencias de estos incendios? Un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) divididos en distintos equipos decidieron estudiar en profundidad lo que sucede en la salud, entendiéndola en un sentido amplio como salud de los ecosistemas, de los animales y también de los humanos. Uno de los equipos empezó por los bichos. 

En diálogo con Rosarioplus.com el investigador e ingeniero agrónomo Guillermo Montero contó los detalles de esta investigación para la cual contaron más de 18 mil animales de diversas especies, el trabajo que se llevó adelante, el tiempo que tomó, las primeras impresiones y las nuevas líneas de investigación que se abren a partir de un relevamiento que aún tiene mucho por decir.

El trabajo se enfocó en uno de los efectos de los incendios, más allá de lo que se intuye a simple vista, y caracterizar en profundidad las quemas que arrasan con el humedal para entender los efectos a corto, mediano y largo plazo.  

El lugar seleccionado para el estudio fue Isla de los Mástiles, frente a Granadero Baigorria, que en el 2020 ardió durante tres días, generando en el suelo una temperatura de 800 grados centígrados según las estimaciones del grupo de investigadores. "Al llegar al encontró una costra en el suelo. Era como un barniz endurecido", describieron.

—¿Dónde se hizo este conteo de bichos?

—Guillermo Montero: Este relevamiento se hizo en Isla de los Mástiles, que está ubicada frente a Granadero Baigorria y cuenta con unas 914 hectáreas según el último relevamiento, pero ya debe tener más de mil. Es una isla muy particular, que pertenece a Santa Fe y es una isla joven. Es una isla que tiene exactamente 79 años. Esto lo sabemos gracias a un ambientalista perteneciente al colectivo “Paraná no se toca”, Jorge Bártoli, que corroboró algo que se decía cuando yo era chico, cuando eso apenas era un banco de arena que aún no se había establecido como isla. Lo que corrobora Bártoli es que  en el año 1943 un barco petrolero, que se llamaba Figueroa Alcorta, que hacía el recorrido de Zárate a San Lorenzo, choca con una barcaza que había quedado varada. La barcaza se hunde y el río empieza a sedimentar en esa zona. Entonces se armó primero el banco de arena, y luego eso creció y generó vegetación y por eso hoy tenemos Los Mástiles con 78 años de edad.

—¿Por qué se optó por esta isla?

—Esto respondió a dos situaciones, una que es una de las islas que con más intensidad ardió en 2020 y la otra que era la única a la que podíamos ir. En Isla de los Mástiles ocurre un incendio muy fuerte que dura tres días, entre el 26 y el 28 de julio de 2020. Por tres días seguidos, la parte sur de Isla de los Mástiles se quema. En el marco de las restricciones de la pandemia no podíamos movernos entre provincias, pero al ser esta una isla perteneciente a Santa Fe, solicitando los permisos correspondientes logramos que Prefectura nos habilite a ir. Empezamos un estudio integral con distintos investigadores de la UNR, en donde se relevó la vegetación, las aves, los insectos que es lo que hago yo, la diversidad genética en las lagunas de esas islas y otro grupo estudiaba las imágenes satelitales, y características del suelo.

—¿Cómo fue el trabajo en su caso particular? ¿En qué consistió?

—Lo primero que hicimos es establecer dos recorridos de 200 metros cada uno. Uno en el sitio en donde se había quemado, y el segundo, en un sitio que no se había quemado. Entre ellos había una distancia de 700 metros, el segundo ubicado en la parte este de la isla. Además tuvimos en cuenta que de crecer el río, tenía que ser un sitio que no lo tape el agua y que no sea una zona de laguna. Nunca volvió a crecer el río y nunca más las lagunas internas de la isla volvieron a tener agua.

Delimitados los sectores a estudiar, pusimos trampas para insectos, que son como unos potes de dulce de leche que se ponen al ras del suelo, entonces los insectos van caminando por la superficie y caen ahí, mueren y quedan conservados por un líquido que tiene la trampa. En una semana vas a buscar la trampa y tomás la muestra. Esto te dice los bichos que están caminando por el suelo.

—¿Cómo se llevó adelante este muestreo?

—Hicimos cuatro muestreos. A los 120, a los 262, a los 473 y a los 671 días. Ahí teníamos un lapso de tiempo en que nos alejábamos del incendio. Pero tuvimos que contemplar una característica propia de los insectos, que es que su reproducción es estacional, con lo cual la variación en su cantidad y diversidad podría deberse a cambios de estaciones y no al hecho de alejarse del incendio. Por eso tuvimos que repetir dos primaveras y dos otoños el mismo muestreo. Este otoño terminamos el muestreo y contamos 18234 bichos, de 260 especies.

—¿Qué reveló el muestreo?

—Esto puede parecer loco pero es así. Nos encontramos con que había más bichos en el lugar quemado que en el no quemado. En el lugar quemado se establecen hormigas pioneras, que son las primeras que van a ese ambiente y que patrullan todo el ambiente. Es una hormiga muy particular, se llama Solenopsis saevissima y se la conoce como hormiga argentina de fuego. Acá actúa como pionera, en otros lugares del mundo esta hormiga actúa como especie invasora, no decimos que es invasora porque es nativa de la región. Resulta que esta hormiga que está modelando el sitio quemado es preocupante, ya que es omnívora y se alimenta de los pichones de las aves nidífugas, que son las que nacen de modo prematuro como los gorriones o las palomas.

Solenopsis saevissima, la especie pionera que modela las islas tras la quema.

—A partir de esto, si bien es reciente el estudio y comentás que hay cuestiones que se deberán profundizar, ¿cuáles son tus primeras percepciones?

—Lo que vemos es que va habiendo una recuperación, siempre la hay aunque sea lenta, pero con pérdida de singularidad. Las especies que son exclusivas del sitio quemado cada vez son menos, y las especies comunes cada vez son más. El problema de base entonces no es la recuperación del ambiente, porque el ambiente se va reproduciendo, ni la diversidad, porque esta se pierde y luego se retoma y aparecen nuevas plantas que antes no estaban en el ambiente. Pero el problema que encontramos es la pérdida de singularidad, el ecosistema que estaba inicialmente con sus características propias ya no está.