El club donde late la memoria de Jere, Mono y Patom
La Agrupación Infantil Oroño se hizo famosa en la ciudad porque en su cancha fueron asesinados los jóvenes militantes en el llamado "triple crimen de Villa Moreno". Aunque allí todos los recuerdan, la vida sigue y el club se reinstaló como un auténtico nexo entre vecinos que así se sienten parte de un barrio con identidad propia
“El tipo puede cambiar todo: de casa, de cara, de familia, de novia, de religión, de Dios, pero hay una cosa que no puede cambiar… no puede cambiar de pasión”. Esto le dice Sandoval a Espósito en el bar donde los borrachos comparten su lucidez en la película El secreto de sus ojos. Jeremías Trasante, Claudio "Mono" Suárez, y Adrián "Patom" Rodríguez no sólo tenían pasión por la militancia barrial, sino también por el “David” de Villa Moreno: Agrupación Infantil Oroño, o más conocido como “El Oroño”. Paradójico es que hayan sido asesinados por un dealer y sus pistoleros allí, en el lugar donde sus corazones latían más fuerte. Aún hoy se escuchan y el barrio no los olvida.
Este club de barrio se encuentra a diez minutos del centro y se ubica en Presidente Quintana y Moreno, en el medio de Villa Moreno. Un barrio compuesto por diez manzanas, uno de los más pequeños de Rosario. Todos se conocen. Miradas amigas que lo dicen todo. El Oroño emerge como un pulmón en ese racimo de casillas apretujadas y viviendas carentes de servicios. Una postal elocuente de lo que significa para los vecinos.
Cada barrio tiene una historia compuesta por muchas, aunque la de éste se hizo conocida por la ya célebre matanza del primer día del año 2012. Estos tres jóvenes militantes del Movimiento 26 de Junio (M26) fueron brutalmente asesinados mientras charlaban en uno de los banquitos del club. Sergio "El Quemado" Rodríguez avanzó con algunos de sus laderos y amigos de su hijo Maximiliano y les vació el cargador de su pistola ametralladora. Ni siquiera los conocía. No era a ellos a quien buscaba. Los fusiló igual. Ahora está preso, condenado a 33 años de prisión. Daniel Delgado purga una condena a 26 años de cárcel por el triple crimen, Mauricio Palavecino, a 23 años, y Brian Romero, a 8 años de encierro. Brian Sprío, en cambio, había sido condenado en primera instancia, pero apeló y resultó sobreseído.
Más que un club
Oroño tiene 33 años de vida y todo lo que socialmente se exige para mantener su condición como club de barrio. Vecinos que lo adoran, mesitas y sillas de cemento, banquitos de madera hechos con troncos, dos canchas para once jugadores que denotan su uso con una mancha enorme de tierra en el centro en cada una, arcos gastados de tantos pelotazos, y casas y casillas que lo rodean casi como un cerco rectangular; también hay muchas frases que recuerdan a los militantes asesinados casi como insignias de lo que significan, pero fundamentalmente hay dos nombres propios imprescindibles que se desviven por el Oroño: Mónica Cisneros y Francisco “Kiko” Sánchez, un matrimonio muy unido.
No exigen redención. “Este club no necesita pararse, porque nunca se cayó”, dijo con ímpetu Mónica. Los que quieren al club saben que el abominable suceso los elevó en la agenda mediática, algo que no siempre suele ser positivo, porque los periodistas tendemos a estigmatizar en pos de obtener una noticia, a veces donde no la hay.
La conversación con Mónica y Kiko se da en el medio de una audiencia pública que organizó la Municipalidad de Rosario mediante el Programa de Mejoramiento de Barrios del gobierno nacional con aportes locales, en la que se realizará una mega inversión de más de 80 millones de pesos en obras de infraestructura para el barrio, incluyendo al Oroño. “Estamos muy contentos por lo que van a hacer. Lo necesitábamos”, expresan los vecinos presentes.
¿Quién no habría de contentarse cuando uno se siente escuchado e incluido?; esta intervención alcanza a 690 familias del asentamiento y a otras 700 linderas ubicadas en el sector comprendido por bulevar Oroño y las calles Centeno, Italia y 24 de septiembre. Además, se contempla la apertura de las calles Dr. Riva, entre Moreno y Dorrego; y Presidente Quintana, entre Moreno y Balcarce.
Vivir jugando
Naranja, blanco y negro son los colores de la camiseta de fútbol con la que más de 70 chicos entre 4 y 12 años juegan al baby actualmente en el club y participan de la ligar Nafir, la cual cuesta mil pesos por equipo y es una de las más baratas; y son cerca de 400 personas las que pasan sus tardes allí.
“Lo único que pedimos es una cuota mínima de 40 pesos por pibe, porque no tenemos ningún tipo de ayuda o subsidio, ya que todavía no contamos con la personería jurídica. Nos sostenemos con la cuota o la torta frita que vendemos”, comentó el matrimonio.
Al poco tiempo de las muertes de Jere, Mono y Patom, “el barrio se vio envuelto en una ola de temor y recaudos por doquier”, pero ahora “ya se escuchan nuevamente las risas, la música, los chicos gritando y jugando”. Al club volvieron a tomarle confianza. “El Oroño en general es un símbolo de ese escenario, porque todo el espacio se vio involucrado en los asesinatos”, dijo Mónica, pero asegura que las cosas mejoraron, incluyendo el barrio.
El amigo más fiel
Bruno Pontiliano era no sólo compañero, sino amigo de los jóvenes militantes. Caminó con ellos durante muchos años las calles de Villa Moreno, ya sea de día o de noche. Él cuenta que en el club se juntaban “en cualquier momento a tomar una coca o una cerveza”. El espacio “lo usábamos todo el tiempo, era como un lugar de encuentro”. Por eso, cree que la institución “tiene un rol muy significativo” para el barrio. “Hoy veo que son muchísimas las cosas que se están produciendo en el club”, destacó.
Oroño no difiere de muchos otros clubes de barrio de Rosario, pero sí tiene algo distintivo, según describe Pontiliano: “A diferencia del resto, éste tiene mucha proyección. Busca y pretende ser mucho más de lo que es. Se trabaja considerablemente para lograr ese objetivo, hay gente muy honesta que se rompe el alma por lograrlo. Otros clubes, por ejemplo, se ven muy estancados”.
“Yo creo que con la muerte de los pibes (Jere, Mono y Patom) se aceleraron los procesos de mejoramiento del barrio y el club. Seguramente las obras y los trabajos se hubieran dado de igual modo, pero el hecho de que se haya militado mucho en pos de encarcelar a los responsables y el estar presentes en muchos medios generó que se obtengan beneficios de forma más apresurada”. Sin embargo, por las ganas y el empuje de los vecinos y de los que se desviven por el club “lo hubieran alcanzado de todas formas, pero en un lapso, tal vez, más lánguido”, reflexionó “Ponti”, como lo llaman quienes lo quieren.