POR LISANDRO AIRA

Retumbaron las campanas anunciando las cero horas del día domingo en las inmediaciones de la nueva “La Favorita” y la peatonal Córdoba ya se encontraba desalojada. Sólo brillaban las nuevas camperas celestes que identifican a la gestión de Pablo Javkin, guardias merodeando y buscando si alguien seguía rondando la zona, si alguien osaba a vender un pancho, libro de Cortazar o porta-sahumerio. Querían terminar la fiesta, la prácticas favorita de los neogums.

El sábado pasado Rosario presenció un nuevo encuentro de Las Noches de las Peatonales. Una propuesta que comenzó con el objetivo de potenciar la golpeada zona ni bien se habilitaron los permisos para transitar en cuarentena. Pero la actualidad mostró otra realidad: la de la Municipalidad asustando a los transeúntes.

La primera edición fue superior. Se trató de una movida para apoderarse de espacios muertos, volver a la calle, celebrar con Djs en distintas zonas del centro, disfrutar artistas, cultura y cosas ricas que dejaron gusto a poco en la última entrega.

Fue a las 23:40 cuando los nuevos agentes municipales, que no se distinguen si son de seguridad o limpieza, comenzaron a cerrar los puestos de comida y ver que ya no suene ninguna canción en las inmediaciones. “Apuren a cerrar que hay muchos robos y no podemos hacer nada”,  se escuchó decir a un puesto de venta de helados. El mensaje verticalista de no podemos hacer nada recorre toda estructura municipal.

Más de un emprendedor gastronómico indicó que esta edición fue la que menos rindió. Vimos el temor en los ojos de los controles municipales que no tuvieron que insistir mucho en que “levanten rancho” porque iban a ser atacados por el temible caos que azota a la ciudad. El mensaje de miedo fue todo un éxito. A las cero horas solo quedaban hamburguesas sin vender, un chico que contaba que había sido apuñalado y una desconcentración veloz que buscaba escapar de la peatonal de noche.