Los cartoneros, obligados a no parar: "El hambre puede más que la huelga"
Cientos de cartoneros recorrerán las calles como todos los días ante la necesidad de subsistir. "No nos podemos dar ese lujo, el hambre apremia", reconocen desde la Cooperativa que los nuclea
Hay postales, dice Mónica Crespo, que son nuevas, de estos tiempos de "muchísima crisis". Hay hombres que arrastran un carro con lágrimas en los ojos, que no pueden contener la tristeza. "Lloran, caminan con una angustia que cuesta describir", cuenta. También hay familias enteras, padres con chicos pequeños, adentro de los contenedores buscando comida. "Esto antes no pasaba, ¿cómo llegamos a esta situación?", pregunta con rabia.
Mónica Crespo es la máxima referente de la Cooperativa de Cartoneros de Rosario. Lleva más de 20 años juntando lo que otros tiran. Empezó antes del estallido del 2001. Pensó que el cirujeo iba a ser cosa de "unos pocos años". Se equivocó. Con el tiempo entendió que era parte de una generación de adultos pobres castigada de por vida. Qué no había muchas escapatorias a los cartones y a la informalidad. Que su destino estaba sellado.
Pero una cosa era cartonear cuando la mayoría de la gente tenía alguna changa o algún trabajo y otra es cartonear ahora, en medio de un "hambre que se palpa en cada contenedor", le explica a Rosarioplus.com. Mónica pone el año pasado como bisagra. Se cálculo es que hay el doble de cartoneros que en 2017. No los puede cuantificar. Pero está convencida de que no exagera. "Son muchísimos más, el doble me animo a decir", repite.
Su termómetro es el merendero que abrió junto a otros compañeros a mediados de 2018. Empezaron con un vaso de leche y un alfajor para 15 chicos. Hoy entregan más de 150 raciones. "Los padres ya no saben dónde llevar a los hijos para que meten algo de comida dentro de la panza", relata.
En la calle, los nuevos cartoneros se "pelean por un pedazo de cartón". La materia prima que los alimenta empieza a escasear. Hay menos actividad, menos producción, más locales vacíos, menos cartón y más changarines.
"Adherimos al paro, pero nosotros no podemos parar. No hay huelga, lluvia, ni frío que nos detenga. El hambre puede más", dice Mónica sobre la jornada de protesta que paralizará a la ciudad. Saldrán de sus casas de madrugada, caminarán hasta el centro, juntarán cartones, se acercarán a la Plaza San Martín para "decir presente" y volverán a "patear la calle".
"El gobierno tiene que aflojar con estas políticas, está generando mucho sufrimiento", reflexiona sobre los motivos del paro. Los trabajadores formales tienen,por el momento, algunos billetes en los bolsillos para adherirse a un día de huelga. Ella y sus compañeros viven del "día a día". "Ya nos gustaría parar", dice.
Mónica piensa todo el tiempo en el futuro de los más chicos, de esos pibes con "destinos marcados". Ahora, además de pobreza y falta de oportunidades (nada nuevo en la cíclica historia argentina), hay drogas y mucha violencia. "Lo que uno ve en la calle no lo veía hace 20 años atrás", dice.
"Gracias a dios", concluye Mónica, Rosario es una "ciudad bendecida" en comparación con el resto del país. En sus últimos viaje, a Corrientes y a Chaco, encontró nenes desnutridos. "Acá todavía hay paraguas, pero por este camino mucho no vamos a aguantar", advierte con preocupación.