Los docentes insisten: “Los alumnos están en peligro”
Hace menos de un año, Rosarioplus.com contó la intranquilidad que se respira en las escuelas de la periferia por alumnos o ex alumnos que pierden la vida en un contexto de extrema violencia social. La voz de alerta no detuvo el flagelo. Las balas no cesan y los casos se siguen multiplicando
La lista se engrosa con el correr de los meses. Son biografías de alumnos o ex alumnos que mueren antes de tiempo. Adolescentes de barrios periféricos asesinados en un contexto de extrema violencia. Historias de vida que no escandalizan. El registro del 2015 cerró con una veintena de nombres propios. El comienzo del ciclo lectivo del 2016 sumó nuevos casos. El último, el de Franco Monzón, de 19 años, alumno de la Escuela 1330 de Villa Gobernador Gálvez, quien falleció tras ser atropellado por una camioneta Toyota Hilux cuando se manifestaba al costado de una ruta.
El trabajo biográfico es relevado por un grupo de docentes de Amsafe que desde hace tiempo trabajan en una comisión que funciona bajo el lema “basta de matar a nuestros alumnos”. El año pasado, Rosarioplus.com visibilizó el silencioso flagelo con el que conviven los maestros que dictan clases en las escuelas de la periferia de la ciudad. “Ojalá que esta exposición nos ayude, que las autoridades tomen carta en el asunto porque el panorama es alarmante”, señalaba Claudia Rivas, referente de este grupo de trabajo.
Los meses pasaron. Llegó el receso y un nuevo año lectivo. La lucha de estos docentes volvió a quedar en la sombra. Pero la situación empeoró. Hay nuevas víctimas y un miedo enquistado en las escuelas. “Si miramos para atrás, vemos que la problemática se profundizó. Pasa el tiempo y la situación se agudiza porque no hay una sola solución. Las escuelas, los docentes y los pibes quedamos en el medio de la desidia. Estamos abandonados a nuestra suerte”, describe hoy Rivas.
Gabriel Aguirre (acribillado en barrio Ludueña), Ariel Avila (asesinado por soldaditos de un búnker) y Jonatan Herrera (víctima de una bala policial) son algunos nombres emblemáticos que figuran en un listado que a nadie le gusta confeccionar. “Le hemos dado un vuelco a nuestro trabajo. A las biografías escolares le sumamos otros relatos. La idea es poder englobar toda la vida social de los pibes asesinados”, explican desde Amsafe.
Las últimas historias dan cuenta que ningún pibe está a salvo en cuadrículas postergadas y olvidadas. En abril, Fabricio Fernández (17 años) fue ejecutado por error en barrio Tablada. Cursaba 4° año en la Escuela Juan Mantovani. A principios de mayo, Leonel Sánchez (25 años), tomaba una gaseosa sentado en una de las veredas de barrio Municipal cuando quedó en medio de un fuego cruzado entre dos bandas enemistadas.
“La ligó de rebote. Fue alumno mío. Nos preocupa mucho la integridad de los chicos”, contó angustiada Beatriz González, directora de la Escuela Técnica Nº 393. Y agregó: Las bandas no nos tiran a nosotros pero cuando lo hacen siempre sucede sobre calle Alice, que es donde está la entrada de la escuela y del jardín. Siempre corremos riesgo".
Al recrudecer la violencia, los colegios de Tablada y barrio Municipal empezaron a dar clases con custodia permanente. Otros establecimientos optaron por medidas más drásticas para evitar alguna tragedia. En la Escuela John F. Kennedy, ubicada en el Fonavi de Grandoli y Gutierrez, decidieron dejar de usar el patio para los recreos. "Ser destinatario inocente de una bala perdida es parte de lo que se está viviendo en muchos barrios", graficó la vicedirectora.
Rivas señala que los casos de "balaceras a metros de las escuelas" se dan ahora con mucha frecuencia: “El miedo es generalizado. Muchos docentes no quieren volver a trabajar cuando se enfrentan con estas situaciones. La realidad nos sobrepasa. Las condiciones de trabajo en los barrios ya no se sostienen más. Los maestros tampoco pueden denunciar porque viven y trabajan en los barrios. Es un círculo que no se puede cerrar de ninguna manera”.
“Las propias autoridades del Ministerios de Seguridad admiten que no saben qué hacer”
El relevamiento estadístico refleja que hay patrones comunes que son inalterables. La procedencia geográfica es uno de ellos: las precoces víctimas vivían en barrios alejados de los principales bulevares de la ciudad. “El Estado se retiró por completo y deposita en los docentes la responsabilidad de salvar a los pibes. Intentamos, pero solos no podemos”, se queja Rivas.
La delegada de Amsafe narra casos de alumnos que sobreviven de milagro a los proyectiles. Chicos hospitalizados que están varios meses sin ir a la escuela. Los registros periodísticos dan cuenta de 15 casos en menos de 12 meses. “El tiempo pasa y la situación es más delicada porque no hay ninguna solución a la vista”, insiste.
Semanas atrás, un grupo de docentes se reunió con una comitiva del ministerio de Seguridad de la provincia para plantear todas estas preocupaciones. El resultado del encuentro no fue el esperado. “Notamos que no saben qué hacer, están desorientados”, asegura Rivas.
En la charla se mencionó muchas veces la palabra “saturación policial”. “El problema es que todo el mundo sabe que la propia policía está metida en el negocio de la droga, que hay complicidad con las bandas”, afirma la dirigente gremial, quien pide “medidas de fondo” y “proyectos de vida” para los más chicos.
“En la medida que el Estado no de una solución, que se junten el ministerio de Educación y de Seguridad con el gobernador para trazar soluciones integradoras, vamos a estar cada vez peor”, advierte.