Orellano, Escobar y el Paraná: una historia repetida
Otra vez la noche rosarina, los patovicas y la Policía. De nuevo los intentos por taparlo todo, el río. Como hace casi cinco años, Rosario vuelve a ser escenario de la muerte de un joven que salió a divertirse con amigos y terminó ahogado en el Paraná. La historia de Carlos Orellano se parece -y tal vez demasiado- a la de Gerardo Escobar, una que, por cierto, no debió repetirse.
“Bocacha” Orellano tenía 23 años. Era un laburante metalúrgico fanático de Rosario Central, muy querido por otros "Canallas" que solían cruzarlo en el club de Arroyito. Su apodo, cuentan, estaba asociado a su risa contagiosa.
“Pichón” Escobar tenía la misma edad que “Bocacha” al momento de su muerte. Como Orellano, era un laburante. Su especialidad eran los jardines, se desempeñaba en la división Parques y Paseos de la Municipalidad y solía poner manos a la obra en el famoso almanaque de flores del Parque Independencia.
“Bocacha” y “Pichón” salieron a divertirse en la noche rosarina y terminaron muertos en el río Paraná. En la causa Escobar fueron imputados dos policías que hacían adicionales en el boliche La Tienda y tres patovicas. En el caso Arellano existen sospechas sobre el accionar de una agente y los patovicas de Ming, uno de los locales bailables que forman parte del complejo La Fluvial, junto al Paraná.
El caso Orellano: qué se sabe
Las sospechas en torno a los patovicas y a una agente de la Policía que cumplía con servicios adicionales aparecieron pronto en el reciente caso. La familia asegura que a “Bocacha” lo mataron “por una pulserita”, en referencia a una presunta agresión del personal de seguridad que custodiaba el ingreso al VIP del boliche Ming.
Edgardo Orellano, padre del joven de 23 años que fue encontrado muerto este miércoles en aguas del Paraná, declaró que “según datos que tengo, vieron a tres personas empujando a mi hijo al agua”. Pero la empleada policial que prestaba servicios en el boliche intentó desviar las miradas hacia otra parte.
La mujer dijo ver a un joven de entre 20 y 25 años sobre la baranda del extremo del muelle 3 de la Estación Fluvial y que en un momento no lo vio más, presumiendo que se pudo haber caído al río.
La familia de “Bocacha” aclaró desde un comienzo que el accionar de la Policía de Santa Fe no fue transparente. Edgardo Orellano aseguró que los efectivos no movieron un dedo hasta el martes al mediodía.
“La fiscal (Piazza Iglesias) había librado la orden para que se haga el relevamiento de las cámaras y otras medidas en el boliche, pero no vino nadie. De hecho, no lo clausuraron y el lunes volvieron a abrir, baldearon las veredas y, si había evidencias, las borraron”, aseguró el padre de Carlos.
Este miércoles, pasadas las tres de la tarde, el cuerpo de Carlos Orellano salió a flote en cercanías de La Fluvial, y personal de Prefectura lo sustrajo del río. Momentos después, la familia identificó el cadáver. El Instituto Médico Legal llevará adelante la autopsia para determinar la causa de muerte.
La lucha por Pichón
Desde un primer momento, la familia de Gerardo Escobar apuntó contra los patovicas de La Tienda y los policías que se encontraban en el boliche que hasta su clausura definitiva funcionó en Tucumán al 1100.
Luciana, su hermana, se puso al frente del pedido de justicia convencida de que se trataba de un caso de desaparición forzada seguida de muerte y que debía investigarse en el fuero federal. El accionar del entorno fue fundamental para la causa avance. En el camino encontraron mil trabas, y hasta denunciaron negligencias por parte del Instituto Médico Legal.
“Pichón” fue hallado sin vida el 21 de agosto de 2015 tras permanecer una semana desaparecido, después de haber ido a bailar en la madrugada del 14 de agosto. La querella siempre aseguró que, al salir del local, el joven fue golpeado por un patovica. Las sospechas apuntaban además a presuntos contactos entre el personal de seguridad de La Tienda con agentes de la Comisaría 3.
Se cree que Escobar fue trasladado, ingresado a la dependencia sin ser anotado en el libro de guardia y golpeado.
“Recuerdo que la primera autopsia arrojó que el cuerpo de mi hermano no tenía ningún golpe. Desconfiados y pedimos hacer otra autopsia con otro perito y otro médico forense. Y el resultado fue otro”, explicó en su día Luciana en diálogo con Rosarioplus.com.
En febrero de 2016, la causa pasó al fuero federal al caratularse como desaparición forzada de persona. El juez Marcelo Bailaque liberó meses más tarde a los detenidos y luego se declaró incompetente, aunque más tarde la Cámara de Apelaciones anuló esos sobreseimientos para que continuase la investigación pero con los acusados en situación de libertad.