En tiempos donde parece prevalecer el negacionismo desde el mismo corazón del Estado nacional, en Rosario la violencia machista es una realidad irrefutable que confirman las cifras oficiales. Por caso, las 5800 consultas al Teléfono Verde que se registraron desde enero y hasta octubre de 2024. 

En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, que se conmemora cada 25 de noviembre, la secretaria de Igualdad y Derechos Humanos, Mónica Ferrero, se explayó sobre prevención y erradicación de las violencias a través de la implementación de programas y acciones de capacitación, visualización y promoción de los derechos.

El Teléfono Verde (0800 444 0420) es la principal puerta de entrada al Sistema Integral de Atención que comenzó a construirse hace tres décadas y que se sostiene desde entonces en el tiempo. Funciona las 24 horas, los 365 días del año y fue el dispositivo pionero de primer nivel de atención que implementó el municipio en 1990. En tiempos de pandemia, se sumó el Contacto Violeta (341 5781509), que permite a las mujeres escribir a través del sistema de mensajería de WhatsApp.

Ambas líneas recibieron entre enero y octubre de este año 5.818 consultas (2.571 realizadas a través de la línea de teléfono y 3.247 a través del servicio de mensajería), cifra que implica un promedio diario de 19 pedidos de ayuda o asesoramiento ante situaciones de violencia de género. Además, tuvieron en enero de este año un pico de demanda con 396 llamadas y 434 mensajes.

“El Teléfono Verde es parte de un sistema conformado por diferentes dispositivos relacionados entre sí que son atendidos por equipos interdisciplinarios y trabajan a partir de un Registro Único de Víctimas, lo que busca no fragmentar los abordajes y dar respuestas de acuerdo al riesgo de la integridad física, psíquica y sexual en el momento que se aborda”, explicó por su parte la directora de Atención y Prevención de Violencias, Mariana Alonso.

Y en ese punto, remarcó que estos canales de atención y escucha se articulan en casos de 'alto riesgo para la vida' con los centros de protección municipales Alicia Moreau y Casa Amiga, donde durante el mismo período de 2024 se alojaron 26 mujeres y 35 niñas y niños.

Los centros de protección son parte del segundo nivel de atención del sistema, en los cuales se garantiza espacios de acompañamiento psicológico y asesoramiento jurídico y se tramitan además medidas legales de protección. En 2024 se gestionaron a partir de esos mecanismos 44 prohibiciones de acercamiento, 7 exclusiones del hogar y una decena de víctimas logró recuperar sus pertenencias. Además, se solicitó el otorgamiento de 46 botones de alerta ante el Ministerio de Seguridad de la provincia, con seguimiento personalizado de 915 usuarios de este mecanismo.

El caso de Ana

Ana, un nombre ficticio para resguardo de su identidad, tenía 37 años y dos de sus tres hijos a su cargo cuando una madrugada fue agredida a golpes de manera brutal por su pareja. “Me pegó primero en la calle, después en mi casa hasta que se durmió”, relata la mujer que pasó esa noche despierta y tuvo que explicarle a la mañana siguiente a sus hijos el origen de las marcas que tenía en todo el cuerpo.

Ya había sufrido empujones y patadas, desde hacía tiempo el hombre la seguía como una sombra, pero “era la primera vez que me pegaba en la cara”, dice la mujer que atravesó todo el proceso, desde el pedido de ayuda a través de la línea telefónica, su resguardo en uno de los refugios del municipio y el acompañamiento en el 'egreso'.

Tras la golpiza, Ana le dio forma a la idea de escapar que le rondaba hacía tiempo: con lo puesto y diez mil pesos escondidos en una media, se fue de la casa. La única persona con la que había podido hablar hasta ese momento era una vecina.

Tras recibir asistencia de un patrullero que pasaba, llegó a la comisaría, donde le dijeron que debía ser revisada por una médica legista. Lo que no le dijeron es que irían a buscar también a su pareja y la llevarían al mismo lugar.

“Mientras la médica me revisaba, él -que nos había pasado por al lado- nos amenazaba a los gritos”, cuenta sobre las horas que pasó hasta llegar a la casa de una amiga donde pudo hacer contacto con los servicios de asistencia a través del Teléfono Verde y a partir de allí quedar a resguardo en unas de las casas del municipio.

Lo que tuvo por delante fue “un proceso” donde afirma que poco a poco fue “ordenando la cabeza” tras una relación que calificó como “breve, pero muy violenta”.

No sin temores, ya que relata desde noches sin dormir hasta ataques de pánico cuando comenzó a salir con asistencia del refugio, Ana señala que se hizo de herramientas que no tenía. “Aprendí que no tenía que callarme más, que no tengo que pasar por cosas que no me gustan y que puedo decir que no”, enumera no sin conmoverse.

Para cuando estuvo lista para el 'egreso' del refugio, si bien continuó acompañada, tuvo que aprender a hacer frente a nuevos desafíos. “Fue como salir de la panza de mi mamá, donde me sentía segura, pero tenía que salir a una nueva vida”, cuenta sobre el momento en que con el acompañamiento de los equipos logró alquilarse un lugar para ella y sus hijos y reconstruyó sus vínculos con el padre de ellos y esa familia que hoy es parte de su red.

Ya con el camino hecho, ahora reconoce la importancia de pedir ayuda. “Hay que buscarla, yo sé que no es fácil porque el violento no te deja hablar, porque la violencia es psicológica y una vez que dominan tu mente, te sentís de su propiedad y te cerca todas las salidas, pero ahí es donde llegan los golpes”, concluye.