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En la esquina de Cochabamba y Necochea, el barrio de La Sexta se transforma: de la agitación característica de un miércoles por la mañana, con actividad comercial y tránsito agitado, a una quietud tensa. Es que en la cuadra de Cochabamba, entre el 0 y el 100, la situación es insostenible hace tiempo: desde diciembre que sufren interrupciones casi diarias del servicio de luz y en la noche del martes, una sub estación explotó dejando a toda la zona sin servicio.

En las dos cuadras en las que calle Cochabamba se extiende entre Necochea y Esmeralda, la imagen se repite: los vecinos y comerciantes están en la calle. Sentados en reposeras en las puertas de sus casas. Expresan esa calma que se confunde con hastío, parados y alertas, con la vista clavada en las tres cuadrillas de la EPE que trabajan en la reparación de la subestación incendiada. Se miran, se hablan, caminan de una esquina a la otra. “Luz", “transformador” y “EPE” son las palabras que se repiten en todas las conversaciones, casi por obligación: no se puede hablar de otra cosa.

Alrededor de las nueve de la noche del martes, una sucesión de estallidos sacudió el barrio. Los vecinos del edificio de Cochabamba 42 bis aseguran que hasta sintieron temblar la estructura. Gritos, destellos y de pronto, el fuego y el apagón masivo. La “caja” de electricidad de la cuadra se incendiaba y, a través del cableado, el fuego se replicaba en la esquina. Algunos salieron con matafuegos a aplacar las llamas y luego llegaron los bomberos para controlar la situación. Desde ese momento, no tuvieron luz en ninguna de las dos cuadras en cuestión.

Los que viven sobre Cochabamba, entre Chacabuco y Esmeralda sólo padecen el corte desde el momento de la explosión y todavía conservan la calma, pero en la cuadra anterior la situación es mucho más complicada: desde mediados de diciembre sufren cortes casi a diario. “Prácticamente, todos los días a las nueve o diez, se corta, hasta la madrugada o hasta la mañana”, dice con resignación una vecina en la puerta del complejo de Cochabamba 45, uno de los edificios donde el escenario es crítico, por la cantidad de personas mayores y con problemas de salud que allí residen.

El lunes por la tarde, los vecinos se habían movilizado reclamando respuestas de la EPE o del Municipio. Esa misma noche, se les cortó la luz desde las diez de la noche hasta las dos de la mañana. “Hay personas de más de noventa años, personas postradas, personas en silla de ruedas, inmovilizadas por la falta de electricidad”, comenta una vecina. El viernes y sábado de la semana pasada, con la sensación térmica rozando los 45 grados de temperatura, un hombre en el piso diez se descompuso y el servicio médico no quiso subir a atenderlo sin luz. “Acá se va a morir alguien”, advierte un vecino, y usa una palabra que empieza a replicarse en los relatos: negligencia. 

Adaptarse a vivir sin luz implica mucho más que sobrevivir a las temperaturas fatales del verano rosarino. La falta de electricidad genera que rápidamente se queden sin agua y ese es otro drama aparte. “Las reglas de sanidad dicen que si un edificio está más de 24 horas sin agua, hay que clausurarlo y evacuarlo”, afirma otra vecina, informada. Pero ninguna autoridad se hizo cargo de la situación. Entonces, van y vienen con baldes, se asisten entre ellos. Subir ocho, nueve pisos por escalera ya es costumbre. Una señora tiene que cargar a su pequeña perra en un bolso para subirla al departamento porque el animal no soporta la subida. Y así, las historias mínimas y no tanto de la vida sin electricidad, se multiplican a cada metro.

”Yo ya resigné tener cosas en la heladera”, comenta una señora. “Compro lo del día y listo, porque me cansé de tirar”. Para los comerciantes, claro, esto se vuelve todavía más grave. Desde la penumbra de su local, el verdulero de la cuadra se excusa de hablar porque asegura estar demasiado enojado: ya tuvo que desechar mercadería demasiadas veces. Las chicas de la farmacia de la esquina se quedan cerca de la puerta, buscando aire fresco y luz. Al rato tienen que cerrar porque no pueden vender nada sin poder operar el sistema de administración. En la ferretería, al menos, no corren peligro de perder productos, pero aseguran que atienden como pueden con la luz de emergencia y el calor.

Mientras algunos apelan al sentido del humor para contrarrestar la amargura cotidiana, otros no pueden contener la ira. “Son unos delincuentes. Esto es incompetencia, negligencia”, dice indignado un señor. En eso, otra cuadrilla de la EPE llega con un transformador nuevo para reemplazar el incendiado. Pero un comerciante asegura que si no se reestructura todo el cableado subterráneo, este tampoco será la solución final. Las versiones de los arreglos parciales y definitivos se cruzan y se contradicen. Algunos dicen que queriendo solucionar el problema de una cuadra, saturaron la fase de la otra.

Según informaron a una vecina los trabajadores de la EPE, la solución vendría de la mano de una redistribución del servicio y no del simple reemplazo del transformador. Para asegurarse que este arreglo no sea “otro parche más”, los vecinos de la zona volverán a concentrarse este miércoles a las 19.30 horas en Cochabamba y Chacabuco, reclamando la presencia de un funcionario de la EPE. Si bien preferirían no tomar este tipo de medidas, aseguran que si no obtienen respuestas van a cortar Necochea y Pellegrini durante dos horas, todos los días, hasta ser atendidos. “A ver si así se dan cuenta que existimos”, enfatizó una señora al resumir invisibilidad y la desesperación que experimentan al vivir sin energía eléctrica.