Arbolito llega a Rosario en un ansiado reencuentro con su público
La banda pronta a cumplir 25 años revivirá parte de su repertorio donde las luchas sociales y los pueblos originarios renacen como mensaje de un entramado que forma parte de la historia reciente de Argentina
Arbolito es una de las bandas argentinas que mejor formula el sentir de un pueblo a través de canciones que hablan del presente con sus propias exploraciones artísticas más o menos directas pero siempre fidedignas y contundentes. Se detiene en la música popular urbana y con sus banderas latinoamericanas en mano manifiesta lo que ve y siente de la calle.
La banda se formó en el 97 cuando el gobierno neoliberal de Carlos Menem cuarteaba la paz social y la convertibilidad estaba llegando a su fin haciendo estallar una crisis económica en el 2001 con hechos sangrientos que se llevaron la vida de una veintena de compatriotas. También fueron tiempos donde el Correo Argentino pasaba a manos privadas (a la Sociedad Macri Socma), también se remataban los aeropuertos y el patrimonio de YPF.
Veinticuatro años más tarde la agrupación folk rock sigue en la ruta de la canción y, desde allí, se erige como una de las formaciones más comprometidas del panorama actual. Sintiendo y siendo protagonista de las historias que canta. A partir de la fusión de músicas de raíz folclórica y latinoamericana con ritmos de otras latitudes, en Rosario estarán este viernes a las 20 en distrito Siete (Ovidio Lagos 790) donde la banda revisará todos sus discos, de acuerdo a lo que anticipó Pedro Borgobello al aire de SI 98.9 en el programa Sopa China.
Compañeros de la afamada escuela de música popular de Avellaneda, en el sur del conurbano bonaerense, comenzaron su historia con un viaje por Latinoamérica de mochilas, pasando la gorra en toques callejeros donde vieron la mística que se generaba. Eran Agustín Ronconi y Ezequiel Jusid que a la vuelta de esta experiencia iniciática sumaron a Pedro Borgobello, Diego Fariza y Sebastián Demestri para dar paso a esta aventura artística.
Con la autogestión como bandera ineludible, dice Borgobello: “Lo de tocar y ganar un mango siempre estuvo porque nacimos con una idea autosustentable, contrario a otros proyectos que estaba más en las búsquedas estilísticas, nosotros siempre tocamos en la calle y con eso contábamos con los recursos para ser autosuficientes, por ejemplo tener nuestra propia movilidad”.
Esa es la historia de la chata, más conocida como la Arveja Esperanza que fue adquirida por el grupo en 1999. “Fue una idea de autosustentabilidad, de poder ir a tocar a donde sea. Pedimos plata prestada y la pagamos con muchos días en la costa tocando en La Rambla, le hicimos millones de kilómetros”, narra sobre el afamado vehículo que en 1998 fue sorteada entre los fans y con la recaudación se hizo una acción solidaria para la construcción de aulas de un bachillerato para adultos que lleva el nombre de Arbolito y su padrino es el Escritor Osvaldo Bayer.
La banda que se considera nacida de las luchas se planta una resistencia desde la alegría como método de revolución cultural, como una constante, “luchando para cambiar lo que está mal por algo mejor”, dice Borgobello. “Esta bueno hacerlo desde la alegría, del compañerismo, por eso nunca abandonamos ese lugar, fuimos atravesando distintos estados sociales”, agrega.
Sobre lo que acontecerá la noche del viernes en Distrito Siete, el músico esboza como primera palabra rencuentro y anticipa que va a ser un momento muy feliz y emotivo con todas las cosas que hacen bien, además de algunas cosas nuevas a nivel artístico que surgieron en el macro de la pandemia. “Nada nos paró somos un poco culo inquietos”, reconoce el instrumentista que tras dejar Rosario continuará con sus compañeros con una gira por otras ciudades del Litoral.
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