El exilio forzado del judoca olímpico rosarino Miguel Albarracín
El ex atleta -hoy entrenador- empezará una nueva vida lejos de Argentina. Hasta principio de este año formaba parte del cuerpo técnico del seleccionado nacional. Lo desvincularon con una deuda de ocho meses. En este tiempo recibió ofertas de Alemania, Brasil y España para formar a jóvenes judocas. En agosto se radicará en Valladolid
En el judo argentino, el nombre de Miguel Albarracín (38 años) es sagrado. Su trayectoria está marcada por múltiples títulos y por varias hazañas deportivas. Participó en dos Juegos Olímpicos (Atenas 2004 y Beijing 2018) y ganó nada menos que dos medallas de oro: en los Panamericanos de Río de Janeiro (2007) y en los Sudamericanos de Buenos Aires (2006).
En 2010 dejó la actividad, se formó como entrenador y empezó a transmitir su conocimiento y su experiencia a los más jóvenes, a judocas entre 14 y 17 años. Se acercó al Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD) con un proyecto federal: fortalecer el seleccionado con entrenadores en distintas provincias del país. Entre 2015 y principio de este año formó parte del cuerpo técnico nacional.
En enero, en un ajuste encubierto, el presidente Mauricio Macri reemplazó con un decreto a la Secretaría de Deportes por la Agencia del Deporte Nacional. El cambio generó un desfinanciamiento en muchas disciplinas, entre ellas el judo. Albarracín fue desvinculado de sus funciones. Se quedó sin trabajo y con una deuda salarial de ochos meses.
Las clases privadas le permitieron subsistir durante este último tiempo. Su teléfono no dejó de sonar desde que en el exterior se enteraron que ya no estaba más vinculado a la estructura estatal del deporte argentino. Le ofrecieron trabajo en Alemania, Brasil y España. La propuesta más firme llegó de la ciudad de Valladolid. El ayuntamiento local le ofreció una tarea de "scouting" en clubes y colegios. Una casa, un auto y un buen sueldo para formar a los judocas españoles del mañana.
El 9 de agosto se tomará un avión para empezar con su nueva vida. "Me voy obligado. Acá la situación es muy delicada, no hay manera de crecer en lo que uno sabe y ama hacer", le confió Albarracín a Rosarioplus.com.
El contrato de trabajo es por un año. Su idea es extenderlo si la experiencia resulta positiva. Ya lo llamaron de Italia para que, en algún tiempo libre, vaya a dar clases. "Hay muchísimos atletas y ex atletas que están tomando la misma decisión. El desfinanciamiento es total, no hay lugar para nosotros en Argentina", se lamenta.
En España, como en tantos otros país que invierten en la formación deportiva, los ex atletas olímpicos son cuidados y mimados. Los Estados apuestan por quienes compitieron en la elite de cada disciplina. En el exterior no entienden cómo Argentina deja ir a tantos "referentes" del olimpismo.
Este "éxodo", dice Albaracín, se sentirá fuerte en los próximos años. Tanto en el judo como en otros deportes olímpicos. "El ejemplo más gráfico es el que pasó tras los Juegos de la Juventud en Buenos Aores. Terminaron y quitaron las becas y los apoyos. La política del deporte Argentino va para ese lado. No tiene lógica alguna", resume el judoca rosarino.
España y Valladolid lo esperan. Se va entusiasmado y con la esperanza de encontrar un futuro mejor. Pero triste y dolido por un exilio forzado, no deseado. La Argentina de hoy no tiene lugar para los Miguel Albarracín.