Cuando empieza a llover y el cielo se pone gris, parece que automáticamente se activara una alarma que exige correr a la panadería más cercana para comprar un par de facturas y bizcochitos de grasa bien calientes ¿Por qué pasa esto? No es solo porque el olor a medialunas recién horneadas sea irresistible, sino que hay algo más profundo que lo explica.

Facturas y días de lluvia: es una combinación que no falla. Cuando el clima se pone fresco, nuestro cuerpo necesita más energía para mantenerse caliente. Es ahí donde entran en juego las facturas. Ricas en carbohidratos y grasas, estas delicias dan ese empujón de energía que tanto se necesita en días lluviosos. Además, acompañarlas con un buen café con leche o mate es casi una tradición en las casas argentinas.

¿Qué sucede en el organismo cuando recibe las tan deseadas facturas? Las harinas refinadas de las facturas se digieren rápido y elevan los niveles de azúcar en sangre, lo que da un subidón de energía. Sin embargo, ese efecto es temporal y puede generar más hambre después. Por eso, aunque disfrutar de una buena factura es casi un ritual en días grises, es importante no pasarse. Disfrutar, con moderación, y sin culpa.