Tras salir la hermana de Flavio Mendoza, a quien supuestamente estafó, el bautizado “gigoló” Javier Bazterrica hizo tour de programas de chimentos para defenderse. "Quiso decir su verdad, no le interesa ser un personaje mediático,no haremos un raid televisivo, sólo aclararemos esta situación", aseguraba su abogado. Ante cámaras. Realizando un tour por programa de chimentos. 

Enfundado en chombas de polo, Bazterrica repitió hasta el cansancio en los medios durante este martes que Adriana Mendoza "nunca" le dio 5 mil dólares "ni nada”, sino que simplemente “está despechada” porque ya no están juntos. Claro que este miércoles trascendió que debió abandonar el estudio de un programa de Chiche Gelblung a las apuradas porque, según adujo Amalia Granata, “lo busca la Justicia”.

Los debates en medios y redes sociales se multiplicaron. ¿Por qué hubo mujeres que cayeron en la trampa? ¿Es el hombre culpable de estafa o ellas son también en parte culpables al creerle ciegamente? Hubo hasta quienes pusieron en tela de juicio que alguien se pudiera enamorar del gigoló dado que no era “muy agraciado”. 

La docente de la UBA e investigadora de temas de género, Diana Maffía, analizó en diálogo con Rosarioplus.com el mediático caso, que “en este caso claramente remite al modelo de pareja de Susana Giménez y su ex marido polista: el hombre se divorció y le sacó 10 millones de pesos y Susana se sintió estafada. Se trata de mujeres ricas, independientes en lo económico pero con una fragilidad en lo emocional”. 

En torno a la imagen con la que Bazterrica apareció en los canales, explicó que responde a un modelo de ascenso social que buscan “las chicas que se casan con polistas”, algo que conlleva “unirse a determinado grupo de familias, que se hace llamar ‘la gran familia del polo’, que son un grupo muy cerrado. Casarse con un polista es garantía, mas que de un respaldo económico, de prestigio social”.

La construcción del gigoló argentino y la damisela vulnerable

Consultada sobre el uso que los medios realizan sobre el término gigoló para referirse a las supuestas estafas de Bazterrica, Maffía detalló que “en Argentina esta palabra se utiliza en el lunfardo, como analogía a ese hombre que hace 50 o 70 años estafaban a mujeres mayores, quizá viudas, y que principalmente vivían de estas mujeres vulnerables”.

Sobre estos personajes, ahondó: “Una vez leí que un estafador decía que siempre estafaba con el deseo de la otra persona a ser estafada. Te metés en una red porque comprás su discurso, saben como capturar el deseo de estas mujeres”.

Bajo esta perspectiva, las que caen en la red tienen un deseo en los estafadores, por eso ellas les dan el auto, el dinero o la casa, aunque cualquiera desde fuera sería más cauto. “No dejan de ser víctimas, pero este deseo les sirve a ellos para argumentar que ‘Ella quiso, nunca fue engañada’. Se trata de una captación psicológica por medio de un vínculo amoroso”.

Bajo la óptica de la filósofa Maffía, en estos cuadros, “las mujeres caen en sus redes por creer en la idea del amor romántico, que es funcional al sistema patriarcal. Este amor exige confianza ciega en el otro, y el mito del amor romántico significa que la mujer sin un hombre está incompleta, a diferencia de un hombre, que puede vivir su vida completa mas allá de si tiene pareja o familia o no”.

La mirada que tienen las mujeres que caen en la tima de los estafadores, “hace sentir siempre en falta a la mujer por más exitosa que sea en su vida profesional. Sienten culpa de no ser una buena madre, no atender a su pareja, la pone en deuda como sujeto por el fracaso profesional o fracaso en la vida doméstica”.

Pero la fragilidad que tienen esta clase de mujeres, como Susana Giménez o Adriana Mendoza, según la experta, “es mucho más que personal, es social porque siempre quedan en deuda hacia afuera”. Se trata del “altísimo precio por tener una pareja, ser vistas solas nos degrada, y en pareja nos pone en la corriente de lo aceptable, lo que debe ser”, concluyó.