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El ruido que producen los motores de barcos pasan factura a las ballenas de la costa de Chile, donde se concentran la mitad de avistamientos de esta especie en el mundo, que sufren de graves daños auditivos, problemas de comunicación entre ellas y hasta varamientos en las playas.

"El océano es un medio acústico. El sonido se propaga mucho más rápido en el agua que en el aire y toda la fauna marina ha evolucionado para comunicarse de una forma concreta", explica la oceanógrafa británica Susannah Buchan, quien ha implementado un robot submarino para detectar ballenas y poder protegerlas en Chile.

Buchan se doctoró en la Universidad de Concepción, 515 kilómetros al sur de Santiago, donde está realizando una investigación pionera en Latinoamérica con el objetivo de localizar en tiempo real a los cetáceos del mar chileno para así alertar a los barcos cercanos para que reduzcan la velocidad de sus motores.

Otra de sus finalidades es evitar la colisión de las ballenas con las embarcaciones, que es la segunda causa de fallecimiento de estos gigantescos mamíferos, después de su pesca involuntaria en grandes redes marinas.

"El ruido aumenta el estrés de las ballenas, reduce su espacio de comunicación y hasta pueden sufrir daños temporales y permanentes auditivos. En los impactos de sonidos más fuertes, como en embarcaciones militares, se pueden producir varamientos en orillas", puntualizó Buchan.

Esta oceanógrafa denuncia que se están "inyectando" grandes cantidades de sonido en el medioambiente marino "sin consciencia" del impacto que tiene en animales que dependen de las ondas para comunicarse, como es el caso de la ballenas.

Las ballenas son los animales marinos que más sufren por el ruido pero se ha comprobado que otros mamíferos como los delfines y hasta los crustáceos y peces se ven afectados por ello. Además, según sostuvo Yacqueline Montecinos, encargada de biodiversidad marina de WWF Chile, los cetáceos tienen un "rol ecosistémico muy importante".

(EFE)