Investigadores del Conicet Rosario trabajan en la creación de un método amigable con el medio ambiente para blanquear papel, a través de la imitación de procesos de decoloración que se dan en la naturaleza, para que a futuro reemplace a los procesos industriales conocidos hasta ahora, de alto nivel de toxicidad.

La hoja en blanco como se la conoce se hace a partir de la madera, o mejor dicho, de la celulosa de la madera. Esta se somete a un tratamiento químico que la transforma en pulpa, pero aún en ese estado todavía conserva un alto porcentaje de lignina, sustancia que le otorga la coloración.

Si uno quiere tener un papel blanco tiene que bajar ese porcentaje de lignina, y ahí viene la etapa de blanqueo, para mejorar la calidad del papel, que en toda industria se realiza con cloros.

La búsqueda de este grupo del Instituto de Química Rosario (IQUIR), coordinado por Sandra Signorella, reemplaza al cloro con sustancias no tóxicas como el oxígeno, el agua oxigenada y el ozono.

“El problema de esto -explica Signorella en diálogo con Rosarioplus.com- es que los órganos clorados no se degradan, porque las bacterias no los consumen, y se terminan acumulando o diluyéndose en los afluentes”, como en el río Paraná en el caso de la empresa Celulosa Argentina, en Capitán Bermúdez.

Los catalizadores fueron diseñados por el equipo de investigación, a partir de que fue financiado por la Agencia Provincial de Ciencia y Tecnología, y la investigación comenzó hace un mes: “Estamos sintetizando este catalizador con la idea de que se pueda eliminar la lignina sin destruir la celulosa del papel, y conseguir así la hoja en blanco, lo que actualmente se consigue con decolorantes con óxido de cloro”.

Este proceso, explicó, lleva mucho tiempo y alta temperatura, y es por eso que se utiliza un catalizador que acelere el proceso de decoloración, funcionando del mismo modo que una enzima natural del árbol genera reacción en la madera. Signorella apuntó que “en el interior de la madera de los árboles habitan hongos que secretan unas enzimas que descomponen la lignina y se encarga de unir las fibras de celulosa”.

Además del catalizador, los investigadores también diseñaron compuestos biométricos, que sustituyen a las enzimas de la naturaleza, bajo el nombre de enzimas ligninasas, que son fáciles de producir y de bajo costo.

Una vez que funciona a micro escala, la investigación pasa a planta piloto, y luego a gran escala, y para eso todavía resta comprobar que el catalizador es eficiente, en caso de que se haya probado su uso un tiempo considerable, con resultados estables y eficientes.

Si el método prospera, probablemente sea patentado, y sea plausible de transferirlo a las industrias celulosas. "Celulosa Argentina y otra en la ciudad de Santa Fe son posibles beneficiarias, aunque aún no hemos elaborado proyecto en conjunto, hicimos una propuesta", destacó. Claro que aplicarlo en cualquier industria demandará una inversión en reestructurar, ya que toda industria posee algún sistema de tratamiento de sus residuos, que modifica al residuo antes de ser emitido por los afluentes.

El grupo de investigación se desempeña en la Unidad de Química Inorgánica del Instituto de Química Rosario (Iquir, Conicet-UNR), y está compuesto, además de Signorella, por las investigadoras del Conicet y docentes de la UNR, Claudia Palópoli, Verónica Daier y Gabriela Ledesma, los becarios Verónica Solís, Ezequiel Bernatene, Matías Patriarca, Micaela Richezzi, el estudiante Joaquín Ferreyra, y la docente María Eugenia Di Setti.