El plástico se ha convertido en un grave problema para el medio ambiente e incluso para la supervivencia de muchas especies. Son habituales las imágenes de tortugas o peces atrapados o dañados por restos de plásticos que acabaron el mar, u otros animales en los que se han encontrado grandes cantidades de plástico en sus estómagos. Por eso, buscar alternativas al plástico es importante, como también lo es encontrar un sistema que permita descomponerlo rápidamente.

Ahora, un proyecto de los mismo científicos que rediseñaron la enzima PETasa, que se alimenta de plástico, han creado ahora un super enzima capaz de digerir el plástico hasta seis veces más rápido.

Lo que han hecho estos investigadores es una especie de ‘cóctel’ de enzimas, combinando el PETasa con un segundo enzima, el MHETasa. Este se encuentra en la misma bacteria que habita en la basura y que vive en una dieta de botellas de plástico.

PETasa descompone en sus componentes básicos el tereftalato de polietileno, más conocido como PET, y que es el plástico más habitual en envases, botellas y téxtiles. Con la descomposición del PET, se abre la oportunidad para reciclar el plástico y reducir la contaminación y la emisión de los gases de efecto invernadero que son causantes del cambio climático.

Ampliar contenido
Diseñan por accidente una enzima que destruye el plástico

El plástico tarda cientos de años en degradarse en el medio ambiente, pero PETasa puede acortar este tiempo a días. Su descubrimiento dio inicio a una revolución en el reciclaje de plástico, creando una posible solución de bajo consumo energético para abordar la problemática de los residuos plásticos, aunque PETasa por sí solo aún no es lo suficientemente rápido como para hacer que el proceso sea comercialmente viable para manejar las toneladas de botellas de plástico desechadas que ensucian el planeta.

El equipo de investigadores ha sido codirigido por los científicos que diseñaron PETase, el profesor John McGeehan, director del Centro de Innovación Enzimática (CEI) de la Universidad de Portsmouth, y Gregg Beckham, investigador principal del Laboratorio Nacional de Energía Renovable (NREL) en los Estados Unidos. Su estudio se publica en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.